Un par de sombras con frío.
Se conocieron en un lugar en donde el cielo no existía y las esperanzas tampoco, entre un montón de dolor, cobijas que no calentaban porque el sol nunca salía y hacía demasiado frío.
Se conocieron en un sitio del que Dios nunca había escuchado, un lugar tan putrefacto y enfermo como quiénes le habitaban y le mantenían despierto.
Seonghwa tenía 16 años viviendo y llevaba 4 sobreviviendo en ese rancio lugar, sus esperanzar de salir libre se habían perdido en algún lugar de la carretera y sus sueños se habían retraído hasta guardarse en una polvosa caja al fondo de su cabeza.
Su existencia se limitaba a nada más que seguir órdenes, agachar la mirada, no hablar a menos que se lo pidieran y nunca hacer preguntas. Su cuerpo estaba igual o más deteriorado que su mente, tan cansado.
Aquél lugar no era el infierno en sí pero le faltaba muy poco para serlo, era un lugar tan oscuro que alimentaba las perversiones y la maldad de los hombres. Aquél era un mercado donde en lugar de pan se comercializaban esclavos y rehenes no siendo más que sacos de carne y hueso.
Si es que se le podía llamar así, a Seonghwa le había tocado un poco de suerte: Estaba tan roto desde hace tantos años atrás que cuando llegó ahí no pudieron quebrarlo más, así que su existencia era monótona y los sueños de niño habían quedado enterrados en el garaje de la casa de su padre.
Pero nada fue así para Kim Hongjoong.
Hongjoong era un niño de las afueras de alguna pobre y ridícula área dónde las lluvias tiraban las cosechas y si no eran las lluvias, entonces era el granizo y la nieve. No tenía más que 14 años y un manojo de ropa hecha tirones cuando llegó en un día de invierno a la casa donde también estaba Seonghwa.
Hongjoong estaba asustado y tenía el corazón lleno de miedo de nunca más volver a ver a su padre y a su madre, miedo que lograba acallar muy bien en cuanto llegaba a su cama después de un arduo día fregando pisos y limpiando los baños. Seonghwa ocupaba la litera de arriba y solía mirarlo dormir abrazado a la almohada y hecho un ovillo intentando mantener su cuerpo tibio.
El corazón de Kim estaba lleno de esperanzas y sueños, y ese era el problema.
Al principio a Seonghwa no le importó el pobre niño y su asquerosa suerte de ir a parar ahí después de haber sido comprado entre las sombras en una transacción debajo del agua, no le importaba en lo más mínimo, pero era común encontrarse a sí mismo mirando la sonrisa del otro cuando éste se encontraba con un camino de pequeñas hormigas que utilizaban su dedo como puente, y tampoco podía evitar escuchar cómo el amo le gritaba y le tiraba del cabello, arrastrándole el rostro por el suelo hasta verlo sangrar. A Seonghwa no le importaba, pero había algo brillante en los ojos de Hongjoong que le atraía como un diamante.
Hubo una ocasión en la que ambos se quedaron juntos a fregar los pisos de uno de los grandes pasillos, estaba oscureciendo y los helados centígrados les trepaban por las piernas como monstruos. Fue en esa ocasión en la que Hongjoong rompió el silencio y se presentó:
–Hola, me llamo Hongjoong... –Su voz tartamudeo y su sonrisa temblaba, y cuando Seonghwa dejó a un lado la esponja enjabonada y lo miró, al fin comprendió qué es lo que hacía a sus ojos tan brillantes: Allí dentro había miedo, pero también un destello de esperanza.
Ese día Seonghwa no tuvo oportunidad de presentarse porque uno de los amigos del amo había escuchado al menor hablar y había entrado a encararlos, ordenándole al mayor marcharse para luego comenzar a golpear al más chico de los dos.
Y se fue.
Pero Hongjoong volvió esa noche al cuarto donde todos esos pobres diablos dormían, en cuanto llegó a la cama le sonrió a Seonghwa aún con ese ojo morado y el labio aún con residuos de sangre medio seca. Y a pesar de todo, el brillo en sus ojos no se apagó.
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just seongjoong things ;; seongjoong
FanfictionOne shots de Park Seonghwa y Kim Hongjoong del grupo Ateez