Parte Única

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El reloj marcaba las 06:00 de la mañana, un día de otoño como muchos otros del mes de octubre en Japón

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El reloj marcaba las 06:00 de la mañana, un día de otoño como muchos otros del mes de octubre en Japón.

Afuera se oía como la brisa corría fresca removiendo las ramas de los árboles a medio deshojar, arrancando otro poco del follaje color ocre que en sus diversas tonalidades caracterizaba aquella época del año.

Empezaban ha asomarse los primeros atisbos del albor entre las persianas que cubrían la ventana, formando tenues líneas verticales sobre el cobertor de la cama.

El pitido de la alarma resonó atronador en aquella tranquila habitación y Tobio estiró su brazo para apagarla en un movimiento brusco. Se quedó unos segundos más de lo habitual observando las motas de polvo flotando en el espacio.

Era un día como muchos otros del mes de octubre, solo que para Kageyama no lo era.

Los aniversarios pueden tener una gran variedad de significados, muchísimas veces traen felicidad, como el aniversario de bodas de sus padres.

Otras veces eran nostálgicos, como cuando llegaba el mes de enero y recordaba que pasaba otro año desde aquella primera idea a las nacionales.

Y otros simplemente son dolorosos.

Habían pasado 10 años desde la muerte de su abuelo.

Algunos dirían que es el tiempo suficiente para superarlo y puede que a Kageyama ya no lo atormentara la pérdida día a día como cuando era un adolescente solitario y desorientado. Pero sin poder evitarlo esa fecha seguía abrumando su corazón casi de la misma forma que a sus 13 años, como si volviera en el tiempo.

Y el cada año lo afrontaba de la misma forma que lo había hecho toda su vida.

Guardándolo para sí en el fondo de su pecho.

Pero le pesaba horrores.

Él ya era un hombre hecho y derecho, con una larga lista de logros a su haber, consiguió sortear los obstáculos de su pasado y alcanzó muchas de sus metas, debía estar orgulloso, debía sentirse satisfecho y lo estaba.

Pero ese día lo inundaba la sensación de que le faltaba su tacto, sus palabras, su voz, su sonrisa, su presencia.

Se levantó de la cama con esa pesadez sobre su cuerpo. Tendió las sábanas, tomo su ropa deportiva y se dirigió al baño para alistarse.

Tobio era una persona de rutinas, le gustaban, le daban seguridad, le acomodaba en lo cotidiano, las sorpresas y adrenalina las dejaba solo para la cancha.

Con la parsimonia de un ritual realizó cada una de esas acciones diarias, se aseo, se vistió, se dirigió a la puerta y se calzó las zapatillas para salir a correr como cada mañana.

Era un día nublado como los que le gustaban a él, había un poco de bruma y el césped estaba bañado por el roció. Se veía poca gente por las calles al ser tan temprano en una zona residencial.

En todas las cosas • HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora