Cap. 1: Un ramo de flores

995 65 3
                                    

Por la costa inglesa de Dorset se observaban varias figuras imponentes que lentamente dejaban de moverse hasta llegar al puerto. Eran barcos extranjeros. 

Los lugareños algo confundidos salían de sus casas para recibir a lo que ellos consideraban alguna clase de amenaza.

Era temprano en la mañana, pero por el alboroto varios niños se despertaron. Entre esos estaba el jóven Arthur Kirkland. Nadie sabía de donde vino ni quienes eran sus padres, por ello vivía en el orfanato local.

Podría pasar por un chico normal de no ser por sus enormes cejas, su lindo rostro y su mala actitud; que lo llevaba a meterse en problemas casi diariamente, no siendo una excepción ese día, pues logró escabullirse entre la multitud para poder ver de cerca a los enormes barcos.

Justo cuando llegó a la primera fila pudo ver una delgada y oscura figura bajando de uno de ellos.

Inmediatamente el jefe del pueblo se dirigió hacia esa persona, no parecía nada contento pero no dudó en mantener el decoro al comenzar a cuestionar el motivo de su llegada sin previo aviso. A lo que el otro solo respondió con una sonrisa fría y una mirada dominante que provocó algo de miedo en los demás, excepto por el pequeño Arthur, que estaba casi hipnotizado por el chico misterioso.

Fue interrumpido de su trance por una suave pero penetrante voz que pertenecía a el cuestionado, este aclaró los motivos de su llegada después de que el resto de los tripulantes bajaron, al parecer solo buscaban un lugar en donde descansar e intercambiar información valiosa.

Se trataba de la flota de seguridad naval Japonesa. Algo así como policías malos del mar, pensó Arthur.

Mientras volvía al orfanato, no podía dejar de pensar en el chico misterioso. Sus ojos y su figura elegante habían dejado una gran impresión en él.  Algo muy adentro de su corazón le decía que era diferente del resto.

Decidió ir a espiarlo solo por la mera necesidad de saber más sobre la persona por la que sentía tanta admiración.

No demoró en encontrarlo. Estaba reunido con sus hombres en un bar/hotel (wtf) elegante al que por razones obvias no podía entrar, pero que en parte por su inocencia y en otra por su terquedad, pensó que no podía entrar solo porque no tenía ropa adecuada. 

Estuvo unos días haciendo cualquier cantidad de trabajos ridículos, incluso llegó a matar  cucarachas en la casa de la vecina con una escoba.  Todo con tal de conseguir el dinero para alquilar un traje decente. 

__________________________________________________________________

Cuando terminó de vestirse se dirigió al bar con una mirada decidida, de pronto vio como un hombre le daba un ramo de flores a una muchacha, esta sonrió y lo besó en la mejilla. Acto que  llamó la atención del joven Kirkland. Pensó que tal vez así le agradaría más al chico objeto de su admiración, así que con lo ultimo que le quedaba compró un ramo de rosas rojas y continuó con su caminata hacia el hotel.

Pasados unos minutos llegó al lugar, tenía el corazón acelerado sin saber muy bien por qué.

Cerró los ojos, suspiro y entró, pero la dueña del lugar le dijo que no podía quedarse ya que aún era muy jóven para tomar, pero el se negó diciendo que no venía para eso, la señora parpadeo algo confundida, entonces con una ceja levantada le preguntó la razón por la que vino, el joven solo dijo: a entregarle esto a alguien.

La señora se enterneció un poco y lo dejó pasar con la condición de que no se demorara, Arthur asintió con una sonrisa traviesa y comenzó a buscar al chico, no tardó en distinguirlo debido a su traje negro, sus ojos rojos y elegante figura.

El chico misterioso se encontraba sentado en un banco, con una pierna cruzada sobre la otra, haciendo que unos tacones altos y delgados resaltaran.  Era algo que nunca había visto en un hombre, pero que extrañamente le sentaba bastante bien.

Caminó con pasos firmes hasta quedar al frente de aquella extraña persona que ignoraba su presencia. Algo frustrado por ello, tomó un banco y lo puso en frente de él, para luego pararse sobre este y así parecer más alto.

Esto hizo que la atención del mayor se centrara sobre el, descruzando sus piernas para luego volverlas a cruzar mientras cambiaba la posición de sus brazos, dejando que su mentón reposara sobre una de sus manos.

Arthur tragó saliva y casi gritando le dijo: H-Hola! Mi nombre es Arthur Kirkland y pienso que eres genial, así que acepta esto por favor!

Al terminar pudo sentir como la sangre fluía por sus mejillas sonrojadas, cosa que no hizo cambiar su mirada decidida.

El ojirojo había suavizado su expresión e incluso su postura. Clavó su mirada en la del joven y con una extraña sonrisa en el rostro le dijo: Que color tan bonito, me recuerda a la sangre. Está lleno de pasión...Como tú.

Estiró su brazo derecho para recibir el ramo de flores, luego de mirarlas por un rato, volvió a centrar su mirada en los ojos de Arthur, quien se encontraba muy feliz.

-Estás destinado a repetir los errores de tu padre, al igual que yo...- Hizo una pausa para luego decir: Por cierto, mi nombre es Kuro... La próxima vez que nos veamos ya no voy a ser tan gentil y probablemente te tiña del mismo color que estas flores —  Su voz se había tornado fría, se sentía como el filo de una espada deslizándose por su piel, haciendo que esta se erizara.

Apenas terminó de hablar se levantó, le regaló una última mirada que hizo empalidecer al menor, con esto se había sellado su promesa y su destino .

Asakiku: Odiar no es la única opciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora