Valencia es un lugar construido de una manera un poco extraña. En las áreas más rurales hay especies de pequeñas cúpulas o urbanizaciones boscosas a las que tienes que acceder dando una curva innecesaria para seguir tu camino.
Aquel día de otoño iba saliendo yo de la escuela con doce años, tenía la pierna un poco enferma de una lesión de la cual realmente no quiero acordarme. La ley dictaba que los niños no podían salir solos, porque, al ser un área rural, a veces la gente desaparecía, y ello se consideraba relativamente normal. Sin embargo, yo no tenía transporte, nadie iba a ir a buscarme, le pedí la cola a un señor que llevaba a una compañera que iba tres grados por debajo, la pequeña paula.
El señor como pudo se zafo de aquello, la verdad no me impresionaba o preocupaba tanto, porque en realidad ya hacía rato que me hacía caminando solo por la bajada cruzando la "pequeña" arboleda que quedaba casi próxima a el colegio, el partió, y yo también, obviamente el más rápido pues iba en auto.
Entonces bajando un pequeño tramo de montaña rocosa caí a la curva que da para la entrada de la arboleda. No era una curva realmente amplia, pero si daba una vista considerable a un paisaje amplio y quizás un poco tétrico. Aunque pudieron ser imaginaciones mías. Vi las flores rosadas pensando en el como a veces aquellas arboledas daban un aire casi robado a los paisajes del oriente asiático, fue entonces cuando me topé con el auto en el que iba Paula por la entrada de la arboleda.
la arboleda en realidad consiste en un camino, que lleva a un paisaje, cuyo perímetro está completamente delimitado por una densa población de árboles y para salir de ella había que darle la vuelta a todo y tomar el camino de salida, justo al lado del de entrada, pero separado por la arboleda, nunca me antes me había detenido a pensar que cuan altos eran estos árboles. Eran muy muy altos parados a varios metros de uno se les dificultaría el ver el final de el mismo, se solía decir que sus copas tocan el cielo y sus raíces el infierno.
Vi de reojo el auto de Paula, con algo de desprecio, la verdad, no me pregunte por que estaba parado allí, ni por qué Paula estaba sola, solo seguí caminando. El camino es algo largo y retorcido. Se nota que no fue un camino creado por el hombre, por lo impráctico que era este. Una vez entrado en el apenas unos rayos de sol escapaban entre las hojas de aquellos gigantes, y además por aquellos lares es normal que haya cierta cantidad de bruma a esas horas, de resto el camino estaba bastante despejado, como siempre, era amplio a los lados entre otras cosas, costaría estar cerca de algo sin verlo de lejos, por eso me extrañaba un poco el no haberme topado aun con el padre de Pula, quizás se bajó a orinar antes de entrar a la arboleda, pues es bien sabido que orinar en ella está terminantemente prohibido.
Finalmente comencé a dar los últimos pasos que conducían al claro, donde se bifurcaba el camino, ya allí a lo lejos pude ver algo sentado con inmensa tranquilidad en un tronco dispuesto casi como si de un asiento se tratara, en todo el fondo del claro, supuse que sería el padre de Pula, aunque realmente no me parecía lógico.
No pude despegar la mirada de aquella figura que yacía inmóvil a medida que me acercaba, la forma en que tomo el camino no me permitiría acercarme realmente a esta, pero indudablemente íbamos a estar en un punto en que esta me vería tal como yo a ella. De algún modo ese pensamiento me producía escalofríos, pese que probablemente fuese el padre de paula, si, debía de serlo, no podía haber nadie más por aquellos lados.
El frio se hacía notar a través las capas de ropa que portaba, pero no lo suficiente para temblar, solo lo suficiente para no sudar, pase sereno y estoico por el lugar cuando llegué a la entrada del claro, y me detuve.
Pude allí observar correctamente la figura que se posaba sobre aquel tronco, era una mujer muy blanca, en una túnica muy grande de colores pastel morados, se veía hermosa, pero de algún modo poco natural. Para mi desgracia no solo la vi yo a ella si no que ella a mí, cuando giro ligeramente la cabeza note algo que no había notado por la luz, y por los árboles, de su cabeza adornada con una inmensa cabellera negra surgían dos larguísimos cuernos.
Estaba petrificado, la mujer me miro, y yo la mire, ella sonrió, casi, apenas, recuerdo sus ojos con marcadas facciones asiáticas, apenas abiertos, a la lejanía, y recuerdo que se puso en pie, palidecí cuando note algo que no había notado antes, por la perspectiva, ella estaba muy lejos de mí, pero una vez levantada, y una vez comenzó a acercarse a mi pude darme cuenta de que esta poseía una altura desproporcionada, pálido y como alma que lleva el diablo comencé a correr de vuelta por el camino, quizás perseguido por esa mujer, no lo sé, la verdad no me di el momento a volver la vista, aunque no sentía a nadie corriendo tras de mí.
En el camino de vuelta me vi con muchos compañeros que debían tomar la misma ruta, los cuales al verme pálido y corriendo a toda marcha no hicieron preguntas y corrieron también, cuando oímos a lo lejos como si uno de aquellos arboles titánicos era arrancado de la tierra. Un sonido que no olvidare jamás.
Al llegar a la entrada si vi a paula, y si vi que estaba pálida, la ayude a salir y la cargue, y todos volvimos corriendo de vuelta a la escuela, a tomar otro camino, quizás más largo, pero hay que tener cuidado con los claros, porque a veces en ellos habitan cosas, cosas que no quieren ser molestadas. El papa de Paula nunca apareció.