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Un nuevo año, un nuevo comienzo.

Era la frase que Mark repetía en su mente como si de un mantra se tratara, llevando ya unos cinco minutos debatiéndose en si debía entrar a la institución o no, cuando la respuesta era demasiado obvia. Veía a la gente pasar mientras tomaba una decisión, sintiéndose extrañamente observado cuando definitivamente nadie estaba prestándole ni la más mínima atención.

Y lo confirmó cuando, ya dado el primer paso dentro del terreno que era parte de la institución, se percató de que nadie le estaba mirando. Nadie. Todos estaban concentrados en sus propios asuntos, como encontrar sus salones o ponerse al día con sus amigos. Eso hizo que el alivio le inundara, pues pese a haberse cambiado de escuela existía esa pequeña parte de él que creía que pasaría lo mismo que en la anterior.

Cálmate. Esta vez todo será diferente.

Asintió para sí mismo, mirando las prendas que llevaba puestas, a las que empezaba a acostumbrarse, y emprendiendo su búsqueda de alguien que perteneciera al consejo estudiantil para que pudiera darle indicaciones. En su camino, no pudo evitar apreciar tanto el edificio que, por imposible que le pareciera, era más amplio que su escuela anterior, y el ambiente. Por alguna razón, le gustaba. Quizá era porque dejaba de sentirse observado, quién sabe. Tan distraído iba, que no se percató de que una persona iba algo apresurada y terminó tropezándose con él. Afortunadamente, pudo reaccionar a tiempo para evitar que el chico cayera.

El pelirrojo se sostuvo de sus hombros por inercia, y las manos del pelinegro lo tomaron de la cintura. El pelinegro se dedicó a analizarlo inconscientemente. Cabello rojizo, piel tostada y pequeños lunares adornando su bonito rostro. Llevaba una chaqueta de cuero sobre una camiseta simple de color blanco, y unos jeans ajustados. Algo parecida a su vestimenta, sólo que en lugar de la chaqueta llevaba un hoodie y a él no se le veía tan bien. Mark, sin percatarse de la cercanía y embargado por la preocupación, ayudó al desconocido a incorporarse y se apresuró a preguntar:

—¿Estás bien?— el chico levantó la vista, mirándolo durante unos segundos antes de asentir.

—Sí— respondió, alejándose un poco y haciendo una pequeña reverencia—. Lo siento por eso. Iba demasiado apresurado como para ver si me topaba con alguien o no.

—No, no— negó el pelinegro, agitando sus manos con nerviosismo—. Yo también iba demasiado distraído.

El chico suspiró, sin creerse que eso realmente le estaba pasando. Es decir, era demasiado cliché considerando que el pelinegro era lindo y también era el primer día de clases. —No discutiré por eso. Quedamos en que ambos tenemos la culpa. ¿Estás de acuerdo con eso?

Mark asintió. —Me parece bien, uhm— murmuró, reuniendo la valentía para pedir algo de ayuda—. Oye— llamó, nervioso, antes de que el pelirrojo se marchara—. ¿Puedes decirme dónde está la sala del consejo estudiantil? Es mi primer día aquí y creo que me he perdido...

El moreno soltó una risa, asintiendo. —De acuerdo. De todas formas, iba hacia allá antes de tropezar por andar de apresurado.

Con eso dicho, ambos emprendieron camino hacia la sala en la que los miembros del consejo solían reunirse para... bueno, hacer cosas del consejo. No podía importarle menos. Mark no podía apartar la vista del bonito chico que iba a su lado, en un extraño pero cómodo silencio.

—Es extraño y puede parecerte invasivo, pero...— comenzó el pelinegro, ganándose la atención del otro—. ¿Puedo saber tu nombre? Está bien si no quieres, no tienes por qué-

La risa del moreno interrumpió su cháchara. —Donghyuck— respondió. Mark asintió, dispuesto a decir su nombre también, pero el otro volvió a interrumpir—. Y aquí estamos. Fue un placer conocerte, uhm...

misión (im)posible  𔘓  맠동.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora