Happiness O.S

Capítulo único

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Era viernes por la tarde y Jimin no podía estar más ocupado. 

A la noche tendría que asistir a una de las tantas reuniones de negocios a las que su padre lo obligaba a ir. Afortunadamente esta vez sería en un bar conocido por los mayores empresarios de Corea, si se aburría podía tomarse unos tragos y olvidar hasta su nombre, aunque eso no sería muy bueno para su reputación...

Se alistó lo más elegante posible. Y con un traje azul oscuro y su perfume favorito se vio perfecto. Comió unos cuantos cupcakes de su cocina antes de salir, sabía que su padre odiaba verlo comer en público. Se lavó los dientes, guardó su celular y salió rápidamente al lado de su padre.

Se despidió con la mirada de su madre y su hermana, para luego entrar al auto.

Sería una larga noche.

[...]

"Moon"

Se veían las grandes letras, pulcras y perfectas del bar mientras el olor a tabaco lo mareaba levemente.

En el instante en el que puso un pie en el inmenso lugar, los presentes más cercanos lo voltearon a ver. La mayoría eran casi de la edad de su padre y le incomodó que se le quedaran mirando de manera tan...extraña. Pero tal y como le habían enseñado dio una mirada tosca a todos mientras su padre saludaba, presentándolo una y otra vez como "su heredero", probablemente ni siquiera recordaba su nombre.

Después de saludar a algunos compañeros y socios de su padre, se hartó de las mismas conversaciones y fue al baño.

Se miró en el espejo y se arregló el cabello, aunque estaba perfectamente peinado. Tomó su celular justo cuando este vibró. Un mensaje de su hermana.

〃¿Ya te aburriste?〃decía.

Y Jimin sonrió escribiéndole que sí. Podía jurar que su hermana lo conocía mejor que él mismo, y claro, él también a ella.

Se encerró en un cubículo en silencio y conversaron unos minutos sobre las cansadas charlas que había tenido, mientras que ella le contaba sobre los deliciosos postres que le esperaban en casa.

A Jimin se tronó el estómago a pesar de ya haber comido, pero el hambre se le pasó después de escuchar la firme voz de su padre entrando al lugar.

Conversaba con su colega lo mucho que quería que su hijo se casara ya con una hermosa mujer. El rubio sintió que iba a vomitar. A penas tenía 20 años y no pensaba casarse al menos hasta los 30 o hasta que encontrara a la persona indicada.

Aunque lo último era casi imposible, desde pequeño le habían mostrado fotos de las hijas de directores de empresas igual de importantes que la suya. Ninguna le gustaba. Eran lindas, eso no lo negaba, pero no quería casarse con ninguna.

Sus pensamientos se disiparon cuando escuchó la puerta cerrarse nuevamente, se habían ido por fin.

Se despidió de su hermana y arregló su traje antes de salir.

La colonia de los empresarios era horrible.

Eso fue lo primero que pensó al recibir una oleada de perfume de la misma marca de los señores sentados en las mesas más cercanas al baño.

Vio a su padre, limpiándose la nariz tratando de eliminar el olor, y este lo llamó nuevamente. Debía conocer más gente, pues cuando la compañía quedara en sus manos, debía trabajar con ellos.

[...]

Casi dos horas después de hablar con demasiados hombres adultos se sentó en el bar, cansado y con sed.