Bajo la Lluvia

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Un fuerte temporal había comenzado a caer en el área de Station Square y aunque amaba los días con este tipo de clima, Amy sentía una abrumadora inquietud que no la dejaba estar en paz. Su prometido había salido en el auto para traer a su pequeña familia al departamento que ambos compartían, pero aún no había señales de su llegada, inclusive había obscurecido.

Momentos atrás, en un intento por disipar sus dudas lo llamó al celular, pero el erizo no respondió: ella no se molestó en volver a intentarlo pues era consciente del riesgo que implicaba si es que venían en carretera. Lo intentó algunas veces con la madre de él, pero la llamada siempre terminaba desviada y aquello sólo aumentó su paranoia.

Al final decidió concentrarse en otra cosa mientras continuaba esperando su llegada. Se dirigió a la cocina y preparó una taza de té; momentos después, mientras intentaba relajarse con el cálido sabor y aroma del limón, el cielo escuchó sus plegarias: el celular sonó.

Al tomarlo, desconfió un poco, pues el identificador de llamadas mostró un número que no conocía; aun así, contestó.

— ¿Hola?

— ¿Hablo con la señorita Amelia Rose?

La seriedad de la voz al otro lado de la línea le hizo sentir un extraño vacío en el estómago.

— Así es, ¿Qué se le ofrece?

Aquel sujeto comenzó a explicarle el motivo de la llamada y con cada palabra sintió sus ojos humedecerse.

— Voy para allá, llegaré tan rápido como me sea posible— respondió con la voz quebrada.

Después de colgar, tomó sus llaves junto con el primer abrigo que encontró y partió a donde le indicaron.

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Amy condujo su pequeño auto bajo la lluvia. Mientras avanzaba, su mente seguía procesando lo que le habían dicho, pero increíblemente ya no lloraba; tenía los sentimientos a flor de piel, pero era consciente de que en estos momentos mantenerse tranquila era lo mejor si deseaba ayudar.

Después de muchos y largos minutos, salió de la cuidad. Siguió la dirección dada y se adentró en un espacioso sendero arbolado que parecía poco transitado; finalmente llegó a un punto en el que unos pocos autos estaban completamente detenidos. El bullicio y las luces de las sirenas provocaron que las manos comenzaran a sudarle bajo los guantes y que su ritmo cardiaco aumentara rápidamente; como pudo, estacionó su auto a la orilla del camino y salió de este.

La lluvia que caía había bajado un poco su intensidad debido a que era amortiguada por la frondosidad de los árboles; Amy avanzó por entre los autos y sintió un fuerte dolor en el estómago al ver el ajetreo que tenían elementos policiales y paramédicos.

Detuvo su andar frente al lugar acordonado y lo primero que observó fue a una pareja de felinos bajo una pequeña sombrilla ser entrevistada por un policía; ambos lucían nerviosos y asustados, y pensó en dos posibles opciones: estaban involucrados en el accidente o habían descubierto lo sucedido.

Un tierno llanto llamó su atención y su mirada se desvió a la parte trasera de una ambulancia en donde divisó al pequeño Miles: al parecer revisaban sus signos vitales y le curaban algunas heridas. El zorrito lucía asustado y lloriqueaba mientras llamaba a su mamá; al verlo así, su corazón se quebró y sus nervios se dispararon, pues algo le decía que la situación era más grave de lo que le habían informado. Amy intentó cruzar la cinta amarilla de seguridad, pero un oficial la detuvo; mientras explicaba su relación con el infante, Bernadette apareció en su campo de visión acompañada de un enorme oso marrón, al que, por sus ropas, relacionó con el equipo de paramédicos. La pobre eriza lavanda iba empapada hasta los huesos, tenía la mirada perdida y un fuerte golpe en la frente; de repente, alzó la vista y divisó a la rosada.

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