Entrega 2: Si lo rompes, lo pagas.

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Déjenme contarles un poco más acerca del joven trabajador Midoriya Izuku. Desde pequeño fue un niño muy amable y considerado, un tanto anormal sí tomamos en cuenta su edad en ese entonces. Siempre apoyando a su madre, no había ni un día en que el pequeño peliverde no ayudara con los quehaceres de la casa, ya sea limpieza, lavandería, incluso cocina, aunque la primera vez que lo intento quemó hasta el cereal. Pese a esto, la señora Inko no podía estar más agradecida, tener a un hijo muy atento y que siempre daba lo mejor de sí en la escuela era su mayor felicidad.

Aún con la ausencia del padre, Izuku creció como un joven alegre y optimista, aunque había algunos casos en los que se mostraba como alguien inseguro. Socializar con la gente, sobre todo con las chicas, no era algo que hacía muy a menudo. Al estar siempre ayudando a su madre, ya sea trabajando a medio tiempo o estudiando, le era imposible congeniar con jóvenes de su edad, tan sólo hubo un par de ocasiones que lo intento, pero, debido a cierto incidente, ciertas personas, perdió la poca confianza que había adquirido.

Ira, traición, decepción, resentimiento serían algunos de los sentimientos negativos que pudieron haberlo hecho cambiar, pero no, el muchacho era demasiado bondadoso como para ser corrompido, un joven puro... O un tonto en verdad.

Debido a la enfermedad de su madre, le fue imposible mantener su vida escolar. Abandonó toda posibilidad de un buen futuro cuando su madre al fin lo dejó, después, la primera señal de escasez. Se concentró en su empleó, en los muchos que tuvo, aprendió mucho de estos, ganó mucha experiencia en diversos campos, sin embargo, tal como funcionaba el mundo laboral hoy en día, esto le resultaba inútil. Tuvo que seguir ganándose el pan realizando tareas físicas, su campo más fuerte... Una bestia oculta detrás de una expresión inocente.

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-Aah... Aah... Aahh- Resonaban, cada gemido y grito que pegaba la rubia resonaba en toda la habitación. La fotografía sobre la pequeña cajonera, de una pelinegra junto a una figura masculina, indicaba que no se era su departamento, aun así, ella siguió haciendo un desastre- Así... Así... Aah... Sigue... Dame... Dame más fuerteeh – Sobre la cama, su voz y expresión denotaban gran placer.

Un figura escultural y bien definida, sus grandes pechos balanceándose con cada estocada mientras una ligera capa de sudor cubría su piel. Cualquier hombre mataría por tener a una mujer así sobre su cama y bajo su cuerpo. Pero para el joven que la hacía gritar, él sólo diría "por favor" y luego preguntaría cómo demonios terminó en tan envidiable escenario.

-Y-Yo... Yo no sé... no sé si debería... ¿Q-Qué tal si...? - Mientras movía sus caderas torpemente, el peliverde comenzaba a dudar. Cada movimiento, cada centímetro de su miembro que metía y sacaba de ella, lo tenía realmente abrumado. Se preguntaba si la estaba lastimando, porque gritar de esa manera tan fuerte no era para nada normal... Al menos para él.

-No... No te preocupes... Sólo dámelo... Dámelo todo... Aaah – Continuó gimiendo mientras se aferraba a las sabanas, desordenándolas, mojándolas con sus fluidos y deseo.

– "¿Por qué... ¿Por qué estoy haciendo esto? – Pensó Izuku mientras cerraba sus ojos con fuerza y apoyaba sus manos sobre la cama, evitando caer sobre la rubia.

-Oh, ¿Qué sucede? – Una cabellera negra junto con unos anteojos de marco rojo asomaron de la puerta- ¿Ya terminaron? – Preguntó, viendo que el chico comenzaba a disminuir el ritmo.

- Aahh... -Soltó un débil gemido para luego fijarse en su amiga- T-Te... ¡Te dije que no entraras! – Le reclamó, con sus mejillas rojas, más por la vergüenza que por el enojo.

Héroe CazadorWhere stories live. Discover now