17 años y 4 meses han pasado desde que vinieron al mundo los mellizos Fernández. La vida de Christian no podría haber sido mejor. Le consintieron todo lo que pudieron y más. Mientras tanto a su melliza no podría haberle ido peor. Nunca la reconocieron como una integrante de la familia, ya desde pequeña la obligaron a hacer todo lo que le mandaban. Cuando llegó la edad en la que debería empezar el colegio, la llevaron pero a una escuela donde nunca asistiría un Fernández.
En el colegio también la trataban mal de pequeña y a medida que los años fueron pasando eso no cambió.
Al principio no entendía lo que pasaba, pero con los años se acostumbró a estar sola, a que nadie la quisiera, a que todos la tratarán mal. Annabeth se había convertido, o mejor dicho la habían convertido, en una persona desconfiada, fría y solitaria.
Era septiembre y comenzaba su último curso antes de ir a la Universidad, si es que iba porque recientemente había escuchado hablar a su padre con otros varones Fernández diciendo que el día de su cumpleaños número 18 se comprometería con alguien rico. Ella sabía que eso significaría decir adiós a sus estudios, porque la persona con la que se casaría solamente la querría para cocinar y darle hijos, nada más.
Desde que había escuchado esa conversación empezó a buscar algún tipo de solución, hasta había pensado en huir pero luego se dio cuenta de que eso sería inútil, ya que tarde o temprano la alcanzarían.
Como todos los días, Annabeth estaba en su cuarto y en un momento de melancolía miro a su alrededor. Lo que vio no podía calificarse como una habitación de una adolescente casi adulta. La habitación no tenia fotos de amigos ni familiares, las cortinas, las sabanas y todo lo demás era de color gris oscuro casi negro.
"Que ironía, mi alma y mi corazón son tan oscuros como esta habitación" pensó Annabeth al contemplar la habitación.
Se hecho sobre la cama y pensó "Que habré hecho para merecer esta clase de vida, tuve que haber sido muy mala en una vida pasada. Todavía me pregunto porque me dejaron con vida, hubiera sido preferible estar muerta, se la pasan todo el día insultándome. El peor de todos es mi padre, me ignora y cuando me hace caso es para insultarme, me reprocha el ser mujer, le gusta que sufra y algo mucho peor es que lo hace delante de mi madre y ella no hace nada, se queda ahí parada mirando como sufro."
Cada vez que esos pensamientos llegaban a su mente sentía ganas de llorar pero siempre evitaba hacerlo, eso la hacia sentir débil.
Al día siguiente comenzaba el que seguramente seria su ultimo curso de estudios y decidió ir a dormir para estar descansada.
El colegio de Annabeth empezaba a las 9 de la mañana, pero ella siempre se tenia que levantar a las 6 para preparar el desayuno de su padre que se marchaba a trabajar a las 7:45 y luego el de su mellizo. Como cada mañana, después de desayunar, se marcho caminando hacia el colegio, al que asistían hijos de padres de economía media. En cambio a su mellizo le inscribieron en la mas prestigiosa escuela del país.
Al llegar se dirigió al auditorio donde decían el tutor, la clase y los integrantes de esta.
En cuanto escucho su nombre, se dio cuenta de que no había prestado atención a los nombres de los que serian sus compañeros. Cuando acabaron de decir los nombres de los integrantes de las demás clases se fueron junto al que seria su tutor, el cual se le hacia conocido a Annabeth. Ya en al clase todos se volvieron a presentar y los que se conocían se pusieron a hablar entre ellos.
Annabeth paseo la vista por la clase y por sus compañeros, analizandoles y advirtió que conocía a todos menos a un chico. Este chico estaba un poco alejado y tenia pinta de nuevo. Este chico es bastante guapo, tiene el pelo negro y corto, piel morena, es alto, musculoso y con unos ojos de un azul precioso.
Ese chico podría decirse que es todo lo contrario a Annabeth, al menos físicamente. Ella había heredado el cabello castallo y rizado de su madre y los ojos azules claros de su abuelo paterno.
Un grupo de chicas que se encontraban en la parte izquierda de la clase, estaban riéndose y cuchicheando mientras miraban al chico nuevo. Después de un rato hablando, se decidieron a acercarse. Se pusieron alrededor del nuevo y le empezaron a acosar con preguntas.
- ¿Cual es tu nombre?
- Alexander - contexto levantando la mirada de su móvil.
- ¿Tienes novia? - pregunta la que el año anterior consiguió el puesto de capitana de animadoras y que llevaba toda la vida haciéndole la vida imposible a Annabeth. Su nombre es Lilith.
- No, - dijo Alexander, provocando el entusiasmo de las chicas - tengo prometida - termino de responder con una sonrisa de chico malo.
Cuando Alexander termino de responder toda la clase se quedo en silencio sorprendidos por la respuesta. Aunque Annabeth se sorprendió, no lo mostró y siguió leyendo el libro que tenia entre las manos y que había sacado de la biblioteca un día antes.
Annabeth a pesar de todas las tareas y trabajos que tendría que hacer prefería pasarse todas las horas que fueran necesarias en él a tener que estar todo el día en casa.
Prefería quedarse estudiando, prefería dormir poco... a tener que soportar a su padre a todas horas de todos los días. Porque lo único que hacia era insultarla, menospreciarla, pegarla. Algunas veces había tenido que quedarse en la cama para que se terminaran de curar las heridas y no empeoraran. Y estaba segura de que si alguna vez llega a enfadarlo demasiado, seria capaz de mandarla al hospital por la gravedad de las heridas.
Una vez que el día de presentación hubo terminado, cada alumno se fue para su casa o reunirse con sus amigos para disfrutar del buen día que hacia. Annabeth se dirigía a su casa cuando pasando por un callejón una mano la arrastro hacia adentro.
- ¿Quien eres?¿Que quieres?- pregunto Annabeth intentado liberarse de los brazos del desconocido
- Mmm... ¿Que quiero? Eso es fácil. Te quiero a ti.- dijo el desconocido agarrándola de las muñecas, levantándolas por encima de la cabeza y colocando su cabeza en el hueco que queda en su cuello.
- Pe...Pero ¿Que haces? ¡Suéltame! - seguía quejándose Annabeth, intentando apartarse de él.
Entonces Annabeth empezó a sentir besos a lo largo de su cuello. Besos suaves, cariñosos, que le causaban temblores en las piernas. Los besos continuaron y por cada beso que el desconocido le daba la intensidad de estos aumentaba. Annabeth había comenzado ha disfrutar de esas dulces caricias, cuando el desconocido succiono fuertemente, dejando una marca en el lugar donde se unían el cuello y el hombro.
Esta acción provoco un fuerte gemido por parte de Annabeth. Cuando el desconocido se separo de su cuello se miraron, y a pesar de la oscuridad Annabeth pudo distinguir un destello de azul al mirarle.
- No lo olvides, eres mía.
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¿Principe azul? No, gracias.
ParanormalAnnabeth y Christian a pesar de ser mellizos vivian una vida completamente distinta. Él iba a colegios privados y le trataban como un rey. Ella iba a un colegio público y parecia la sirvienta de la casa. ¿Porque? Os preguntareis, la respuesta es sen...