Capitulo 1

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Dos semanas adentro, y este era mi cuarta jaqueca, ¿cómo le explicaría algo así al príncipe?. Como si no fuera lo suficientemente malo que casi todas las chicas que quedan sean dos. Como si mis doncellas no estuvieran ya esclavizadas tratando de "arreglar" mis ásperas manos. En algún momento tendría que hablarle sobre las olas de
enfermedad que llegaban sin anunciar, bueno, si alguna vez me notaba.
La reina Abby se sentó en el lado opuesto del salón de las mujeres, como si se estuviera apartando a propósito de las chicas. por el pequeño escalofrió que se notaba en sus hombros, tuve el presentimiento que en lo que a ella respecta no éramos bienvenidas.
Ella extendió su mano hacia una doncella, la cual se la arregló a la perfección, pero incluso a la mitad de estar siendo mimada, la reina Abby parecía estar irritada. No entendía, pero trataba de no juzgar. Tal vez una parte de mi corazón también se habría endurecido si hubiese perdido a mi esposo tan joven. Por fortuna, Porter Schreave, el primo de su difunto esposo, la tomó bajo su halo permitiéndole conservar la corona.
Inspeccioné la habitación mirando a las otras chicas, Gillian era una cuatro como yo, pero una adecuada. Sus padres ambos eran chefs, y basándome en la descripción que hacía de nuestras comidas, presentía que seguiría el mismo camino. Leigh y Madison estaban estudiando para convertirse en veterinarias y visitaban los establos lo más frecuentemente que les permitían.
Sabía que Nova era una actriz y que tenía multitudes de fanáticos que la adoraban y que la querían en el trono. Uma era gimnasta y su pequeño porte tenía gracia, incluso cuando estaba quieta. Muchas de las dos que se encontraban aquí ni siquiera habían escogido una profesión aún. Supongo que si alguien pagaba mis cuentas, me alimentaba, y mantenía un techo sobre mi cabeza, tampoco me preocuparía sobre eso.
Me froté la sienes que me dolían y sentí la piel agrietada y los rastros de callos en mi frente, me detuve y miré hacia mis maltratadas manos.
Él nunca me querría.
Al cerrar los ojos, recordé la primera vez que conocí al príncipe Clarkson, podía recordar la sensación de su fuerte mano al estrechar la mía. Gracias a dios mis doncellas encontraron unos guantes de encaje para que los usara, o si no habría sido enviada a casa en ese preciso instante. El estaba compuesto, fue amable e inteligente, todas las cosas que un príncipe debería ser.
Me había dado cuenta a lo largo de las últimas dos semanas de que el no sonreía mucho, parecía que él temiera ser juzgado por encontrar algo de humor en las cosas, pero por dios, cómo se iluminaban sus ojos cuando lo hacía, el cabello rubio con reflejos, los ojos azul claro, la manera en la que se desenvolvía con tanta fuerza...él era perfecto.
Por desgracia, yo no lo era, pero debía de haber una forma para que el príncipe Clarkson me notara.
Querida Adele
Sostuve el bolígrafo en el aire por un momento, sabiendo que esto era inútil aún.
Me estoy adaptando bastante bien al palacio, es bonito, es grande y más que bonito, pero no sé si tengo las palabras correctas para describirlo. También es un distinto tipo de calor en Los Ángeles del que tenemos en casa, tampoco sé como contarte sobre eso. ¿No sería maravilloso que pudieras venir a ver, sentir y oler por
ti misma? y sí, hay bastante que olfatear.
En lo que va de la competencia, no he podido pasar un solo momento a solas con el príncipe.
Mi cabeza palpitó, cerré mis ojos respirando lentamente y me ordené a mi misma concentrarme.
Estoy segura de que has visto en la televisión que el príncipe Clarkson ha enviado a ocho chicas a casa, todas ellas cuatros y cincos, y la única seis. Hay un par más de cuatros y un puñado de tres. Me pregunto si se espera que el escoja una dos, creo que eso tendría sentido, pero me rompe el corazón.
¿Me podrías hacer una favor? ¿Podrías preguntarle a Mamá o a Papá si quizás existe algún primo o alguien más de la familia que pertenezca a una de las castas superiores? Debería de haber preguntado antes de irme, creo que información como esa podría ser muy útil.
Estaba sintiendo esa sensación nauseabunda que venía a veces con las jaquecas.
Me tengo que ir, muchas cosas están ocurriendo, enviaré otra carta pronto.
Los amare por siempre
Amberly
Sentí que me desvanecía, doblé mi carta y la sellé en el sobre que ya tenía la dirección escrita. Me froté la sien otra vez esperando que la ligera presión me diera algún alivio, aunque nunca lo hizo.
-Amberly, ¿está todo bien?
-Oh, sí- mentí.- Probablemente solo cansada o algo, podría tomar un pequeño paseo
para tratar de activar la circulación de mi sangre.
Le sonreí a Danica y a Madeline, dejé el salón de las mujeres y me dirigí al baño. Un
poco de agua fría sobre mi cara arruinaría el maquillaje, pero podría hacerme sentir mejor. Antes de que pudiera llegar ahí, los mareos volvieron a mí otra vez, posándome en uno de los pequeños sillones que se ubicaban en los pasillos, apoyé mi cabeza contra la pared tratando de despejarme.
Esto no tenía sentido, todos sabían que el agua y el aire en las partes del sur de Illéa eran malos. Incluso los dos que vivían ahí tenían problemas de salud, pero ¿no debería ésto, escapar al aire limpio, buena comida y el cuidado impecable del palacio, estar ayudando con eso?
Si esto seguía así, me iba a perder cada oportunidad que tuviera para dejar una impresión en el Príncipe Clarkson, ¿qué tal si no conseguía llegar al juego de críquet de esta tarde?, podía sentir como mis sueños se escurrían entre mis dedos. Podía aceptar la derrota desde ya, dolería menos después.
-¿Qué estás haciendo?
Di un pequeño salto al ver que el príncipe Clarkson me estaba observando.
-Nada, su majestad.
-¿Te sientes mal?
-No, por supuesto que no- insistí, obligándome a ponerme de pie, pero eso fue un error,
mis piernas se tambalearon y caí al piso. -¿Señorita?- preguntó al llegar a mi lado. -Lo siento- susurré -esto es humillante.
Me tomó entre sus brazos.
-Cierre sus ojos, si está mareada, iremos al ala del Hospital.
Que graciosa historia sería para mis hijos: el rey me cargó a lo largo de todo el palacio como si yo no pesara nada, me gustaba estar aquí, en sus brazos, siempre me había preguntado cómo se sentirían.
-¡Oh, mi dios!-, gritó alguien, abrí mis ojos para ver a una enfermera. -Creo que esta desmayada o algo-Clarkson dijo- No creo que este herida. -Póngala aquí, por favor, su majestad.
El príncipe Clarkson me dejó en una de las tantas camas del ala, suavemente sacó sus brazos, esperaba que pudiera ver la gratitud en mis ojos.
Asumí que él se iría inmediatamente, pero se quedó mientras la enfermera chequeaba mi pulso.
-¿has comido hoy querida? ¿Has bebido bastante líquido?
-Acabábamos de terminar el desayuno- él respondió por mí.
-¿te sientes enferma?
-No, bueno, sí, lo que quiero decir, que esto realmente no es nada- esperaba que si le
restaba importancia a esto, aún podría llegar al juego de cróquet de la tarde. Ella me miró con una expresión severa y dulce a la vez.
- Lamento tener que diferir, pero tendrás que quedarte aquí" -Esto pasa todo el tiempo- solté con frustración.
-¿A qué te refieres?- preguntó la enfermera.
No tenía la intención de confesar eso, suspiré, tratando de pensar en cómo explicar eso. Ahora el príncipe sabría como la vida en Honduragua me había dañado.
-Tengo muchas jaquecas, a veces me marean- tragué preocupada de lo que podría pensar el príncipe.- En casa me voy a la cama antes que mis hermanos, eso me ayuda a soportar un día de trabajo, ha sido más difícil descansar aquí.
-Mmhhmm, ¿algo más a parte de las jaquecas y el cansancio?
-No, señora.
Clarkson se movió junto a mí, esperaba que no pudiera escuchar los latidos de mi
corazón.
-¿Hace cuanto tiempo tienes ese problema?
Me encogí de hombros.
-Hace algunos años, tal vez más, es casi normal ahora. La enfermera lucía preocupada.
-¿Hay algún historial de esto en tu familia?
Me detuve antes de responder.
-No exactamente, pero a mi hermana le sangra la nariz a veces.
-¿tiene una familia enfermiza?- preguntó Clarkson con un pequeño tono de disgusto en su voz.
-No- respondí, queriendo defenderme y sintiéndome avergonzada por tener que explicarlo. -Vivo en Hondoragua. Levantó sus cejas en señal de que entendía
-Ah.
No era secreto cuán contaminado estaba el sur. El aire era malo, el agua era mala. Había tantos niños deformes, mujeres estériles y muertes jóvenes. Cuando los rebeldes venían, dejaban un rastro de grafiti detrás, demandando saber por qué el palacio aún no arreglaba esto. Era un milagro que toda mi familia no estuviera tan enferma como yo, o que yo estuviera peor.
Respiré profundamente ¿qué estaba haciendo aquí? Me pasé las semanas previas a la selección construyendo este cuento de hadas en mi cabeza, pero ninguna cantidad de deseos y sueños me harían digna de un hombre como Clarkson.
Me di vuelta para que no me viera llorar. -¿Podría irse, por favor?
Hubo algunos segundos de silencio, luego escuché sus pasos al irse. En el momento en que desaparecieron, me vine abajo.
-Calla ahora, querida, está bien- dijo la enfermera consolándome. Estaba tan dolida, la abracé tan fuerte como lo hacía a mi mamá o mis hermanos. -Es mucho estrés que
aguantar en una competición como ésta, y el príncipe Clarkson lo entiende, haré que el doctor te prescriba algo para tus jaquecas, eso ayudará.
-He estado enamorada de él desde que tenía siete años, le susurro una canción de feliz cumpleaños contra mi almohada cada año para que mi hermana no se ría porque lo recuerdo. Cuando aprendí a escribir en cursiva , practiqué escribiendo nuestros nombres juntos... y la primera vez en la que el realmente habló conmigo, el preguntó si soy enfermiza- hice una pausa, dejando salir un sollozo. -No soy lo bastante buena-.
La enfermera no trató de discutir conmigo, ella solo me dejó llorar, ensuciándome con mi maquille su uniforme.
Estaba tan avergonzada, Clarkson no me vería como otra cosa que la chica defectuosa que le dijo que se fuera. Estaba segura que la oportunidad de ganar su corazón se había ido ¿qué uso podría tener para mí ahora?

The Queen (la selección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora