Verdadera diversión

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Sentados en el sofá, Andrés y Martín se disponen a jugar a “Plato”, una aplicación de minijuegos para el teléfono que este último sugirió que probaran.

No les costó mucho entender como jugar entonces se pusieron a ello.

Así pasaba las tardes el matrimonio, sin preocupaciones, forrados en oro.
Solo debían tener siempre lista una película o una serie para ver, o, en este caso, un juego para pasar el rato.

—Juguemos Go Fish— exclamó Fonollosa

—Dale, pescado— contestó Berroti seguido de una risa que pronto le contagió al español.

Las cartas fueron repartidas y cada uno debía robarle a su oponente los juegos que sospechaban podía llegar a tener.

Estrategia pura, algo que a este par no le faltaba, al igual que la sabiduría de robar algo.

—Que hay un Flipper— soltó Andrés al ver que, efectivamente, la carta con el número 9 contenía el dibujo de un delfín.

Martín río al darse cuenta de la ingenuidad e inocencia de su amado, le había develado que tenía un 9 entre sus cartas, y, para su suerte, él también tenía uno.

Andrés pide el 5 y Martín hace un comentario sucio a su esposo…

Al llegar su turno, aprovechándose de la confesión de su amado, decide robarle la carta del 9, de Flipper.

Andrés lo mira con rabia simulada, y, en cierto porcentaje, rabia real.

Martín se echa a reír.

—Te botoneaste solo, boludo— dice sin parar de reír.

Andrés amaba verlo reír.

En una situación así, no podría enfadarse jamás.

Pero se las pagaría, ya sea en el juego o quizá más tarde.

Luego de un par de jugadas, el español recupera a Flipper, quedando así con tres cartas, le faltaba una para coronar el juego.

Es ahora el argentino quien finge indignación y dolor.

Andrés se confía, ganaría a Flipper.

Martin estaba expectante ante la posibilidad de poder quitárselo.

Y así fue, luego de un GO FISH, el juego le dio el último 9 de la baraja y sonrió por dentro, solo quedaba esperar que Andrés no quiera pedir por la carta recién salida, y, para su suerte, no fue así.

Fue entonces como pudo aprovechar y robar el juego de nueves que Andrés tenía ya casi completo.

Este le dedicó una mirada asesina, pero no perdió tiempo, estaba planeando su estrategia para, de igual manera, ganar la partida.

Aunque tenga que ser sin los delfines.

Lo que no observó es que a Martín le hacía falta solo una carta para completar su último juego y así ganar.

Carta que, casualmente, él tenía en su “mano", en su teléfono, vaya.

El ojiazul robó la última carta que necesitaba y ganó.

Reía y se regodeaba frente a Andrés, que lo miraba con cierto rencor.

Se cansó de ver a su marido alardear por lo que lo tomó de las mejillas atrayéndolo hacia él.

Martín quedó haciendo "pico" según el argentino o, "morros", según el gallego.

No pudo resistirse y plantó un beso en esos labios que tanto le gustaban.

No podía enojarse con su amante, y menos por un juego de teléfono.

Que no pasa nada, que el Flipper de los playmobiles le pertenecía, él lo había comprado con su dinero, por lo cual si se divorciaban y debían hacer división de bienes, Flipper se quedaba con él.

Ja. Jaque mate, Martín.

Igualmente, nada de eso haría falta, no iban a divorciarse jamás, no se separarían sino hasta que la muerte así lo decida.

Ya habían perdido demasiado tiempo juntos como para seguir haciéndolo.

A todo esto, las mejillas de Martín siguen estando apretadas por la mano derecha de Andrés, que se había puesto a pensar en todo lo nombrado anteriormente… Y también en cuánto lo amaba, y en cuanto tiempo estuvo lejos de él por cobarde.

Pero eso ya había pasado, ahora nada ni nadie lo apartaría de su lado.

No si él podía evitarlo.

Soltó a Martín y se levantó, dirigiéndose hacia las escaleras.

Hasta que oyó su voz, con ese acento que tanto le gustaba...
—Culo roto— escupió el argentino riendo.

Andrés se giró inmediatamente, haciendo contacto visual con él.

—Ya, normal cariño, con tu pollón.— dijo mientras comenzaba a reír a medida que dejaba de hablar.

Martín rió, pero también se sintió… Halagado.

—Ya jugamos suficiente a lo que tú recomendaste— siguió hablando Andrés... —¿Por qué no me acompañas al cuarto? Quiero mostrarte a qué sé jugar yo.—

Ambos se miraron cómplices con sonrisas pícaras dibujadas en sus rostros, Martín no dudó en seguirlo hasta la habitación.

Se venía la verdadera diversión.
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Es mi primer one shot, espero que les haya gustado, sé que soy malísima pero quise intentarlo. Gracias por leer, lxs amo❤️

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