In the name of the flowers

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La presión en su pecho era terrible, sin embargo, era capaz de respirar y eso volvía más dolorosa su situación. Era consciente de que esa sensación era causada por sus sentimientos, por lo que en su mente atravesaba en momentos como ese y aún así se obligó a sí mismo a mostrar una sonrisa.

Querer la felicidad ajena era prioritario, porque deseaba ver su sonrisa, porque quería convencerse a sí mismo que podía ser feliz de esa manera.


Qué gran mentira.


Aunque en verdad estuviese feliz, cada parte de su corazón se oprimía cada vez más en silencio. Porque la felicidad de Seo ChangBin calaba en cada parte del ser del australiano aunque quisiera negarlo, porque podía sentirse satisfecho con verlo reír por las tardes, bromear con los demás, ver aquel ser cariñoso que era en la comodidad de la amistad que tenían entre todo el grupo, pero esa misma era la que atormentaba sus noches de insomnio.

Porque esa sonrisa también se clavaba como estaca en su pecho cuando su mente decidía hacerle la estúpida pregunta que lo hacía caer de vuelta en la espiral de dolor en la que últimamente había vivido.


¿Cuánto darías por ser la causa de su felicidad?


YongBok lo sabía, sabía que él sólo era una parte de la felicidad completa del mayor, sabía que todo era debido a que eran cercanos, eran amigos, siempre habían sido amigos.

Pero él había cometido la torpeza de ver con otros ojos los cuidados y cariños del Seo. Sólo él había llevado a otro nivel la admiración y amistad que compartían. Él sabía que su amor era unilateral, al menos de la forma que le hubiese gustado que fuese.

Y por eso dolía, por eso su corazón se sentía tan pequeño, atrapado en un lugar que poco a poco iba quedándose sin espacio.

Porque no podía ver a ChangBin compartiendo tan tranquilamente con los demás sin llegar a sentir una pizca de celos, otra tanta de inseguridad, porque él podía ser reemplazable en cualquier momento y su tiempo ahí habría terminado ¿no?

La sensación de que su ausencia sólo causaría dolor un tiempo había sido suficiente para mentir la última vez que había acudido a revisión médica.

Un "estoy bien" no podía afectarlos, ¿verdad? En realidad, en momentos como ese, aquellas dos palabras resultaban tranquilizadoras.

El hanahaki ya había acabado con varias personas, así que poder decir que todo estaba bien era un alivio, por eso mismo decirlas no había sido del todo incorrecto, ¿verdad?

Aunque fuese consciente de cómo las raíces habían comenzado asentarse en sus pulmones, aún cuando días atrás el vomitar pétalos hubiesen sido la causa de descanso obligado, aún si sabía que aquella presión poco a poco comenzaría a ser más fuerte conforme las flores en sus pulmones siguieran creciendo hasta no tener más espacio o hasta dejarlo sin aire.

Quería creer que era mejor mantenerse de esa forma que permitir que realizaran la operación que lo liberara de esas flores, pero Félix simplemente no quería renunciar a aquel sentimiento.


Trágico, pero hermoso.


Sabía que su amor era de esa manera, porque estaba dispuesto a dejar que su vida se fuese junto a aquel amor, prefería morir a causa del Hanahaki y manteniendo intactos sus sentimientos por quien él creía que valía la pena, que dejar que arrancaran sus sentimientos sólo para vivir una vida vacía, sin la capacidad de volver a desarrollar aquel sentir hacia alguien más.

Una nueva presión se hizo presente, esta vez en su estómago y tuvo que disculparse por un momento para retirarse de la sala en que estaban todos jugando un par de videojuegos por turnos.

Tuvo que mantener apretados sus labios, pero aún así mostró su típica sonrisa y salió directamente al baño de la planta superior, no quería arriesgarse a hacer demasiado ruido y que los demás lo supieran. Había soportado bien los últimos cuatro meses, especialmente los dos últimos, desde que había notado las señales que en su momento no había querido mirar.

La mirada que él daba al Seo era tan idéntica a la que éste daba al menor de todos, la atención que muchas veces buscaba, JeongIn la recibía sin necesidad de pedirla, muchas otras una mirada entre ellos y parecía que pudieran decirse más de lo que entendería alguna vez.

Y el último mes lo había confirmado con temor, cuando habían admitido tener una pseudo relación o intento de la misma, pues no lo habían hecho oficial como tal hasta unas horas atrás.

Aquello había bastado para que sus noches pasadas fueran de llanto, para que aquellas flores se alimentaran de las lágrimas y hubiesen crecido con mayor rapidez. Eso era suficiente para que supiera que no tenía solución alguna, porque sin necesidad de una confesión había sido rechazado.

El hanahaki sólo tenía tres salidas, las conocía: Ser correspondido, eso aplacaría a las flores y poco a poco secarían hasta no dejar rastro alguno de la enfermedad; la operación, a la cual se rehusaba ya que las raíces se aferraban a los sentimientos y eso significaría volverse un recipiente sin emoción alguna; y, para su desgracia, la última era la muerte.

Cuatro meses y más del ochenta por ciento de sus pulmones estaba cubierto, no tenía remedio ya, porque sabía que su corazón estaba roto, apenas unido por las espinas de las flores que rodeaban su pecho.

Respirar se había vuelto complicado y había reducido desde entonces sus conversaciones ante el miedo de dejar escapar algún pétalo de su boca.

Podría haber sido evidente de su amor unilateral, pero nunca de su enfermedad.

La presión en su estómago lo trajo de vuelta a la realidad y la presión en su pecho ante el recuerdo de la última escena que había visto al salir de la sala provocó que tosiera con molestia frente al inodoro. Los pétalos e incluso pequeños capullos de narciso abandonaron su boca, así como rastros de sangre que se impregnaba en sus labios y parte de su palma al limpiarse.

Aquella fue la última noche que acompañó a los chicos en una noche de juegos, aquel día fue la última noche en que había podido verlos e incluso de ver la manera en la que ChangBin había apoyado dulcemente a JeongIn cuando habían confirmado ser una pareja.

Y a pesar del dolor que provocaban las flores en su interior, sonrió hasta el último momento, porque se retiraría con su amor intacto, porque al menos sabía que aquellas flores serían la única prueba de que él amaría hasta el final.

Porque dejaría que su amor fuera igual de trágico y hermoso, porque incluso su último suspiro mientras seguía en la camilla había sido por y para aquel chico rapero.

Hanahaki Disease ≪SKZ≫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora