—Alguien podría decirme, ¿cómo podríamos olvidar el pasado? Un pasado, algo doloroso tal vez...
Silencio.
Eso era lo que había.
Quién respondería esa pregunta tan... estúpida.
Digo, éramos jóvenes en un hospital psiquiátrico, cada quien con sus problemas, mientras un viejo, con poco cabello a ambos lados de su cabeza, nos miraba con una sonrisa, y preguntaba eso.
— Yo... yo creo que, no podemos olvidarnos de el, p-pero si... Si podemos afrontarlo.
Wow, al parecer alguien si tenía ganas de hablar.
— Muy bien... –hizo una mueca extraña.
— Aren, Aren Dalia, señor.
— Gracia por tu participación, Aren. Se que muchos no quieren hablar, pero ¿No creen que es algo importante expresarse?
Silencio.
Este soltó una pequeña risita, mientras dejaba de vernos — Entiendo, pero, luego no quieran que nosotros entendamos lo que sienten, si no hablan.
— Usted viejo, no sabe por lo que pasamos, así que mejor, cierre la boca.
— ¿Que dijiste Demián? –hablo con un tono bastante molestó e incómodo.
— Lo que oyó. –golpeteo la mesa
Dios, este chico no tenía pelos en la lengua.
— Al parecer no oí lo que un joven, quien no desea expresar sus sentimientos, mostrar ni hablar de ellos, para recibir la ayuda que necesita, dijo hace poco. – respondió mientras se sentaba en su silla.
— No lo hago, porque no me da la maldita gana de hacerlo.
Esto, esto se está poniendo muy raro.
— Bien, Aragón Demián –agachó su mirada hacia un papel, que al parecer tenía el nombre de todos– afuera de la clase, ahora, o llamo al señor Alpert. –dijo en un tono bastante aterrador para muchos–
El moreno que se sentaba hasta el final, sonrió con malicia, agarró sus cosas -que eran prácticamente un cuaderno y un lápiz- y caminó hasta la puerta, no sin antes volverse y mostrarle el dedo corazón al tutor de la clase.
Este iba a decirle algo, tal vez una sanción como siempre, por aquel comportamiento, pero sus palabras quedaron en el aire, al momento en el que el moreno salió de una buena vez de la clase, sin dejar rastro.
— Ese tipo de comportamiento no lo llevará a nada bueno, así que no lo hagan ¿Bien? –todos asintieron–
...
Lo único bueno que podía "destacar" del lugar, es que no era tan "aburrido", digo, había un pequeño patio, con una mesa de ping-pong; bastante vieja realmente. Las duchas se separaban a ambos lados de el campus, baños y duchas, una de mujeres y otra de hombres, por supuesto.
Cada quien por su lado, pero al momento de pasar lista cada tarde a las siete; casi noche, todos podíamos vernos, y charlar por un determinado tiempo, no era la gran maravilla, pero no estaba tan mal.
Todos adolescentes a simple vista, pero con un pasado, o un ahora, demasiado doloroso. Cada quien tenía diferentes problemas, ya sean leves, o grandes, pero los tenían. Por eso estábamos aquí, en este lugar, que todos podrían decir que era horrible, pero el tiempo lo hacía ver diferente, o bueno, después de mucho pasó algo, que realmente cambio la vida de todos aquí.
...
— ¡Ru...!
— No –mi voz salió bastante dura para mí parecer–
— Yo amm...
Me volteé hasta encontrar un rostro femenino — Emma, así me dicen, así me conocen, así me llamo. Así que, si te vas a dirigir a mi, dime Emma ¿Entiendes?
— Si... Lo lamento.
— ¿Qué quieres... Aren?
Logré ver cómo se tensaba al oír pronunciar su apellido, de una forma bastante, ruda.
— Solo... s-solo quería... que
— Joder, dilo mujer. –tenía prisa y está solo lograba retrasarme.
Esta no dijo nada, solo extendió su mano, levemente temblorosa y me entrego una pulsera.
¿Por qué lo tenía?
— Yo, l-lo encontré en tu asiento.
— ¿Por qué buscaste en mi asiento? –la confusión en mi rostro era obvia.
— Bueno... –su mirada se perdió.
— No importa. –la mire con una mueca antes de hablar– Gracias, supongo.
— No hay de...
Salí de ahí.
...
—Joder... –solté un leve gemido al cortarme con el vidrio que traía en mi mano.
Mi intención no era cortar la palma de mi mano.
No era profundo ni grande, pero ardía un poco. Me dirigí al lavamos más cercano que había y limpie la poca sangre que salía de ahí.
Un carraspeo se oyó a mis espaldas sorprendiendo un poco, me volteé ligeramente, hasta encontrarme con un chico apoyado en una columna, alto, cubierto por una capucha cubría la mayor parte de su rostro.
— ¿Qué? –hablé.
Volteé mi cabeza hacia un lado ligeramente, mientras intentaba mirarlo. Era algo imposible, a menos que levantará más el rostro lograría verlo.
Este solo hizo como que si no dije nada, y se fue.
La campana sonó, dando a entender que pasarían lista, y debíamos estar en el patio principal, si ese mismo donde había una mesa de ping-pong.
Logré ver cómo el encapuchado se metía entre la multitud, poco fue lo que observé, hasta que volvió a desaparecer.
Raro.
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"Emma"
ParanormalTerror, fue lo que sintió, al enterarse, que su propio enemigo, fue su mente. [Si les gusta, actualizaré seguido:D]