Ojalá nunca llegue

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Sanji es un hombre de 26 años, es alto, de piel clara y ojos celestes, un bello e hipnótico color. Trabaja en un restaurante ubicado en la zona comercial de la cuidad y su especialidad es la comida marina.

Todos los días trabaja hasta las 6 de la tarde y cuando el telón se baja va al hospital a visitar a su amigo de infancia, pareja y esposo.

Le cuenta su día con un tono alegre y sonoro, su dulce voz resuena en la blanca habitación, pero se ve un poco opacada por los constantes sonidos del respirador, el monitor cardíaco y otros aparatos más que mantienen a su esposo aún con vida.

Su rostro rígido, cuerpo paralizado, delgado y pálido, así estaba zoro ahora. Por más que Sanji deseara mantener el ánimo y no rendirse, la realidad lo golpeaba.

—"Ya lleva 5 años en coma, sufrió daño cerebral, es poco probable que recupere la conciencia, lo mejor es retirarle la asistencia médica que tiene"

No puede hacerlo, es una batalla moral desde que el doctor le dió esa noticia

Mantenerlo con vida, de manera miserable o liberarlo de sus cadenas.

– perdóname marimo ...yo te esperaría toda la vida, pero sería injusto contigo ...

Con ese rostro cubierto te lágrimas le habla sobre su decisión, no se volveran a ver, o tocar.

No podrá decirle que lo ama en las mañanas, despertarlo a besos y patadas, caminar por la cuidad y de manera disimulada rozar sus manos, regalarse miradas, pelear por tonterías y disfrutar de la compañía del otro. Nada de eso será posible.

Una sortija en su dedo anular será su único consuelo, lo que verdaderamente le recordará a su querida alga y esto se debe a que las cobijas ya no huelen a él, ni su ropa y a estas alturas ni zoro huele como antes. Medicamentos y desinfectante, ese es el único aroma que queda. La sortija solo podrá recordarle momentos felices, el día en que se arrodilló en la playa y le propuso matrimonio a la vista de desconocidos y amigos.

— entonces señor Roronoa, mañana en la tarde firmará el permiso, es la mejor decisión.

Si lo es o no, no puede pensar en ello.

Fueron cinco largos años llenos de esperanza, de tratamientos, masajes musculares, largas charlas de un solo sentido, pequeñas caricias en un cuerpo que no sentía nada, tardes llenas de lágrimas. Mucho tiempo aferrado a su ser amado.

Vivieron tantos momentos justos, desde niños cuando se protegían la espalda para que finalmente se enamoraran de manera irremediable.

Fué difícil para ambos aceptar ese amor que sentían pero al final decidieron pasar el resto sus días juntos, los que tenían permitidos...

– "Sanji, sabes que no tienes afrontar esto solo"

Lo sabe más que nadie, pero la vida lo destruyó de esta manera que ahora se le hace imposible volver a ser él, abrirse con los demás, mostrar cómo se cae en pedazos. Ese acto requiere valor.

— Te amo

— ojalá el día de mañana nunca llegue.

Brisa leveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora