Prólogo

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Unos rayos de luz se filtraban entre las hojas, enfocando el suelo como si fuesen olas del mar. Algunos pájaros se escuchaban en la lejanía, rompiendo el silencio de la mañana en el bosque. La luz se iba juntando con el entorno con el paso de los minutos, hasta que las sombras de la noche desaparecieron.

Granizo abrió los ojos lentamente hasta poder levantarse y comenzar el día. Salió de su madriguera abandonada y se dirigió hacia el río para incorporarse a la rutina. La fría brisa advertía que la estación de la hoja verde estaba llegando a su fin. Le recorrío un escalofrío por todo el cuerpo.

Aunque no tenía demasiada hambre, Granizo intentó detectar presas cercanas para activarle de buena mañana. Él era un gato bastante estricto al aprovechar la comida, sin embargo, su cuerpo casi nunca le enviaba señales de hambre y siempre seguía igual de flaco que siempre.

Al localizar un campañol, involuntariamente se pegó al suelo, y tan sigilosamente como pudo, se aproximó a su objetivo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, saltó sobre él con las garras extendidas, y con una zarpada, acabó con el roedor.

Volvió hacia su árbol lleno de orgullo, y lo devoró hasta quedarse satisfecho. Al enterrar los restos, dejó marcas olorosas alrededor de su hogar y se dirigió a estirar las patas por el terreno. <<Dentro de poco tendré que buscar un nuevo sitio; la estación de la caída de la hoja se acerca, y desde hace amaneceres que las presas han comenzado a escasear>> pensó con preocupación. Aunque lo hacía desde numerosas estaciones atrás, nunca se había acostumbrado ni le había gustado buscar hogar cada vez que las circunstancias cambiaban.

Hace incontables y lejanas lunas, Granizo tenía familia. En su infancia, había vivido con su madre, con su padre y con sus dos hermanas. Siempre había sentido que había algo en el ambiente que hacía distanciarse de su familia, pero en aquel entonces no lo sabía, o no lo entendía.

Cuando era un cachorro indefenso y curioso, le contaron muchas veces un relato de sus antepasados. Sus padres le explicaron que su abuelastra, fue miembro de una tribu de gatos que eran separados por rangos y que convivían para alimentar y proteger a todos los miembros del grupo. También le contaron que durante la dura estación sin hojas, fueron atacados por otra tribu que asesinaron a todos los gatos que pudieron en la gran y recordada Batalla de la Oscuridad. A causa de la desesperación y el terror, los supervivientes se perdieron en los extensos bosques y la tribu no se volvió a juntar nunca jamás.

Granizo creía que por ese motivo desde pequeño nunca le había gustado estar con muchos gatos a la vez, o viajar en busca de un nuevo hogar a través de lugares desconocidos. Tampoco entendió nunca por qué su familia lo abandonó; una noche le dijeron buenas noches y a la mañana siguiente ya no estaban. Él sabía que se habían ido voluntariamente por los olores y por las huellas, pero no encontró el motivo en las siguientes lunas de la pérdida.

No volvieron. No pudo aceptarlo hasta reflexionarlo durante largos amaneceres, desde aquel entonces que cada mañana paseaba por los alrededores. Nunca se había imaginado en aquella situación, pero se obligó a aprender rápido o por lo contrario los depredadores acabarían con él en menos de media luna.

Ahora, había aceptado esos recuerdos y quería volver a comenzar. Todavía le faltaban cientos de amaneceres, y no iba a malgastar ninguno de ellos, por muy grande e interna que fuera esa cicatriz.

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2020 ⏰

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