Prólogo: La Primera y Gran.

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Cuando vi por primera vez a Alex, supe que quería acostarme con él. No me malinterpreteis: no soy una zorra ninfomana polioperada, ni mucho menos. Pero si le preguntas a cualquier chica que es en lo que primero que se fija del sexo opuesto, probablemete respondera con la típica chorrada de "sus ojos" o "su boca" o incluso alguna salida dira "su tableta". Sin embargo, yo me fijo en nada mas y nada menos que en el pelo. Y Alex poseía la melena rubia mas perfecta y maravillosa que jamás habia visto. 

        Yo la verdad, nunca había sido muy popular. Ahora, no me vayaís a poner la etiqueta de " Pringada antisocial libro-adicta". Tranquilos, os puedo casi asegurar que esta historia no es ningun clliché barato americano de estos que solian poner en MTV. A pesar de no haber sido nunca la reina Abeja, la verdad es que nunca me he quejado de mi status social: tenía bastantes amigos, y respecto a los chicos, siempre había conseguido lo que quería. Sin embargo, Alex era otro mundo.

        Yo estaba acostumbrada a lidiar con chicos de mi mismo rango, y mi rubio era todo lo contrario a mi: mientras yo me limitaba a buscar a un hombre que me ofreciese amor, y sobre todo, cariño, él se paseaba por los pasillos del instituto creyendose la gran cosa, como si con un chasquido de dedos, todas la chicas fueran a caer rendidas a sus pies.

        Personalmente hasta ese día, esa clase de carácter me parecía insoportable, y a pesar de su precioso cuero cabelludo, Alex siempre me había parecido un ser inmaduro e insufrible. Yo estaba acostumbrada a fijarme en chicos mas simples e humildes, pero ese día, algo me hizo fijarme en él. Mi memoria es bastante pésima, por lo que no recuerdo muy bien los detalles insignificantes, pero una cosa si quedó grabada en mi mente: Alex me miraba fijamente mientras sonreia. "Pues menuda parida" direís. Pero es que Alex no lucía su típica sonrisa altiva, si no que me observava detenidamente, con un gesto casi tímido. Parecia con si hubiese bajado de una vez por todas del Olimpo, y por una vez, era casi humano.

        Algo me revolvió por dentro, y desde ese dia, no pude dejar de pensar en él. ¿Y si me gustaba Alex? La respuesta era claramente afirmativa. Pero ahora llegaba la pregunta del millón: ¿Consegiria que él se interesara por mi? Alex era claramente un Playboy: sabía perfectamente que en cualquier momento caería inocentemente a sus pies, y en cuanto consiguiese lo que quería, se libraria de mi cual kleenex viejo. ¿De verdad iba a correr ese riesgo? Sin embargo, ninguna chica negara que le encataría ser el primer amor verdadero de un playboy. A pesar de que Alex fuera tal vez demasiado para mi, el hecho de que siempre conseguía al chico me lleno de confianza, por lo que decidí ir a por el molesto pero atractivo rubio.

Y esa fue mi primera y gran equivocación.

        

La Teoria de las EquivocacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora