El viento golpeaba fuertemente las ventanas del automóvil, mi padre conducía rápido por la carretera, se notaba en su sonrisa y en sus nudillos apretados al tomar el volante lo entusiasmado que estaba por llegar a nuestro destino, un destino repentino.
Tal viaje significaba un nuevo comienzo, una nueva vida, y una nueva yo.Durante el trayecto solo quería quedarme inmersa en la música que sonaba en mis auriculares, pero mis pensamientos fuertes y dudosos solo interrumpían mis canciones favoritas.
Mirando el paisaje por la ventana me di cuenta de los detalle en el cielo, y de que algunos arboles no tienen los mismos tonos de verde como los imaginaba, ¿Siempre me mantuve creyendo tales cosas?
En fin, una nueva ciudad, una nueva vida, el camión de mudanzas iba detrás de nosotros, siguiéndonos y protegiendo nuestras pertenencias que no eran demasiadas, pues mi madre dijo.— "Si es una casa nueva, y una nueva ciudad, quiero nuevas cosas también, así que solo empaques lo necesario, lo que no quieran reemplazar, lo demás lo donaremos."
Siempre pensando en ayudar, así es ella, queriendo hacer el bien en todas las situaciones posibles, o al menos cuando se le da la oportunidad.
Y tenía razón, había decidido tal cambio por el bien de la familia, de nosotros como familia, y estábamos entusiasmados, irnos a un lugar donde pocos nos conocían era algo desconocido a lo que nos tendríamos que acostumbrar.
Pero era grandioso.
Podíamos cambiar, empezar desde cero, y eso decidimos, yo también.Un nuevo lugar, una nueva yo.
Una nueva Alessandra.Pasaron los minutos y ya nos encontrábamos fuera de aquella casa, de dos pisos de un color rosa pálido (típico de mamá buscar casas a su gusto), a decir verdad era una casa bastante amplia, y lo único que me entusiasmaba de ella es que mi habitación era amplia, y que cerca había una pequeña plazoleta a donde podía escaparme las veces que sintiera necesarias. Y estaba muy clara en que esas veces serian mas de las que en tal momento pensaba, cabe destacar que mis crisis de nerviosismo son cada vez mas constantes, sobre todo por que en los próximos días entraría a un mundo nuevo como lo es la universidad. Otro miedo y otro obstáculo que afrontar, genial.
Llegue a mi habitación, me sorprendía lo amplia que era, como en las paredes de color blanco resonaba mi voz al hablar, era divertido, por un momento sonreía. Las ganas de liberarme en mi espacio me comían por dentro, era un lugar para mi sola, donde por fin podía ser yo misma, o al menos eso pensaba.
— Bien hija, primero debemos bajar las cosas del camión, cuando ya estén tu cama, closet y escritorio instalados puedes comenzar a ordenar las demás cosas, por mientras puedes explorar al rededor, no te vayas muy lejos. Menciono mi padre quien firmaba algunos papeles de confirmación y respaldo para los de la mudanza.
Que me hayan dicho eso, me daba un pase a la curiosidad, que me dejaran explorar también era algo nuevo, la realidad era que mis padres eran demasiado sobreprotectores con su única hija, desde pequeña me protegían como si fuera hecha de cristal y en realidad, lo único que deseaba mas en la vida era que me dejaran ser yo misma, sin tantas restricciones, sin que tuvieran miedo a que me pasara algo o que fuera participe de experiencias en particular.
Pero de alguna forma, trato de entenderlos, comprender sus mentes de adultos y de personas que solo me aman y buscan que nadie ni nada me dañe.
Tome mis audífonos y móvil y así salí de aquella casa levemente vacía en dirección a tal plazoleta en frente cruzando dos calles, al ritmo de Pacify her de Melanie Martinez me sentía como en una película, buscando algo que llamara mi atención, centrándome en los colores de las demás casas, en como las flores de los jardines relucían con el sol, mis pasos firmes seguían el compás de la música que entraba en mi cabeza, me encantaba sentir que mientras caminaba bailaba al ritmo de la canción que escuchara en el momento. Al llegar a tal plazoleta sonreí, y es que, a pesar de ser pequeña y no tener colores demasiado llamativos o en buen estado para mi, era perfecto. Algo con colores desgastados y con una leve sensación de abandono, era como yo me sentía, era mi representación en ese lugar.
Llegando a una de las bancas de color blanco tomé asiento, el viento fresco golpeaba mi anatomía y a la vez las hojas de los arboles al rededor, las cuales caían ante la intensidad del viento o la simple fragilidad de sus ramas delgadas. Mi vista en todo momento se mantenía en mi alrededor, queriendo fijarme en cada detalle, adueñándome de tal lugar que apenas conocía, hasta que algo me distrajo.
El rechinar de unas ruedas sin aceitar me desconcentraba de seguir escuchando la canción que sonaba en mis audífonos, y mi vista solo quería saber de donde es que provenía tal sonido molesto.
Fue cuando noté, cuando lo noté.
Ese rechinar venia tal cual de unas ruedas levemente oxidadas, de una bicicleta de color plateado nada brillante y con frenos destrozados. A un lado, venia tal chico. Un chico alto, quizá de un metro setenta y cinco, quizá setenta y siete, no sabia demasiado de altura. Pasaba por en frente de mi en la vereda de en frente, para mi suerte, él no me notaba, benditos arboles y arbustos, ellos protegían mi identidad. Pero él estaba totalmente expuesto a mis ojos curiosos. Seguía describiéndolo a detalle en mi mente, como tendría que haberlo hecho con tal plazoleta, hombros levemente anchos, de contextura delgada, con un andar firme pero a la vez inseguro, afirmaba su bicicleta con una leve tensión, podría ser por que sus frenos estaban destrozados, quizá esa situación había ocurrido hace muy poco, esperaba realmente que no le ocurriera nada. Con rapidez ante esa repentina preocupación busque con mi mirada sus rodillas, estaban sus jeans claros limpios, así que no había sufrido ningún accidente, un suspiro de mis labios salio.
Ese chico alto, con un estilo casual, de cabello oscuro que brillaba con el sol y de piel canela me tenia hipnotizada, mi voz interior me insultaba a mi misma por no poder quitarle la vista de encima, pero, por mas que intentaba cerrar mis ojos, no lo lograba. Mi atención solo estaba presente entre lo poético y perfecto que era tal momento, escuchando tal canción mientras que el chico de en frente cruzaba la calle dirigiéndose hacia algún lugar de por ahí.
Pasaron los minutos y la canción terminó, justo cuando él se había esfumado de mi vista. La curiosidad y esa sensación extraña de nerviosismo apareció en mi, en ese momento, ahí sentada en medio de la plazoleta, solo comenzaba a desear volver a verlo, lo anhelaba.
Esos tres minutos con cuarenta y cinco, para ella, habían sido una eternidad, sentía que había pasado demasiado ahí sentada, y también podía notar como sus piernas hormigueaban diciéndole que se levantara de ese asiento. Soltando una carcajada llena de ironía me dispuse a caminar nuevamente a casa, nuestra nueva casa. Podía comenzar a creer que seria una buena nueva vida, un nuevo comienzo mas interesante. Llegando allí solo pude notar como es que seguían sacando cosas del camión, las ultimas cosas, ¿Tan rápido habían bajado todo?
— Mamá, no se demoraron nada en bajar todo del camión. Mencione con mi ceño levemente fruncido, estaba extrañada.
— Alessandra, ¿En que mundo vives?, han pasado ya treinta minutos desde que fuiste a donde sea que hayas ido. Me respondió mientras reía ante mi poca memoria.
¿Treinta minutos?, al parecer desde que tal chico de piel canela había pasado en frente de mi los minutos se hicieron mas rápidos. Al ver mi móvil me percate de que no estaba escuchando ninguna canción, y de que en el momento que mi mente se había extraviado en él yo solo estaba imaginando y repitiendo tal pista musical una y otra vez hasta perderlo de vista. Que fantasía la mía, creyendo que vivo en un cuento de hadas, o peor, en un musical.
Riendo junto a mi madre me dispuse a ayudarlos a ordenar y mover los muebles, teníamos demasiado trabajo que hacer, y yo no podía desperdiciar mi tiempo pensando en un chico que ni siquiera sabia si era producto de mi imaginación algo cansada por el viaje y la monotonía de mis días. Aun que, muy dentro de mi, solo deseaba que él si existiera, quería poder ver otra vez a tal hombre de piel morena.
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Switching Positions.
Teen FictionEl amor es un sentimiento que alborota el corazón, los pensamientos, las apariencias, todo. Ese sentimiento puede ser un arma a doble filo, que te lleva a destinos sorprendentes, a caminos desconocidos, a descubrir algo de ti totalmente nuevo. Camin...