Anti Renato Renato Club

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—¿Qué quieres qué? —pregunta confundida con su ceño fruncido la mujer detrás del mostrador, mordiendo el interior de su mejilla, sacando a relucir sus brillantes labios color negro que cada hora se retocaba al igual que la oscura sombra de sus ojos.

—Necesito que me des trabajo aquí en el restaurante. —responde con rapidez el de cresta, desesperado, pasándose la mano por la frente para retirar el sudor.

—Horacio, —llama con tranquilidad luego de un suspiro— Este es un local de comida rápida, vendemos hamburguesas —señaló con obviedad y un tono burlesco— Conociéndote por el casi medio año que has estado aquí en Haraiami, dudo mucho que vengas aquí a atender clientes.

—Melissa, por favor —pide realizando una cara de cachorrito en intentos de persuasión, juntando las palmas de sus manos como si fuera a rezar.

—Joder, tío —rebuzna, rascando el lado derecho de su cabellera negra rapada por la mitad y soplando el fleco largo que caía un poco sobre sus ojos— Me estás diciendo que te dé trabajo para que pagues tu deuda, ¿no?

—Bueno... —ladea su cabeza en modo pensativo.

—¿¡No piensas pagar tu deuda, cara e' huevo podrido!? —alza su tono de voz con molestia, siendo callada por el contrario al acercarse a tapar su boca— Que me corres el maquillaje, tú —dice retirando de un golpe la mano contraria.

—Vale, vale —asiente el menor con cansancio, volviendo a pasar sus manos por su rostro para retirar el nuevo sudor sobresaliente— Pensaba trabajar para comer hamburguesas gratis, pero luego recordé que no tengo ni casa, ni ropa, ni una puta mierda.

—Tampoco tienes el amor de ella, si, a todos nos pasa —encoge sus hombros y se da la vuelta para entrar a la cocina— Todos tenemos problemas.

Las respuestas de la mujer un año mayor que él lo hicieron apretar sus labios para evitar maldecir, verdaderamente estaba desesperado por tener una solución rápida a su problema. Aunque solo pensaba en comer, también tenía otras necesidades que cubrir.

Y siendo sincero con él mismo, en parte era su culpa por no tener dinero, o mejor dicho, por malgastar el dinero. En su mente era más fácil insultar a Gael y a Raquel, la mujer que le estuvo dando por culo por varios meses, exigiéndole que pagara su deuda hasta tal punto de echarlo del hotel, para así no sentir esa presión sobre sus hombros.

—¡Mel! —pidió el hombre con miedo al ver cómo la mujer lo dejaba solo— ¡Por favor!

—Eh, disculpe, ¿va a ordenar algo? —tocó su hombro un chico de menor tamaño detrás suya en la línea para ordenar.

—Claro que sí —afirma con seriedad, volteando a ver al menor de posibles 18 años— Voy a pedir una hamburguesa con doble dignidad para ti, te vi botando basura en la calle y eso no se perdona, mamaguevo.

—¿Qué coño? —murmura el contrario, frunciendo su ceño levemente.

Horacio, sin querer seguir peleando con el adolescente que ni siquiera había botado basura al suelo, se retiró y dio la vuelta al mostrador, abriendo la pequeña puerta de madera que dividía todo, entrando sin permiso detrás del mostrador hasta llegar a la cocina del local.

—¿Hola? —pregunta el intruso, buscando con la mirada a la mujer gótica.

—¿¡Cómo que se acabó la chía!? —se escuchó al otro lado de los estantes con pan de hamburguesas y perritos calientes, haciendo estremecer el cuerpo del hombre con sobrepeso.

Acto seguido del grito, el de cresta sin aun ver el dueño de aquella voz tan grave que resonó en todo el lugar, dio un par de pasos hacia atrás con intenciones de escapar de la cocina sin ser encontrado como el voyeur que era, sin embargo, se detuvo de golpe al chocar con el pecho de alguien.

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⏰ Última actualización: Oct 31, 2020 ⏰

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