IV: El más allá.

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Los tulipanes chocaban contra el vestido de la chica con mejillas rojas, vestía una prenda ligera y libre. Caminó entre las flores y sintió paz, siguió hacía el lugar que atrapaba los rayos de sol.

Podía notar las abejas y las mariposas revoloteando a metros de ella.

A lo lejos una silueta la llamaba:

     —¡Samantha! ¡Ven aquí!

No reconoció la voz, se escuchaba distante, con poca fuerza.
El sol sólo la dejaba contemplar la sombra, una silueta, que le sacudía la mano en señal de saludo.

"Es mí madre" —pensó la chica.

Apresurada corrió con todas sus fuerzas, quería sentirla, cómo solía hacerlo, sus brazos, sus manos y ver sus ojos cafés.
Avanzó mucho en el sendero pero no lograba llegar a la silueta, esta seguía distante. 

"¿Qué rayos?" —se cuestionó. 

La mente humana tortura aún más que los hechos terrestres, casi siempre una realidad influye en la otra, pero no se pueden comparar los tormentos.
Los tulipanes se tornaron opacos junto con el cielo, los rayos de luz eran casi inexistentes y de mal augurio, el frío soplaba en su nuca y todo comenzó a congelarse.
Cada flor estaba siendo arrasada por una helada que tornaba todo azul.
De pronto, notó su aliento en el ambiente, su respiración se volvía una nube visible, vio a las mariposas caer inmóviles cómo copos de nieve, que a su parecer eran tristes.
La helada siguió avanzando hasta llegar a sus pies, los congeló, no los podía sentir, sólo observaba horrorizada cómo se quebraban, siguió su camino congelado su vestido, su torso y sus brazos, no dolía, pero el frío era abrumador, cerró los ojos esperando que todo acabara, y así pasó.

Todo su cuerpo se comenzó a quebrar cómo una vitrina amenazada por un tornado, todo se apagó, para Samantha Valsey todo era obscuro ahora.

...

(¿14 de Septiembre, 7 AM?)

La chicha despertó exaltada en el sofá de su hogar, un viejo mueble negro, estaba cubierta con una manta y su cabello estaba amarrado de manera desordenada.
Se sentó en el sillón y pensó en el sueño, hacía frío, pero no del que literalmente te congela, sino del que te avisa que estás solo.
Samantha se colocó de pie y observó el mueble de madera que lucía a un lado de la columna de la sala.

"Ya es tarde para la escuela" —pensó de manera tediosa.

Subió lo más rápido que pudo a su habitación, se duchó, y luego vio su imagen en el espejo del baño por un rato.

"Me siento extraña"

Al salir del cuarto de baño notó un cuaderno sobre la cama.

"¿Cómo llegó eso ahí?" —cuestionó en su mente mientras se acercaba a él.

Su diario estaba abierto justo en la página de sus penas; ella usaba el cuaderno para desahogarse, muy a menudo escribía sobre su madre, ya difunta.
En el fondo de su alma sentía rencor, sentía abandono, ese sentimiento se acrecentó cuando el doctor le dijo a su padre que su madre dejó de luchar por vivir, ella lo veía cómo una traición. Le extrañaba, tanto que buscaba culpables en hechos esporádicos y relativos.
Cerró el diario y lo guardó en su sitio, en la gaveta de la cama, debajo de sus sábanas lilas que colgaban del colchón.

Estaba segura que ella no había sacado dicho libro, así que supuso que Sopher su padre había estado husmeando entre sus cosas.
Esto la enfureció, más aún cuando le exigió que no lo hiciera. Terminó de arreglarse y bajó a reprocharle a su padre.
No se encontraba en su habitación, tampoco en su lugar favorito junto a la mesa pulida de la esquina.

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⏰ Última actualización: Mar 27, 2021 ⏰

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