El día después...

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No debí beber tanto. ¿Por qué bebí tanto? ¿Dónde está Cris? ¡Que carajo! ¿Dónde estoy yo? Recuerdo vagamente la cara de Paula como un dibujo a tinta emborronado. No sé donde estoy... ¿De verdad Lis? Intento incorporarme, pero parece que pese más de cien quilos. Todo mi cuerpo se resiste al esfuerzo. Poco a poco intento bajar las piernas al suelo, creo que estoy tumbada en un sofá. ¿Pero de quién? Consigo hacerlo, pero noto algo mullidito bajo mis pies, no es el suelo, eso seguro, se mueve. ¡Se mueve! Joder. Levanto las piernas de golpe y miro hacia abajo. ¡Es Cris! ¿Pero que hace en el suelo? ¿Y de dónde? No puede ser que bebiera tanto que ahora ni recuerde que pasó. Siempre que alguien me explica algo así pienso que se lo inventan y ahora soy yo la que lo va a poder contar. Que vergüenza. Pobre Cris. Está tumbado boca abajo, ni se ha inmutado por mis pisotones. Él debió pillarla gorda también. Le toco suavemente con la mano. No hace nada. Repto por el sofá arrastrando el culo hacia delante, para intentar salir de aquí, me cuesta un trabajo enorme. Creo que voy a vomitar... Pero Cris está en el suelo... Pero mi estómago me habla a gritos y me dice que si no voy corriendo al baño, será peor... Consigo llegar hasta la punta y levantarme costosamente. Una vez de pie, todo me da vueltas, mi estómago amenaza con soltarlo todo ahí mismo, pero una terrible sensación se apodera de mí y lo corta de golpe. ¿Cómo voy a ir al baño si no se dónde estoy? Miro a mi alrededor con los ojos abiertos como platos, la casa me suena. Aturdida y tambaleante, camino hacia un rincón de la sala, creo que tras la puerta número uno está el baño. La abro y las arcadas vuelven. Mierda, no es el baño, es un pequeño trastero. ¡Ya se donde estoy! Es la casa de Paula. Entonces el baño está al lado de la cocina. Me dirijo a toda mecha y casi no llego. Me abalanzo sobre la tapa del váter con el tiempo justo para abrirla y soltar una catarata de arrepentimiento que me destroza la garganta. La cabeza me va a estallar del esfuerzo. Pocas veces me he emborrachado en la vida, la verdad, pero sé perfectamente que con una vez ya es suficiente. 

Vuelvo al salón para rescatar a Cris, que sigue en la misma postura. Me arrodillo a su lado y le zarandeo con cuidado. No reacciona. Sé que respira y eso me consuela, pero no parece querer despertarse. Siquiera un gruñidito como los de los domingos por la mañana, en los que interpreto que cinco minutos más es lo único que necesita. 

- Cris, amor... - Le digo mientras intensifico levemente el zarandeo. Un poco más fuerte ahora, nada. Mucho más fuerte - ¡Cristian! ¡Despierta!

Da un respingo, se gira y me mira como si no me conociera. Pero enseguida cambia el gesto con una sonrisa, para acto seguido ponerse totalmente serio y torcer el labio inferior en una mueca.

- Estamos en casa de Paula, el baño está al lado de la cocina.

Qué sincronía más bonita. Le sigo hasta allí y espero a que termine. Tengo pis, y sólo hay un baño. Me enjuago la boca de mientras, pero oír el agua correr molesta a mi vejiga, ya de por sí impaciente, y me obliga a dar pequeños saltitos de desesperación. Él se da cuenta, se ríe, y me cede el sitio después de tirar de la cadena. Lo que debe haber vivido este baño, no se puede contar en un libro. 

Salimos del baño un rato más tarde, medio aseados, o al menos más visibles. Cuando me he mirado sin querer en el espejo del baño me he llevado un susto de muerte, la cara del otro lado era un poema de rímel corrido y pintalabios incorruptible totalmente corrupto por toda mi cara. Ahora entiendo porque al mirarme puso esa cara, no debió saber ni que era yo. Los hombres son afortunados en este sentido. Ellos se lavan la cara y los dientes y como nuevos. Yo he tenido que recurrir a mis conocimientos sobre el aseo de Paula para poder coger uno de esos cepillos de dientes que guarda en el cartón para las visitas, toallitas desmaquillantes, un cepillo para el pelo, un coletero, y hasta crema hidratante, antes de atreverme a salir de ahí. 

- ¿Recuerdas cómo llegamos hasta aquí? - Le pregunto en un susurro cerca de su oreja, por si alguien más está durmiendo.

- Sí... Bueno, no... No mucho. - Aclarado pues.

¿Me amo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora