La Guerrera y La Sirvienta

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A la mañana siguiente, Clarke fue a la habitación de su hermana como lo había planeado. Como era de esperar, los guardias en su puerta le informaron que la reina aún estaba dormida y que solo se despertaría poco antes del mediodía. Clarke informó a los guardias que se reuniría con su hermana para tomar el té de la mañana, cuando se despertara.

No estaba deseando que llegara, pero quería saber qué quería su hermana de ella. Quizás esta podría ser una forma de reconectarse y pedirle, que cambiara sus costumbres. Llegó la hora del té y Clarke fue llamada al comedor.

Era fastidiosamente ceremonioso como todo lo era cuando se trataba de Wanheda. A las hermanas se les servían cinco mezclas diferentes de té, a intervalos específicos y la reina tenía un sirviente a su lado, para probar el té ante ella, en caso de que estuviera envenenado.

―¡Ah hermana! ¡Qué agradable sorpresa!― Wanheda arrulló cuando Clarke se sentó a su lado.

―¿Pediste verme, ayer por la noche?― Clarke preguntó, yendo directo al grano. Odiaba socializar con su hermana.

―Sí, sí lo hice, pero me informó mi mensajero que estaba... ocupada... ¿Cómo estuvo tu noche, hermana? ¿Te despertó el ánimo y te devolvieron la vida a tus huesos cansados? Wanheda preguntó mientras su catador le entregaba la primera taza de té.

Clarke frunció el ceño ante la extraña pregunta y se preguntó por qué su hermana estaba tan interesada en su vida social. ―Sí, estuvo bien, gracias―, dijo Clarke sin rodeos, sorbiendo su té a regañadientes. ―Entonces, ¿por qué querías verme?― preguntó de nuevo.

―Ahora bien, ¿puede una hermana no querer pasar tiempo con su propia gemela? Solo quería saber cómo estabas, bueno, ya sabes después de tocar la puerta de la muerte ―, dijo Wanheda lentamente, observando cuidadosamente la reacción de Clarke.

Clarke suspiró con frustración y agarró firmemente una cucharadita a su alcance. De repente vio una mano delgada y familiar que colocaba una taza de té junto a su brazo. Ella miró hacia arriba y sus ojos se encontraron con los de Lexa, su Lexa. Clarke la miró fijamente durante lo que pareció toda una vida, pero en realidad fueron solo unos segundos.

―Su té, mi señora ...― Lexa le dijo con una leve reverencia y esa hermosa sonrisa que Clarke conocía tan bien. Su momento fue interrumpido cuando un sonido metálico resonó en el aire.

―¡Dios mío, qué torpe de mi parte!― Wanheda exclamó. Las amantes dirigieron su atención a la reina y vieron que había dejado caer una taza de té al suelo.

―Está bien, su majestad, yo me encargaré de ello― dijo rápidamente Lexa con una sonrisa y numerosas reverencias. Wanheda sonrió mientras observaba a la criada arrodillarse en el suelo y juntar los fragmentos de porcelana rotos.

Clarke observó aturdida cómo su amor, era objeto de tal falta de respeto por parte de su propia hermana. ―Encantadora, ¿no es así?. Una de mis mejores sirvientes. Creo que tiene una larga carrera aquí, si no me molesta tanto como a los demás ― se burló Wanheda.

Clarke tuvo que usar cada fibra de su ser para no saltar sobre la mesa y agarrar a su hermana por el cuello, pero sabía que no podía, por el bien de Lexa más que por el de ella. Su hermana es despiadada y sus reacciones ante tales situaciones son impredecibles.

Las hermanas fueron separadas abruptamente, para alivio suyo. Regresó a sus habitaciones y se detuvo en la puerta cuando vio un trozo de pergamino en el suelo.

Ven a mi habitación esta noche, después del atardecer, decía la nota.

Clarke sonrió, todo su estado de ánimo mejoró cuando se trata de Lexa. Ella había estado esperando otra oportunidad para que pasaran tiempo juntas.

La Guerrera y La Sirvienta [CLEXA AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora