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        Oí un ruido, suave, pero repetitivo. Sentí una luz en mis párpados, muy cálida, la sentía acariciar mi brazo derecho, una sensación muy reconfortante. Abrí los ojos, estaba en mi habitación, aquella luz cálida era el sol que entraba por la ventana, me levanté de un salto de la cama y me asomé por ella para ver el exterior. Allí estaba él, Bastian, apunto de volver a tirar otra piedrita a mí ventana. Entonces me vio y sonrió.
        Abrí la ventana y en un minuto él ya estaba a mi lado. Tomé su mano y lo besé, fue tan lento, tan tierno. Por algún motivo sentía que debía demostrarle cuanto lo quería. Pero no era como cualquier día, lo sentía como una obligación, no era sólo una muestra de afecto, era la necesidad creciente en mi pecho, junto a mi mente que se nubló de desesperación de que él supiera y estuviera más que seguro de que lo amo con todo mi corazón.

       Luego de aquel extraordinario beso, me fijé la hora en mi celular, era muy temprano, eran las 8 am, decidimos salir por ventana y escaparnos un rato.

       Caminábamos por el parque tomados de la mano, todo estaba muy tranquilo, siempre que estaba con él me sentía tocar el cielo, pero en esos instantes algo me decía que en verdad lo hacía. Bastian apretó mi mano,  lo miré, él hizo el lenguaje de señas diciendo “ vayamos al parque, es un lindo día para tomar un helado”. Bastian era mudo. Apreté su mano y asentí sonriendo.

      Cuando llegamos nos acercamos a un carrito de helados, compramos uno cada uno y nos sentamos sobre el pasto, bajo la sombra de un árbol. Estuvimos toda la tarde allí, comunicándonos y disfrutando la compañía del otro. Sin embargo, yo aún sentía esa presión en el pecho por demostrarle cuanto lo amo. Cada cierto tiempo, cuando el sol pegada de lleno en mis ojos, tenía la sensación de estar mirando un techo blanco bastante iluminado, pero luego descartaba la idea sabiendo que el sol te hace ver blanco si lo miras fijamente.

        Al caer el atardecer volvimos a mi casa, entramos por la puerta principal, yo ya estaba esperando el regaño de mi madre por escaparme así, pero no había nadie. Me pareció extraño, pero lo dejé pasar. Bastian me dirigió a mi habitación y nos sentamos sobre la cama. Allí estuvimos hasta que cayó la noche, por alguna razón, aunque yo seguía con la sensación desesperada de demostrarle mi amor, ahora el más ansioso y desesperado por demostrarlo era él.

        La noche había llegado definitivamente, con Bastian nos acostamos acurrucados en la cama. Volví a sentir la sensación de caricias en mi brazo derecho, pero ya no había sol, eso me dio un escalofrío, pero lo ignoré.  De un momento a otro estábamos acostados frente a frente, él repartía besos por todo mi rostro y con las señas me repetía incesantemente “te amo”, yo también se lo repetía con la misma constancia y con la voz quebrada, algo me angustiaba, de repente sentía que no nos quedaba tiempo. Él me miró a los ojos y hablando me dijo “te amo Lara, y lo seguiré haciendo aunque ya no esté en este mundo”, estaba tan perdida en su mirada cristalina por las lágrimas que no noté que me estaba hablando, entonces me dijo “nada fue tu culpa, te amo”.

        Luego de decir eso empezó a desvanecerse, entonces me dí cuenta que él me habló, Bastian era mudo de nacimiento, no era posible. Todo comenzó a desvanecerse a mi alrededor y las caricias en mi brazo se sentían cada vez más notorias. Comienzo a ver todo blanco, parece un techo, giro la vista hacia mi derecha y me encuentro con mi madre acariciando mi brazo, entonces caigo en cuenta que estoy en un hospital, que Bastian estaba conmigo en el auto y de repente ya solo estaba su cuerpo. Los recuerdos del accidente me nublan la mente y sólo puedo llorar. Todo fue la ilusión de un último día con Bastian, todo fue la  ilusión  de un amor perdido.

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⏰ Última actualización: Jan 16, 2021 ⏰

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La ilusión de un amor perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora