Preparativos de Caza

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Detrás de ella, un largo rastro de sangre marcaba su paso. Aquellos pies descalzos besaban la tierra mojada, mientras la humedad cubría cada hincha de su piel.Sus dedos prematuros eran penetrados por la dureza de los minerales. Y, la delicada nariz de la princesa se sonrojaba con la briza gelida de la noche. El sudor corría por su frente y extremidades formando largos ríos salados. Aquellos ojos encendidos en llamas sufrían de un gran diluvio. Carnosos labios resquebrajados y un pelo lacio zabache danzaban frívolos bajo la lluvia. Pero no podía parar, detenerse se traducía en perecer. Quizás no una muerte certera e inerte, sino la condena de vivir cada día rogando el perdón de dios para poner fin a tu miseria. No lo aceptaría, aun cuando los ancestros de sus ancestros acudían a tales rituales, en sus ojos se veía la llamarada de una joven rebelde pero apasionada. Lloraba mientras reía, pues el dolor de su ida no se comparaba a la felicidad de su libertad. Las huellas que había dejado en corazones ajenos se convirtieron en cargas que ella no podría soportar con el pasar de los años. Fuera de cualquier raciocinio o idea lógica, la joven fruta prefirió huir de su realidad para forjar con sus propias manos un nuevo cultivo.

Sus piernas temblorosas no aguantan la sobrecarga física, y sus pies hinchados no la dejaban dar otro paso sin causarle un inmenso dolor. Cual era este nuevo sentimiento, y por que su ajenidad le resultaba tan excitante. No recordaba aquella fragancia de suplicio y alegría desde su infancia, la cual disfruto junto a los demás niños entre juegos y travesuras. Sin embargo, aquellos días de gozo fueron opacados por las responsabilidades de una vida adulta desde no hace muchas primaveras. Más su vida se tornó en un constante deseo de libertad, el querer escapar de su problemas nunca cobró mucho sentido para Paz, pero la idea de cambiar al mundo era aún más bizarra. Que dolor mas grande sentía en el pecho, una mezcla de melancolía y despecho. Oh pobre Paz, una piedra preciosa a la cual se le negó ver de nuevo la cara de sus seres amados, dado que aquellas personas eran a su vez el origen de su miseria. Sus bocanadas de aire eran breves, y sus extremidades empezaban a pesarle al igual que su ropa húmeda. Ojos tristes necesitaban descansar antes de continuar su odisea. Más aún cuando tal cadena de sucesos tuvo lugar en un intervalo de tiempo tan breve. La cara de aquellos hombres le atravesaba cual filo en su dorsal. Y, mientras más luchaba Paz para sacarse el retrato de su perpetrador de la mente, mayor era el dolor en su pecho. Escasa de fuerza, sus rodillas cedieron ante el dolor, y su piel caramelo fue abrazada por la tierra húmeda y barro. Quizás por ahora, Dulce Paz probaría un poco de su propio nombre.

Los rayos de luz escarlata le dieron los buenos días a la mañana siguiente. Su boca seca intentaba producir saliva, pero los rugidos de sus estomago opacaban cualquier otro sentir de su cuerpo. Mientras se restablecia, noto algunas heridas superficiales sobre sus extremidades. Por lo que prosiguió a untarse barro y arcilla mojada que encontró a sus alrededores. La humedad del aire no permitía al sudor de su frente evaporarse, mientras que las flamantes flora tropical le sucumbia la vista. Que bonito amanecer presenciaban sus ojos azules, que serenidad y amor le brindaba la flora y fauna a su alrededor. Flores silvestres llenas de fruto y largas hojas verdes acumulaban el agua de lluvia. Paz sonriente procedió a frotar levemente aquellas bayas silvestres en contra de sus labios esperando reacción alguna y prosiguió a llenar su bolsa con ellas. A continuación, bebió sin reparo el agua sobre la curvatura de las hojas. Largas bocanadas de aire llenaban sus pulmones, y transportaban oxígenos a su sangre. Con agilidad, se encaramó entre las ramas de un árbol para robar huevos de un nido ajeno. Con la proteína y alimentos suficientes, Paz decidió restablecer su camino por la jungla.

Con paso alegre y descuidado, Paz removía las hojas y ramas frente a ella. Sonidos distintivos retumbaban y hacían eco en sus oídos. Sin embargo, un sonido en particular le llamaba la atención y la cautivaba. De forma esporádica y resonante, un ejército de batracios cantaban su serenata. Una chispa de ingenio la atravesó, dejándose guiar por el canto de los escuerzos en busca de una fuente de agua. Quejidos y alaridos provenían de los jóvenes labios. Jorobada por el inminente calor, cansancio y malestar pues no le quedó opción alguna más que maldecir todos y cada uno de sus ancestros. Siendo joven y apasionada, maldijo el día que se le concedió la vida pues abrió los ojos en un mundo cruel y hostil. También blasfemo sobre el nombre de sus progenitores al ser debiles de mente y cuerpo. Pero sobre todas las cosas, consumida por la rabia y frustración maldijo a todo aquel que le puso un dedo encima para una década más tarde reclamar como trofeo. Fue entonces cuando se dio cuenta que el mundo era gobernado por seres malévolos que se aprovechan de la ignorancia de los más débiles. Puesto que para arraigarse en sus posiciones de poder tendría que mantener a sus ciudadanos ignorantes y dependientes. Paz no pudo evitar soltar lágrimas frente a tan grande misericordia de los espíritus por iluminar su mente y guiar su corazón. Fue entonces que la joven tenía el próximo dilema más importante para su corta edad. Con su nuevo entendimiento del mundo iba ella a buscar venganza por los inocentes que pegaban por insidiosos pecadores o pondrían fin a su búsqueda por la redención y se resentirá entre los brazos de la sabiduría. La segunda opción cobraba más sentido en su cabeza, pero la llenaba de un terrible malestar y sentía como el odio le recorría cada hincha de su cuerpo. Cómo podría Paz entender al mundo y sus propias emociones si ni siquiera podía entender el hecho de deambular en la jungla a causa de las acciones de los seres más amados y queridos en su memoria.

Sumergida en su introspección, perdió la noción del tiempo mientras marchaba. Sentía como los rayos dorados de la gran sabana la arropaban y mimaban. Fue tanto el tiempo que pasó ausente que el atardecer golpeaba a las puertas del valle. Para su suerte, logró llegar a una laguna de agua cristalina gracias al aullidos de los batracios. Sin reparo alguno, procedió a lavarse la cara y los brazos, lavar el sudor de su nuca y remover el barro y la tierra de entre sus pies. Una risa ahogada escapó de entre sus dientes. Fue entonces cuando el placer de la vida acometió contra sus sentidos y le recordó el valor de la vida. Juntando las palmas, logró recolectar suficiente agua entre sus manos para ver el reflejo de sus labios. Con las pupilas dilatadas miró fijamente el reflejo de sus labios, pero tanta era su belleza que con lentitud aproximo los suyos al agua. Inocentemente cerró sus ojos, y con una briza de la pradera sus cachetes se sonrojaron y su piel se erizo. Cuando finalmente sus sorbos agotaron el agua de entre sus dedos, la imagen de sus manos la quebró. Firmes pero delicadas, suaves pero callosas, sus manos lloraban al frente de ellas mientras sostenían una sonrisa de oreja a oreja. Petrificada, decidió lavarse la cara de nuevo e intentar recobrar la razón. Poniéndose de pie, no pudo ni retomar el equilibrio antes de que la cara de aquella anciana le diera los más próximos a un paro cardiaco. Sobresaltada y asustada, procedió a darle una cachetada con todas sus fuerzas a la señora, la cual perdió el balance y cayó de espaldas en la laguna.

Llevándose las manos a la boca, presenciaba las burbujas de aire explotar tras alcanzar la superficie de la laguna. Sin embargo, la anciana se recompuso con serenidad y armonía. Fue entonces cuando Paz decidió entablar plática con la misteriosa dama.

Lo lamento mucho señora, pero su cara arrugada me ha dado un susto y no pude evitar.... -confesó Paz a medias.

Ya de pie, la señora permaneció en silencio por unos segundos mientras miraba el rostro de la joven. Paz no sabía como reaccionar a la mirada del vejestorio así que sonrío con notable incomodidad y vergüenza ajena a su rostro, con lo que la anciana le respondió con una fuerte y vigorosa carcajada. Confundida e intrigada, recogió una piedra del tamaño de su mano y la escondió tras la espalda.

¿Se encuentra bien? -Pregunto Paz- pero no hubo respuesta alguna por parte de la anciana. Al contrario, la mujer procedió a examinar detalladamente las proporciones y movimientos de la joven con su suma atención.

Ya veo... ¿Con que provienes de los Nikawari, no es así querida? Es sorprendente que siquiera hayas logrado escapar- prosiguió la anciana- ¿Acaso esperas conllevar el resto de tus días como una fugitiva?

Paz no respondió, mientras mordía su labio inferior y desviaba la mirada...

Hmmm, ¿será posible que desconozcas el oscuro pasado de tu pueblo? No fue fácil para ninguna población de entre los lares.

Fue entonces cuando los ojos de Paz se encendieron en llamas, y con gran fuerza le respondió a la desconocida

-QUIZÁS SEA JOVEN, PERO LA MEMORIA DE MIS PROGENITORES HA SIDO MANCHADA Y SU DOLOR SERA RECORDADO POR GENERACIONES HASTA QUE EL SUFRIMIENTO DE NUESTROS ANCESTRO SEA PURIFICADO - Paz procedió a calmarse pero continuó su monólogo- mis tierras fueron saqueadas y profanadas incluso antes de mi concepción. Sin embargo, padre nunca aprendió de los demonios del pasado. Padre se ha embriagado en su ignorancia y miedo ya por más de una década, y su debilidad se ha traducido en mi propia miseria y posterior fuga.

Entonces los rumores son verdaderos, aquellos seres malignos y sin misericordia alguna han decidido volver a nuestras tierras...

Paz nuevamente desvió la mirada mientras sus ojos aguados sostenían con todas sus fuerzas sus riachuelos de agua salada.

Si nos damos prisa querida, podremos llegar hasta mi aposento antes del anochecer. Mi cielo, con todo lo que has sufrido hasta ahora, valdrá la pena que descanses y te recuperes conmigo- Confesó la anciana.

Y fue así como Paz decidió seguir a aquella misteriosa mujer, cruzar entre las montañas de aquel valle y continuar con su travesía en busca de un futuro libre de los fantasmas de su pasado.

Secuelas de una pesadillaWhere stories live. Discover now