Capitulo uno

5.6K 261 88
                                    



Rutina.

Así es como se llama mi condena.

Estoy fastidiada de que todos los días sean exactamente la misma situación: levantarme temprano para ir al colegio, tomar las mismas clases, hablar con las mismas personas, tomar la misma ruta de regreso a casa, comer, hacer tarea, tomar una ducha y dormir. Al día siguiente es exactamente lo mismo. Sé que aún hay muchas cosas que no he explorado o conocido. Sé que todo es a su debido tiempo y que tarde o temprano podré hacer algo que realmente me apasione, pero, mientras tanto, tengo que seguir viviendo la misma rutina.


Soy una persona sencilla, o al menos me considero así. Disfruto de los pequeños placeres de la vida, como ver las hojas caer, disfrutar de un buen chocolate caliente en invierno o tener el privilegio de ver, día con día, el atardecer en el mar. Eso era uno de los pequeños detalles que más agradecía de vivir cerca de la playa. Todas las tardes salgo a la misma hora para sentarme en el tronco que tomé como silla e incluso decoré con pequeñas pegatinas cuando era pequeña. Observar el mar me hacía sentir que había todo un mundo por conocer, y eso me motivaba a seguir con mi rutina para, eventualmente, salir de ella.


Se hacía tarde. La luna comenzaba a asomarse poco a poco y los pájaros volvían a casa, así que tomé mis cosas, que había dejado en el pequeño baúl escondido debajo de mi tronco, y caminé de vuelta a casa. Al llegar, hice una pequeña pausa para tomar las llaves de mi bolso. Me llamó la atención que, dentro, parecían escucharse gritos. Por la hora, asumí que mis padres habían llegado a casa, pero rara vez solían pelear.


Decidí entrar para ver qué ocurría y vi a mi madre hablando con voz fuerte hacia papá?.

—¡Deja de mentirle! Acaba de cumplir diecinueve años, ¿cuánto tiempo más planeas ocultarlo?

—No es así de fácil y lo sabes. Me duele tener que ocultar la verdad día con día —respondió mi padre, tenso.

—En ese caso, hazte un favor y sé honesto con ella, más con esta situación, o planeas simplemente... —Sentí la mirada de mi mamá caer sobre mí; sus ojos tenían un leve tono rojo y se podía notar la impotencia en su rostro.

—¿Qué es lo que pasa?

—Esta es tu oportunidad de hacer las cosas bien, Héctor —mi madre se levantó del sillón y lanzó una última mirada hacia papá.

Ella salió de la sala y, hasta ese momento, lo único que tenía conocimiento era que había un gran secreto que al parecer trataba sobre mí. Era irreal lo voluble que era esta gente.

—Hija, he estado ocultándote algo durante bastante tiempo y lo único que te pido es que mantengas una mente abierta y por favor trates de comprender la situación.

—¿Qué pasa? ¿Qué tan grave puede ser para que mamá reaccionara de esa manera?

—Sabes que antes de estar con tu mamá estuve un tiempo en Madrid —hizo una pausa y respiró profundamente; la angustia era visible en su rostro—. Estuve realmente muy poco tiempo con Bente; éramos muy jóvenes e inexpertos, y como era de esperarse, las cosas no salieron bien. Así que después de dos años decidimos dejarnos.

Yo simplemente me limité a asentir con la cabeza.

—Hace unos años, llegó un joven a mi puerta reclamando que yo era su padre y que le hacía mucha ilusión conocerme. Mi primer pensamiento fue que tenía que ser una broma de mal gusto —su voz comenzaba a entrecortarse y las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos—. Pero no, al momento de dejarme con Bente, ella estaba embarazada y nunca me comentó nada. Yo, después de la ruptura, estaba muy mal y, como ya sabes la historia, terminé por venirme a vivir a México, por lo que jamás volví a tener contacto con ella hasta que ese Rubén llegó a mi puerta.

Era demasiada información por procesar; tenía que estar de joda, tenía que ser un chiste lo que estaba pasando en este momento. El conflicto no era que tuviera otro hijo, lo que pasó antes de mí no era asunto mío; mi problema era el por qué ocultarlo tanto tiempo.

—¿Hace cuánto tiempo lo sabes?

—Hace ocho años que tengo contacto con él.

—Sabes algo, no me molesta el hecho de que tengas otro hijo; me molesta el hecho de que lo hayas ocultado por tanto tiempo —podía sentir la sangre de mi cuerpo calentarse poco a poco—. Creo que jamás me habías lastimado tanto como lo hiciste en este momento.


Me levanté del sofá y me dirigí a mi cuarto. Una vez detrás de la puerta, mis lágrimas comenzaron a salir. No entendí por qué me estaba diciendo eso en este momento, no entendía cuál era el conflicto entre mi mamá y él, ya que por lo que yo entendí, ella también tenía conocimiento desde hace tiempo. Mi cabeza estaba llena de dudas y sentimientos encontrados, pero había una pregunta que no podía dejar de resonar en mi mente:

¿Por qué me lo está contando hasta ahora?

Mi querido hermano *En edición*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora