Ver tu cabello ondulado y rojizo cayendo por tu hombro, con aquel contraste perfecto entre el tenue color de tus ojos.
Aquellas miradas que me hacían pensar si no seguía dormido, los pequeños roces que atesoro en mi memoria.
El recuerdo de nuestros momentos íntimos; donde pudimos conocer los defectos, miedos, talentos o incluso, las debilidades del otro.
Aquellos momentos son como la primavera; coloridos, frescos y con una gran experiencia a su lado.
Pero tal y como la primavera, estos momentos comienzan a desvanecerse.
A la llegada del otoño las hojas toman su peculiar color, el cielo comienza a nublarse con frecuencia y el viento se vuelve más suave al llegar a mis manos. Recordandome todo a ti.
Sentir felicidad al saber que a pesar de nuestra distancia, al girar podré encontrar un reflejo tuyo a traves del río, en el bosque o en el cielo.
Pero al irse el otoño, no hago más que aceptar que eso pasará con nosotros, un suspiro escapa de mis labios al saber que tu también te marcharas en esta estación del año.
El frío comienza, algunas hojas caen de los árboles y froto mis brazos en busca de encontrar tus manos, rodeandome en un cálido abrazo.
Los sentimientos llegan y no piensan irse, la melancolia llega haciendo que me aparte de las cosas. Es momento de tiempo para mí.
Al despejarme logre comprender, no importa que suceda entre ambos, no importa si los recuerdos se desvanecen como el otoño.
Al llegar la primavera, miraré a lo lejos y podré divisarte. Podremos vivir aquello que recordaba, pero por el precio de esperar tres temporadas a que vuelvas.
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