Parte Única

2K 203 55
                                    

Estoy llegando a mi límite.

Tocando con mi cordura a mi corazón que me pide a gritos escaparme de ti.

Trato de callarlo, ignorando el profundo dolor que me abate con cada día a tu lado, pero es terco y no hace caso.

La monotonía, la frialdad, el saber que otros brazos te podrían acoger y reconfortar me quema en el pecho.

¿Cuándo nuestro amor se marchito?

En mi mente abro un baúl de recuerdos, tengo uno especial para ti porque no decido si eres pasado o presente en mi vida.

Como si de una película se tratase primero recuerdo el momento donde pasamos de extraños a conocidos.

Era un día hermoso, el sol de verano acariciando todo el panorama, dándome a conocer desde antes que algo importante pasaría ese día. Y efectivamente así fue.

Coincidimos en el momento y lugar indicados, pidiendo el último helado de chocolate que la tienda podía ofrecer, fue cómico y sin incomodidades, un primer encuentro que de tener hijos, amor, no me cansaría de contarles la anécdota.

Luego, sintiendo mi corazón cálido recuerdo aquel día donde nuestro noviazgo dio inicio, un invierno donde fuimos a patinar sobre hielo teniendo esa extraña relación entre amigos y novios.

Me lo pediste en medio del hielo, con tus manos en mi cintura y mirándome con cariño, arropando a mi corazón con tus ojos brillantes.

Tengo miles de recuerdos, pero ambos inicios me tienen bajo tus encantos.

A veces quiero pensar cuando todo cambio, en qué momento llegamos al punto sin retorno rompiendo nuestro encantador nosotros.

-Buenos días, cielo.

Siento tus labios en mi hombro desnudo, el tacto me estremece pero no es agradable, ya no me calienta como antes.

Estas frío, cariño.

Aunque me trates de engañar desviando tu mirada de hielo de mis ojos enamorados y forzando tu tacto con la intención de encender una pasión, nada resulta.

Porque nuestro amor se ha marchitado, como un flor que rogaba día a día por gotas de cariño.

Me volteó para tratar de mirarte, pero no tengo la fuerza necesaria y agachó la cabeza, el cuarto se hunde en un silencio incómodo que me es imposible recordar las risas y gemidos que guarda entre sus paredes.

No sabemos que decir.

Nos sentimos desconocidos nuevamente.

Nos ahogamos en incomodidad y pena.

Rompes la tensión levantandote de la cama, avisas que se te hará tarde para trabajar y debes asearte.

Como si no supiera aquello.

Como si no fuera la rutina de todos los días.

Nuestra relación se asemeja a un juego donde fingir que somos la pareja perfecta es la prioridad y tal parece que ninguno quiere perder.

Me dirijo al armario, para alistar la ropa que vestiras en el trabajo, coloco las prendas en la cama y a un lado tu cámara fotográfica con la cual captas a todos tus modelos.

Antes de que la puerta del baño rechine y avisé de esa manera que has salido de ahí, yo avanzo rápido a la cocina, evitar vernos parece un acto reflejo.

Una vez en la cocina miro todo con cansancio, desde la loza que debías lavar ayer hasta los ingredientes para preparar el desayuno.

Dos tortillas de arroz y un café con dos cucharadas de azúcar es lo que te cocino siempre, en algo tan vanal como eso nos mantenemos intactos, reflejando otra vez más que nuestra relación ha caído en la rutina por la falta de cambios.

Sodio l ᵏᵒᵒᵏᵐⁱᶰ ᵒˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora