I don't love you

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Disclaimer: Harry Potter y su universo no me pertenecen.

Era una mañana nublada de primavera. Draco abrió los ojos, tan sutilmente como si solamente hubiera pestañeado en lugar de dormir unas escasas tres horas. Y junto al agotamiento que tenía, se le sumaba el peso que él mismo se había añadido sobre sus hombros. Hoy era el día.

Se levantó de la cama, estremeciéndose cuando sintió las frías baldosas de pizarra que tapizaban el suelo de las mazmorras sobre sus pies. Bajó la vista, contemplando inexpresivo cómo el negro del suelo contrastaba con sus pies. Parecía que alguien se había atrevido a derramar leche sobre un mar de tinta negra. 

Arrastró aquellas manchas blancas hasta el baño. Se detuvo frente al espejo, de perfil, contemplándose en el reflejo. Bajo sus ojos, dos manchas violáceas enmarcaban sus pestañas, tiñendo la plata de sus ojos de un color más claro que de costumbre. Se obligó a apartar las vista de su propia imagen porque sabía que solo lo estaba haciendo para retrasar lo inevitable.

Entró en la ducha tras desvestirse, abrazándose a sí mismo cuando se puso bajo la lluvia de agua cálida. Pasó los dedos por sus ojos, para retirar el pelo y el agua que había caído sobre ellos. No debía tardar mucho o llegaría tarde.

Se vistió, lanzó un hechizo sobre su pelo para secarlo y un glamour para sus ojeras antes coger su bolso para meter el ensayo de Astronomía en el que había estado trabajando.

Fue directamente al invernadero 5. Su habitación vacía le decía que ya era demasiado tarde para desayunar, pero de todas forma tenía el estómago completamente comprimido por los nervios y no creía poder tomar nada sin vomitarlo. Aspiró el olor a tierra mojada y saludó a la Profesora Sprout y a Longbottom.

Su corazón comenzó a acelerarse conforme fueron entrando los estudiantes, impaciente, y dio un vuelco en cuanto Harry entró por aquellas puertas de cristal. El moreno se sacudió el pelo, mientras sonreía y hablaba con Granger, antes de dirigir la vista hacia Draco y saludarlo con la mano. Avanzó hacia el rubio hasta sentarse a su lado en su lugar habitual y comenzar a charlar animadamente.

Draco sintió la calidez inundar su pecho. Pero sabía que era el día y eso apagó un poco la llama.

–Harry –lo interrumpió–, ¿podemos hablar después de las clases?

El Gryffindor parpadeó sorprendido por verse interrumpido, pero rápidamente asintió y retomó la sonrisa y la conversación.

Harry y él se había hecho amigos y Draco ni siquiera sabía cómo. No sabía cómo habían comenzado sus conversaciones, ni cuándo Harry había empezado a hacer tiempo para pasar algunas tardes con él. Pero sí sabía el momento exacto en que se dio cuenta de que se había enamorado. Fue en un desayuno, el día o la estación no tienen importancia. Recordaba simplemente alzar la vista y encontrarse de frente con un Harry riendo en la mesa de enfrente. No era el Harry más hermoso que había visto, con los dientes llenos de trozos de comida y una mancha de té en la túnica, pero el brillo que tenían sus ojos y el sonrojo que le había provocado la risa fueron suficientes para enviar su corazón al fondo de su cuerpo.

Ya había pasado un tiempo desde que Draco había tenido su serendipia. Y ese amor destinado al fracaso se había enredado sobre él, clavándole sus espinas.

Se encontraba a sí mismo buscando entre los gestos de Harry, buscando, anhelando, encontrar algún indicativo de que Harry quizá lo amase. Se encontraba tergiversando momentos completamente normales, pensado que eran una señal de que Harry lo amaba. Sabía la verdad, pero sabía que no la aceptaría hasta que saliese de los labios de Harry.

Pasaron las horas y las clases. Draco se detuvo en el marco de la puerta de Aritmancia. Harry estaba esperándolo. Realmente había llegado lo inevitable.

Comenzaron a alejarse del aula y Harry empezó a hablar mientras caminaban por pasillos al azar. Terminó con su diatriba cuando se dio cuenta de que Draco no estaba prestándole atención y le preguntó de qué quería hablar.

Draco se detuvo, mirando cómo la lluvia caía desde una ventana. El cielo lloraba por él.

–Estoy enamorado de ti.

Vio el momento en que sus palabras calaron a Harry. Sus ojos verdes se abrieron y empezó a balbucear e intentar disculparse, manoteando.

–Harry –lo interrumpió, tomando una de sus manos–, no te disculpes. Sé que no te gustan los chicos, pero necesitaba tu rechazo para seguir adelante.

–Draco, lo siento tanto –los ojos del Gryffindor empezaron a brillar con lágrimas.

Curiosamente, Draco no sentía ganas de llorar. Quizá estaba en shock, quizá era porque ya había asumido el rechazo antes de recibirlo.

–No te disculpes –repitió–, no has hecho nada. Sólo, dame tiempo, ¿vale? Volveré a ti cuando me sienta preparado.

–¿Estás seguro?

–Sí, Harry, siempre volveré a ti –contestó, aunque sabía que no era eso a lo que se refería, antes de marcharse.

Aquella noche, arropado por la calidez de sus doseles de terciopelo y un muffliato, Draco se permitió derramar unas lágrimas por su corazón roto. Y se sintió estúpido porque él ya sabía el resultado de su confesión antes de realizarla, pero también sabía que era bueno permitirse tener un tiempo para confrontar la realidad y digerir sus sentimientos innecesarios.

Dos semanas después de su confesión, Harry intentó hablar con él.

Durante ese tiempo, Draco había notado los ojos de Harry sobre él en todo momento cuando estaban en la misma habitación. Era como en sexto año. Y todo esto solo añadía peso a su corazón que apenas se atrevía a empezar a cicatrizar.

Harry se acercó, intentado hacer conversación como siempre hacía, pero Draco veía el titubeo en sus ojos, notaba como medía sus palabras, como lo tanteaba.

–Harry, para –le pidió–. Sé que quieres que todo vuelva a ser como antes, y lo será, pero necesito tiempo –Potter tomó su mano y Draco tomó una profunda respiración errática–. Todos siempre hablan de lo difícil que es decir 'Te amo', pero nadie te dice nunca que es aún más complicado decir 'No te amo'.

Harry lo dejó marchar. Y Draco se dio cuenta de que esa conversación había sido necesaria, porque tras ella, sintió a su corazón sanar mucho más rápido.

Un mes y medio después, Draco se sintió preparado. Sus sentimientos por Harry no se había desvanecido totalmente, pero se sentía lo suficientemente fuerte para poder mirarle a los ojos sin temblar. Las espinas de ese amor aún le pinchaban, pero no llegaban a rasgarle la piel.

Ya había llegado el verano. Encontró a Harry en el patio, tirado en el césped y apoyado en un banco de piedra. No pudo evitar reír. Harry levantó la vista y al encontrarlo a él, Draco pudo ver cómo sus ojos se iluminaban.

–Harry, los bancos son para sentarse.

Y Harry empezó a llorar y Draco entró en pánico.

–¡Te he echado tanto de menos! –le explicó entre lágrimas cuando Draco intentó consolarlo.

Y Draco sonrió. Aún estaba enamorado de Harry, pero iba por buen camino y su corazón estaba sanando. Sabía que pronto le podría decir 'no te amo'.

Escribí esto inspirada por la canción 'These Four Words' de The Maine.

Chicos, cuando os rompan el corazón, permitíos llorar, gritar y amar. Pero recordad que todo pasará, que volveréis a brillar, así que no os dejéis ser tragados por el dolor. Y no odies, no os odies a vosotros por enamoraros ni a la persona que no ha podido corresponderos, porque son cosas que suceden en la vida y que nadie controla. Y no dejéis que nadie, ni siquiera vosotros mismos, os digan que vuestros sentimientos son innecesarios.

Eso es todo, espero que os haya gustado. Siento no haber podidos daros un final feliz en esta historia.

Ross.

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⏰ Última actualización: Oct 27, 2020 ⏰

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