El día de hoy decidí encontrarme contigo en una cafetería cercana. Decidí ponerme ropa ligera para este clima caluroso, pero aún luciendo bien. Iba a ver a mi chica de en sueños, debo lucir bien.
Miro a la ventana esperando tu llegada, quizás llevo aquí unos 20 minutos. A pesar de estar rodeada de varias personas en este pequeño local, ¿Por qué se siente solitario cuando no te estás cerca?
—¡Chaeyoungie! —Se escuchó desde un punto no muy lejano de mi persona. Esa dulce voz me hizo sonreír como una tonta de manera inmediata.
—Minari, ¡Al fin llegas! —Solté mientras aún sonreía.
—¿Esperaste mucho? —Preguntó mientras tomaba asiento frente a mí. El día de hoy se ve radiante, tal vez sea porque brillas más que el sol, o al menos tú eres el brillante sol que ilumina mi mundo.
—No, no tanto. —Le regalé una dulce sonrisa de nuevo. —Aunque no importa cuánto tiempo espere, simpre será espléndido verte. —Tomé su mano gentilmente y la estiré hacia a mi para darle un suave beso. Ella sonrió.
—¿Sabes lo mucho que te amo? —Ladeó levemente su cabeza con una sincera sonrisa.
Ella luce como un precioso ángel. ¿Qué tal si ella fue puesta en mi mundo para cuidarme? Eso suena lindo.
Oh no, está sucediendo de nuevo; todo se vuelve borroso y oscuro.
Minari, ¿En dónde estás? No quiero estar aquí.
Ah, puedo ver la luz de nuevo, parece que estoy en mi habitación; Mina está a mi lado, se ve realmente hermosa mientras duerme. Me quedaré un rato más con ella hasta que se despierte.
Hm, quizá pasaron unos 35 minutos, ya despertó.
No comprendo por qué Mina se ve ojerosa. Bueno, capaz sólo tuvo una mala noche de sueño. Aunque, mi chica se sigue viendo hermosa así, nunca podría llegar a decir lo contrario.
Como sea, me moví hacia el comedor y me senté en mi habitual silla.
Le di los buenos días pero creo no me escuchó. Opté por ir a abrazarla mientras estaba de espaldas para darle una pequeñita sopresa. Ella sigué sin reaccionar. Le di un pequeño beso en la mejilla. Tampoco reaccionó.
—Andamos de malas, eh. —Dije con una pequeña carcajada. No me dirigió ninguna palabra, sólo dio un leve suspiro. —¿Estás bien, cariño? —Pregunté procupada. Ella empezó a llorar. ¿Hice algo mal? ¿Hiciste tú algo mal?
—Lo siento. —Dijo mientras sollozaba. Se volteó y se apoyó de la superficie de granito que conforma la cocina.
—No comprendo, ¿qué pasa? —Pregunté melancólica.
—Fui una idiota, lo sé. —Suspiró con despecho.
—No tienes por qué decir eso. —Le di un pequeño beso en la punta de su nariz.
—Te dejé caer, dejé que te fueras. —Sollozaba aún más fuerte.
—Dulzura, estoy justo aquí para ti. —Comencé a ponerme algo triste. No me escuchó.
—Te extraño.
He ahí viene el recuerdo de todo. Una horrenda frase retumba mi mente y conciencia. Dejé caer unas lagrimas por eso.
No estoy con vida.
Nunca llegué a la cafetería, fue sólo un vago y penumbre sueño. Todo pasó antes de llegar.
Un hombre imbécil conduciendo un camión en estado de ebriedad causó todo. Él se desvió de carril, siendo él el causante de todo.
Pero lo prometo, nunca me alejaré de ti; te cuidaré tal como un ángel. El ángel que eras tú para mi, lo seré yo para ti ahora. Lamento no haber podido quedarme físicamente contigo más tiempo.
Espero puedas tener una vida llena de felicidad y prosperidad, amor mío.
Podré ser una simple alma en pena, pero no quiero dejar de ver tu hermosa cara o en sí, tu misma existencia. No me podré ir hasta ver esa sincera sonrisa radiante llena de felicidad, porque cuando tu felicidad llegue, la mía también lo hará.
Y más que nada, nunca me dejes en el olvido.