único

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Y ahí iba él con su cara de pocos amigos, el ceño fruncido y un gracioso mohín de frustración y sobre todo de molestia. No es que estuviese molesto de verdad pero si estaba frustrado con la situación que conllevaba desde la mañana hasta estas horas de media tarde rodando por su cabeza.

Suspiró entrecortada y cansadamente para subirse a algún techo de alguna casa mientras miraba como la gente a su alrededor caminaba como si nada. Claro, su vida personal e íntima no era de orden público pero como le gustaría que los pocos que conocían su situación le diesen algún consejo.

Si bien desde el comienzo no ha sido una enorme relación llena de romanticismo como a él le hubiera gustado, estaba bien por que de alguna forma, de manera muy íntima y a escondidas de todo, recibía ese amor y esas caricias que tanto había añorado desde sus doce escasos años y sonrió.

Ya tenía dieciocho años cumplidos y tenía una relación "entre comillas" oficial con cierto pelinegro de ojos negros que le traían loco desde la primera vez que le vio, si bien al principio era tanto envidia como odio lo que sentía por él, poco a poco y con cada acontecimiento se le iba clavando en el corazón de tal manera que cuando se quiso dar cuenta, ya estaba perdidamente enamorado de él.

Solo Dios y él saben cuanto sufrió en silencio su partida de la aldea para irse a hacerse poderoso y cada que le encontraba, esa manera tan fría en que le trataba, cada lágrima que se tragó frente a su camino y a sus amigos que le acompañaban en su búsqueda incansable hasta que un día sin pensarlo apareció de la nada, algo que definitivamente le desconcertó y al final de cuentas le sacó de sus casillas.

Oh si, no entendía para nada lo que pasaba por la mente de ese idiota.

Después de que volviese y su famosa confesión... si es que una mirada altiva y una sonrisa arrogante después de un beso posesivo se llama confesión, la relación comenzaba a tener algo de cimientos, ya se conocían, o por lo menos el pelinegro sabía perfectamente como manejar al rubio sin que él mismo se diese cuenta.

Y ahora estaba ahí después de una de sus clásicas peleas matutinas ya que al despertar entre los brazos del pelinegro, le dan ganas de tener algo de mimos y consentimientos pero aquel frío y arrogante ser solo se limitaba a hacerlo suyo y nada más, si alguna vez se comportaba mimoso es por que o estaba de muy buen humor o quería seducir a Naruto para que fuese el Uke.

Cosa que relativamente era siempre.

Y precisamente esa mañana de eso se trataba la pelea, ¿quién iba a ser el uke y el seme de la relación a partir de ese punto?. Si bien sabía que el orgullo Uchiha y la cabezonería Uzumaki estaban en medio de toda la discusión, sabía también que a pesar de todo, Sasuke no era del tipo meloso ni cariñoso, pero tenía que encontrar una forma.

Aunque las últimas palabras de Sasuke le hicieron enfurecerse lo suficiente como para salir de su propia recamara dando un enorme portazo detrás de su espalda, eran el incentivo suficiente como para aceptar el reto que este se había impuesto, si Sasuke quería un uke, él sería el mejor uke de todos y se lo demostraría con todo lo que tuviese al alcance para cerrar la boca del pelinegro, si le tocaba tener el papel de uke, no quería seguirlo discutiendo.

Solo había un pequeño problema dentro de todo esto, ¿cómo debía ser un excelente uke?.

Buena pregunta.

-Naruto-kun, ¿me escuchas?- no se había dado cuenta que a su lado estaba otro pelinegro con una sonrisa más que falsa en sus labios que quizá le estaba llamando desde hace quien sabe cuanto tiempo.

Le miró detenidamente y sonrió, ¿qué mejor consejo de un uke experimentado como Sai?.

-Perdón Sai, estaba perdido en mis pensamientos'ttebayo, dijo para sonreír después.

Como controlar a un Seme (sasunaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora