Caída de las estrellas

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El cielo desprendía una oscuridad abrumadora. La noche era fría y ruidosa, las luciérnagas podían verse en las lejanías, los grillos y su canto rompían el silencio de mi casa, atravesando las paredes con aquella sinfonía característica de ellos. Los árboles eran azotados con tal fuerza que parecían estar hechos del plástico más frágil y no del roble más fino, las hojas que estaban en el suelo se levantaron violentamente al ser empujadas por el viento enfurecido –¿una tormenta a estas horas de la noche?, Genial, como si ya no tuviera suficiente con el bosque y sus atractivos– esto paso por mí cabeza antes de irme a la cocina y poner a calentar un poco de agua para hacer un té que me ayude a dormir, ya que en los últimos meses he sufrido de insomnio, no soy fanático de las medicinas, soy fiel amante de que la naturaleza nos da todo lo que necesitamos.

Pongo la tetera a calentar. Hay un algo de té en la alacena, de frutos rojos, mi favorito; salgo de la cocina para poder ver el ambiente perturbado que hay en el exterior cuando algo llama llama mi atención; una mujer no muy alta, de cabello largo oscuro estaba en medio de la lluvia que poco a poco cobraba más intensidad y fuerza, se veía algo exhausta, por lo que salí de la casa para buscarla. Salgo pero la lluvia es tan intensa que no me deja avanzar con comodidad, las gotas de lluvia son como pequeñas piedras que caen con gran violencia y severidad. Al llegar donde estaba la chica pude notar que estaba algo maltratada, sus ojos se veían algo rojos, su boca mostraba signos de haber sangrado. No perdí tiempo, le pedí que fuera a mi casa y se refugiara de la lluvia, y después se fuera si así lo deseaba. Aceptó y muy lentamente entramos a la casa.

La tetera ya está pitando, señal de que el agua ya estaba lista para hacer el té. Voy a la cocina y preparo 2 tazas, la mía sin azúcar ya que no me gusta tomarlo dulce, y a ella le llevo la azúcar en el tarro, ya que no se como son sus gustos. –¿Qué hacías sola a estas horas en el bosque, y más aún bajo esta cruel lluvia?– pregunté con un tono muy suave, no quería hacerla sentir incómoda –por cierto, está caliente, no vayas a quemarte– agregué mientras colocaba la taza en la mesa y el tarro con el azúcar en su dirección.  –me llamo Mark ¿Y tú?– la chica no se molestaba en responder, se notaba que estaba algo cansada y lo menos que quería era hablarle a un total desconocido, solo se limitó a beber su te con 3 de azúcar, muy dulce para mi gusto personal pero para gustos colores, dice el refrán.

La lluvia no tenía placer de ceder en poco tiempo. Fui a la cocina una vez más y prepare una sándwiches para que ella pudiera comer algo, no sé si quisiera comerlos pero una cosa es segura y es que debe estar hambrienta. Lleve los sándwiches a la mesa y como lo esperaba está hambrienta, no dudó ni un solo segundo en comerlos, aunque para mí sorpresa los termino en un tiempo sumamente corto, de verdad que tenía el estómago vacío. –imagino que ya tendrás más ganas de hablar–  dije con una leve sonrisa en el rostro, ella inmediatamente cambio su expresión, era obvio no tenía ganas de hacerlo, y ya no iba a insistir en ello, no quiero causarle las incomodidades de las que ya tenía, en algún momento me hablara, o al menos eso espero.

La noche seguía su curso. La lluvia no mostraba rastros de debilidad, su fuerza aunque ya no mostraba signos de aumento, aún se podía sentir su intensa ferocidad, como si buscara arrasar todo a su paso, como si quisiera llevarse la vida de algo… o alguien. Una vez la joven termino de cenar lave los platos y ordene la cocina, me serví otra taza de para poder relajarme de todo, ya que con la primera no pude hacerlo; mientras tomaba el primer sorbo una voz se oyó en el fondo, parecía triste, nostalgia, como si hubiese sido arrancada de su hogar de una forma tan violenta causando una herida que nunca sanaría. Me puse detrás de la pared de madera que daba a la sala de estar para oír lo que decía pero no alcance a oír mucho solo un leve susurro que decía “Pronto regresaré a casa”, no entendía a que se refería con eso, pero era obvio que por el tono en el cual sonaba, llevaba un gran dolor consigo.

Al terminar mi té, hice como si no hubiera escuchado nada y me dirigí donde estaba ella. Pase de largo por la sala y vi que ella estaba parada al lado de la ventana, viendo hacia mi, no la tomé mucho en cuenta –si vas a dormir arriba hay una habitación para huéspedes, quédate si quieres y te vas mañana temprano- dije cuando iba por la mitad de las escaleras, ya camino a mi habitación, una voz se opuso en mi camino –Gracias por ayudarme esta noche, he vagado por el bosque varias noches, tenía hambre y mis manos estabas muy lastimadas para poder trepar los árboles y tomar alguna frutas– detuve mi camino –no hace falta que me des las gracias, estabas tan maltratada que sentí compasión de ti, además de que esta lloviendo muy fuerte, sería muy cruel de mi parte dejarte tirada a tu suerte pudiendo darte una mano. Como te dije puedes dormir en la habitación de huéspedes, yo iré a dormir– termine mi frase y me fui a dormir, no sin antes decirle que podía usar la ducha y darse un baño de agua caliente.

A la mañana siguiente, como de costumbre, me levanto muy temprano y me preparo para las labores de la vida en el bosque, cosas como cortar la leña, cazar los alces, buscar las frutas etc. Todo marchaba como siempre, la cacería y la recolección de frutas fluyeron con total normalidad, pero por alguna extraña razón se me sentía más ansioso de volver a casa  ¿Sería por ahora tengo compañía? Aunque vivir solo no me es malo, admito que tener a alguien al lado es gratificante. –Estoy en casa– dije de forma inconsciente, como si esperara alguna respuesta –bienvenido– escuche en la cocina, mi corazón vibro un poco al oír tal respuesta, no espere que pasara. –¿Cómo estuvo la cacería hoy?– preguntó la chica con un ligero rastro de amabilidad –bien, aunque fue un poco difícil porque ha disminuido el número de alces en la zona últimamente –Es una pena, oír eso, bueno ¿Qué vamos a comer? Tengo hambre– tarde un poco en recuperarme de haber oído esa frase.

No debo culparla, después de todo está en una casa ajena, sería demasiado descortés hurgar en casa de alguien que apenas conoces. –bueno, voy a hacer un poco de café. Mira como lo hago, así aprendes y cuando no esté en casa podrás hacerlo tu– dije sin mucha preocupación –Esta bien– dijo ella con un tono algo alegre –Por cierto, me llamo Emilys. Disculpa que no hablará anoche es que estaba nerviosa– dijo en todo suave –Tranquila, no importa, que estés cómoda es lo importante ahora– dije sin pensar, lo cual a ella no pareció incomodarle.  –Gracias por dejarme quedar aquí, la verdad tenía tiempo vagando por el bosque y estaba hambrienta, gracias por ayudarme– sus ojos mostraban una gran tristeza cuando hablaba, se ve que paso malos ratos, viendo la gratitud que tiene, me alegra haberla ayudado aunque fuera solo un poco.
El resto del día transcurrió de forma normal. Emilys  aprendió a hacer las cosas de la casa y poco a poco se fue adaptando. Yo poco a poco me fui acostumbrando a ella hasta el punto en el que me preocupaba si no la veía en casa al llegar ¿Estaré apegándome mucho a una extraña? No lo sé, pero me agrada su compañía, me agrada tomar café a su lado por las tardes, me gusta hablar de cosas que pasaron en el día, me encanta verla reír como niña cuando le cuento las veces que lo pase mal al inicio de mi vida en las montañas. Las noches caían con gran frío pero en la fogata nos  juntábamos y reíamos con sus cosas, ella parecía tan inocente, tan pura, tan noble; sus ojos eran como dos profundos lagos que eran tan bastos como infinitos, podía perderme en ellos y nunca volver a este mundo lleno de pesares y dolor… en que estoy pensando, ella es una niña, a lo sumo tendría 20 años, yo ya soy un hombre de 30, no hay forma de que algo pase.

–Oye, oye ¿Estás bien?– pregunta Emilys con un tono de preocupación. –Si, estoy bien, es solo que me perdí en mis pensamientos y no te presté mucha atención ¿Qué me decías?. Emilys se vio algo enfadada porque la había ignorado –Dije que cual es tu nombre, aún no me has dicho como te llamas y me da curiosidad– no espere que me preguntase eso, pero tenía razón, vive en mi casa desde hace unos días y aún no me presentado –Me llamo Sebastián, un placer conocerte, perdona que no te lo haya dicho antes– ella se quedó unos segundos en silencio, parecía que algo la hacía sentir ansiosa pero no le pregunté. Al finalizar la noche nos fuimos a nuestras habitaciones pero… no podía quitarme la imagen de Emilys de la cabeza y poco a poco mi mente empezó a delirar de cómo sería estar con ella.

Tocan mi puerta, afortunadamente no había hacho nada más allá, de lo contrario hubiera sido muy vergonzoso verla a la cara. –¿Qué pasa?– pregunto, ya eran aproximadamente las 3 de la madrugada, no había podido dormir ni un poco –¿Puedo dormir contigo?– emilys dice. Mi mente casi explota. Hasta hace pocos minutos está delirando con ella y ahora ella me dice que quiere dormir conmigo ¿Será una señal? No, ya estoy muy viejo para creer en esas tonterías de niños con las hormonas alborotadas. –Claro, pasa ¿Tuviste una pesadilla?– preguntó –Mas o menos, Soñé que me perseguían y que no tenía lugar para esconderme– pobre niña, me compadecí de ella y todo ese furor que tuve hasta hace pocos instantes se disiparon al verla con sus ojos enjugados en lágrimas.
Cuando entramos en la cama ella me abraza con fuerza, como si no quisiera que nada nos separe y uno frente al otro, con rostro guardado en mi pecho caímos en un sueño tranquilo. ¿cuánto tiempo dormí? No lo se, solo recuerdo que la puerta de mi cuarto estaba abierta, emilys seguía dormida pero habían al menos 5 soldados alrededor de la cama ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hacen en mi habitación? Pregunto sin tener idea de que pasa. –Ellos son mis protectores, me han estado buscando por meses y al fin pude comunicarme con ellos– ¿Qué pasa no entiendo nada? –No tienes porque entenderlo, pero te lo explicaré por haber cuidado de la princesa. Ella es la única heredera al trono del reino Amaris, ubicado en la luna, había sido secuestrada por varias personas de tu mundo y bajo tierra no podíamos sentir su aura, pero gracias a ti y a tus cuidados la Princesa está sana y salva, gracias–.


Al terminar su Explicación, volteo a mirar a emilys pero no la pude reconocer. Sus ojos color café se habían transformado en un gris lunar eclipsador, su cabello paso de negro a blanco jaspe –¿Emilys…? Pregunto desconcertado. –Mi nombre no es emilys, mi nombre es Sheyla, y como acaban de decir, no soy de este mundo. Gracias por cuidarme y por estar a mi lado, espero me perdones por haberte mentido todo este tiempo– salimos al patio de la casa y con un suave beso las mejillas se despidió de mi. Un círculo se dibujo en el piso y una especie de portal se abrió –princesa, por aquí– dijo un soldado escoltándola a la puerta. –Adiós Sebastián, siempre que mires a la luna, por favor, recuérdame.

Pasaron varios días después de eso. Mi rutina solitaria había regresado en su totalidad, había salido de cacería para tener que comer esa semana

–Bienvenido a casa–

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2020 ⏰

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