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Londres, Inglaterra.

Una semana después estaba completamente instalada, poco a poco me acostumbraba al cambio de horario y a los ingleses. Mis días se basaban en salir temprano del apartamento y recorrer montones de calles en busca de empleo. Todos los días terminaba perdida y tenía que pedir indicaciones para volver al apartamento o tomar el metro, pero tenía que hacerlo.

Recién salía de una entrevista en un periódico, estaba usando mi traje más formal y sentía que lo había hecho bien. Me emociona fantasear con que tal vez me aceptarían, trabajaría en redacción que es mi parte favorita de ser periodista. Aún así, intento no ilusionarme demasiado pues así no estaría tan decepcionada si no me contrataban.

Cuando llegué al apartamento estaba exhausta, ya no sentía los pies y anhelaba una ducha caliente. Hazel estaba en el sofá viendo las noticias en la televisión.

-Hey, ¿Qué tal te fue?

-Me rechazaron en un restaurante porque al dueño "no les gustan las americanas"- Bufé.- ¿Qué tal tu día?

-Genial. Y que ridículo ese hombre... no te preocupes, ya encontrarás algo.

Intenté sonreír. Eso esperaba.

-Haré la cena.

Hazel sonrio, yo insistia en cocinar porque me daba muchísima vergüenza no aportar nada. Y a ella le gustaba porque, para ser honesta, se me da bien la cocina.

Hice una cena rápida la cual comimos juntas y después me excuse para ir a tomar mi esperada ducha. La convivencia con Hazel estaba siendo un completo éxito hasta el momento, ambas eramos tranquilas y ella era demasiado dulce y amable. Vivir con ella estaba siendo bastante bueno

-¿Te ha gustado la ciudad?- así inicio nuestra conversación a la mañana siguiente mientras desayunabamos.

-La verdad es que nunca me había llamado la atención. Pero debo admitir que es preciosa y muy diversa, eso la hace genial. Entonces si, si me gusta.

-Londres siempre fue mi sueño.- me comenta emocionada.

-¿Extrañas a tu familia?

-Claro, a mis padres, pero desde ya estamos planeando como vernos. ¿Tú no extrañas la tuya?

-No.- me aleje de la barra con la excusa de lavar los platos sucios.

-Oh, entiendo. Tengo una amiga que tal vez pueda tener un trabajo para ti. ¿Eres además fotógrafa, verdad?

-Si.- la miré con ojos brillantes.

-Perfecto, quería confirmarlo. No estaba segura pues no conozco mucho sobre ti, pero recordé que resaltabas mucho en las clases de fotografía de la universidad.

-Podemos conocernos mejor.- sonreí. -Eres increíble, Hazel.

-¡Ya se! Salgamos esta noche, celebremos tu primer viernes en Inglaterra. Vamos a un pub con mi amiga, y así te puede conocer y recomendarte para el trabajo.

-Sería genial.

Pasé todo el día algo ansiosa por pensar en nuestra salida, pues además de que implicaba conocer gente nueva, podría definir mi situación laboral, debía dar una buena impresión y no quería estropearlo. No soy demasiado tímida pero mis habilidades para socializar no eran demasiado buenas, por lo general me cuesta iniciar una conversación y seguirle el ritmo sin decir cosas estúpidas. Por eso las clases de entrevistas fueron la peor etapa para mi. Me gustaba más estar detrás de las cámaras, de los lentes, sin que nadie me viera y sin tener que cambiar mi usual tono bajo de voz.

Ana - H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora