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CARTAS DESDE EL INFIERNO
Ramón Sampedro
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Biografía
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<P class=MsoBodyText>Ramón Sampedro nació el 5 de enero de 1943 en Xuño, una pequeña aldea de la provincia de La Coruña. A los 22 años se embarcó en un mercante noruego, en él trabajó como mecánico. Con él recorrió cuarenta y nueve puertos de todo el mundo. Esta experiencia formó parte de sus mejores recuerdos. El 23 de Agosto de 1968 cayó en el agua desde una roca. La marea había bajado. El choque de la cabeza contra la arena le produjo la fractura de la séptima vértebra cervical. Durante treinta años vivió su tetraplejia soñando con la libertad a través de la muerte. Su demanda jurídica llega hasta el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sin que llegase a prosperar. En los medios de comunicación reivindicó su derecho a una muerte digna y en enero de 1998, en secreto y probablemente asistido por una mano amiga, consiguió su propósito.</P>
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<P><B>PROLOGO DE ALEJANDRO AMENABAR</B></P>
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<P>Este libro no es, en el sentido estricto, la base literaria o dramática de lo que l luego seria la película Mar Adentro. En realidad, es mucho más que eso. Es el complemento intelectual y poético, el pilar filosófico que dio pie y sentido a todo nuestro trabajo posterior. Tras más de veinte años de reflexión, de lecturas, conversaciones y escritos, Ramón decidió publicar estar Cartas con un objetivo muy claro: hacer valer su individualidad y su libertad.</P>
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<P class=MsoBodyText> Pero al mismo tiempo, Ramón consigue situarnos frente al abismo de la muerte, colocarnos junto a esa línea divisoria, la que separa este mundo del "otro", quizá, la nada. Y nos dice: «Dejadme cruzar la línea dejadme saltar». Yo personalmente, no he estado nunca demasiado cerca del abismo- a los 12 años, quizá, cuando caí por una pequeña cascada y, como Ramón, estuve a punto de partirme el cuello- pero creo que, a poco que caminamos por el mundo, tenemos que enfrentarnos más tarde o más temprano a eso que, inconscientemente, acabamos apartando de nuestros pensamientos. Ramón nos ayuda, es más, nos anima a reflexionar sobre ello, sin miedo, porque para él la muerte no es más que una parte del proceso natural de la vida. Su prosa en este aspecto resulta contundente. Otras veces, cuando se detiene a describir su propia situación se vuelve amarga, dolorosa. Pero siempre hay en todo un fondo escrupulosamente racional, la razón de su conciencia, un afán por debatir y argumentar sin dejar cabos sueltos. Y para los que aun así piensan que su discurso es injustificable, Ramón exige en última instancia la no intromisión, harto de sufrir el prejuicio, la compasión, el paternalismo o directamente la descalificación.</P>