Se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja, un gesto de nerviosismo que hacía cada vez que lo veía. Siempre era igual, fingía indiferencia pero lo miraba de reojo muy de vez en cuando. Hacía cuánto que no lo veía... ¿5 años? ¿6? Se conocían de pequeños pero nunca habían sido amigos, tan solo se veían y como mucho se saludaban, pero aun así él estaba profundamente enamorado de ese chico. Y ahora, después de no haberlo visto en 6 años, seguía estando tan locamente enamorado de él como cuando lo conoció. Qué extraña coincidencia que volviera a verlo un 14 de Febrero, parecía casi como si el destino quisiera que estuvieran juntos. Pero él tenía bastante claro que no era posible, ya que ambos eran chicos y el amor que él sentía por esa persona no era algo muy...normal. Aunque, claro está, eso a él no le importaba. Le encantaba su cabello castaño y sus ojos color avellana, se sonrojaba cada vez que pensaba en besar sus labios y se moría por estar en sus brazos.
No podía, simplemente no podía dejar pasar esta oportunidad. Sabía que no se quedaría mucho tiempo en la ciudad y por lo menos tenía que decirle cuanto lo amaba, ya no soportaba más mantener su secreto tan escondido.
Lo miró una vez más desde la lejanía. Sólo, allí sentado debajo de un árbol, pensó que no había nada más perfecto en el mundo, que él. Antes de que se diera cuenta ya iba caminando hacia dónde él se encontraba.
<< ¿Pero qué estoy haciendo?-pensó-No debería acercarme así como así. Podría...>> Algo interrumpió sus pensamientos.
-Hola-le dijo él con un asomo de sonrisa.
<<Es tan hermoso...>>
-Eh...Hola-le respondió con nerviosismo-¿T-te acuerdas de mí? Nos... Nos conocíamos de pequeños...-notó como un súbito calor le subía por las mejillas.
-Sí, lo recuerdo-contestó, fríamente. Desde que él lo conocía siempre había sido así: frío, distante, lo había visto sonreír solo una vez y a él le había parecido la cosa más hermosa que había visto en su vida. Y esa era otra razón por la que lo amaba tanto, de alguna forma quería acabar con su sufrimiento, quería verlo sonreír otra vez.
De pronto, recordó a lo que había ido.
-¿P-puedo hablar contigo un momento?-le pareció una eternidad el pequeño lapso de tiempo que el tardó en responder.
-Sí, claro-asintió.
-Eh...hace tiempo que necesitaba decirte algo y...-una vocecita realmente chillona, lo interrumpió.
Cerró los ojos un momento para poder ordenar sus pensamientos. Cuando los abrió, vio delante de si la cosa más odiosa del mundo. La chica era, por supuesto, muy hermosa, pero la odió profundamente por haber interrumpido algo tan importante.
-¿Interrumpo algo?-preguntó, ladeando la cabeza y con una sonrisa inocente. Ese gesto la hacía parecer realmente tonta. Con eso la odió aun más. Cómo si la respuesta no fuera evidente.
-No-le respondió él-yo...ya me voy-se alejó, intentando forzar una sonrisa, lo cual no le resultó ya que lo único que sentía era exactamente lo contrario. "Adiós, mi amor" quiso decir, pero se dio vuelta y se fue caminando rápidamente. Quería desaparecer lo antes posible de allí.
Había estado tan cerca de decirle todo... ¿Qué hubiera pasado si esa chica no hubiera aparecido? ¿Qué hubiera pasado si se lo hubiera dicho? ¿Qué hubiera pasado si...? No quería ni pensarlo.
<< ¿Qué voy a hacer ahora?>>
Aun tenía tiempo para decírselo pero no se atrevía a declararle su amor tan abiertamente, él quería que fuera algo más personal. Decidió que lo mejor era escribir una carta. Tal vez era algo un poco "cursi" pero no se atrevía a enfrentarse otra vez a esos penetrantes ojos color avellana.
Pasó horas frente a una hoja de papel blanca, debatiendo en su mente qué era lo que tenía que escribir. Al final, solo escribió un par de palabras. Nada más. La dobló a la mitad y se la guardó en el bolsillo. De alguna forma sabía que lo encontraría en el parque donde lo había visto esa mañana. Él ya no caminaba, corría. Miró hacia el cielo y divisó los colores del atardecer: naranjos, magentas y celestes.
<<Se me acaba el tiempo>>, pensó.
Cuando llegó, lo primero que vio fueron dos siluetas recortadas por el sol, ambas tomadas de las manos. No lo podía creer... ¿De qué le había servido todo lo que había hecho, reunir valor, la carta?
<<Idiota, idiota, idiota>>
Se odió así mismo por creer que él algún día iba a amarlo, que iba a besarlo. Se tocó los labios con la punta de los dedos y se sonrojó al pensar en cómo se sentiría tener los labios de él sobre los suyos. Una lágrima cayó por su mejilla.
-Feliz día de San Valentín-murmuró-Espero que seas feliz con ella.
Y eso era lo que a él le importaba, que su amor pudiera ser feliz con o sin él.
-Adiós, mi amor...
Sin querer dejó caer la carta que llevaba en la mano, así como también dejo abandonados en ese lugar todos sus sueños y esperanzas.
Estaba perdido, completamente desorientado, no sabía qué hacer, a dónde ir ni que pensar, así que sólo se resigno a ir a su lugar favorito: frente al mar.
Observando el lúgubre atardecer, pensaba en él, en su hermosa sonrisa y en cómo se veía la última vez que lo había visto, no como estaba hace unos minutos ni esa mañana, sino cómo era hace 6 años atrás. Con los mismos ojos, sus labios igual de irresistibles, tal vez un poco más pequeño. Pero en cierta forma seguía siendo él mismo, pero a las vez distinto a como era ahora.
Observando como el Sol se ocultaba y las estrellas empezaban a brillar, vio la Luna, tan impresionantemente bella como cada noche.