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Mierda. Pensé mientras me masajeaba levemente el estómago, tenía hambre, mucha hambre. Y para mí desgracia. No había nadie perdido en el bosque. De echo, había pasado mucho tiempo desde que no había visto a una persona perderse por estos lugares, lo cuál si debo ser honesta, no me había importado mucho. Hasta ahora. Suspiré pesadamente, salté de la rama del árbol cayendo en el suelo parada como si fuera un gato, para comenzar a caminar entre los árboles ignorando los raspones que las espinas de algunos arbustos me dejaban en los brazos y en las mejillas. Levanté mi vista mientras colocaba mis manos en mi nuca levantando así también los codos. Contemplaba el bello cielo estrellado, junto a la bella luna llena que era levemente tapada por unas cuantas nubes grises, cerré mis ojos, sintiendo como el frío golpeaba fuertemente mi rostro, haciendo que mis mechones de cabellos se moviera en forma de ondas. Habría tormenta. Y una muy, pero muy fuerte, una de esas que son capaces de destruir una casa. Abrí levemente mis ojos, bajando un poco mi cabeza, enfocando mi vista en el camino que me llevaría a la cueva en la que solía habitar de vez en cuando.

Crack*

Me detuve, y me giré rápidamente hacía la dirección de dónde había venido ese sonido. Levanté levemente mi cabeza, para así comenzar a olfatear en el aire. Bingo, pensé mientras comenzaba a sonreír maliciosamente, sin dudarlo dos veces. Comencé a correr a máxima velocidad. Siendo guiada por mi agudo olfato. Dejé de correr, deteniéndome de golpe enfrente de unos arbustos altos, me agaché, y me metí en estos, escondiéndome para no ser vista. La sonrisa en mi rostro se hizo aún más grande; con la perfecta escena que se montaba delante mío. Dos hombres. Aparentemente de unos 30 y 32 años, se encontraban discutiendo, fijé mi vista detrás de ellos. Dos carpas, sillas, una hielera, comida, etc. En pocas palabras. Estaban aquí para acampar. Lástima, que no podrán llegar a la mañana. . . O al menos no con vida. Cerré mis ojos, mientras trataba de convertirme en algún animal, pero no pude, no tenía las energías suficientes. Ni siquiera para convertirme en un maldito mosquito. Demonios. Susurré para mí misma. Debía encontrar una segunda opción para poder desprevenirlos, y atacar.

Vamos estúpida, piensa en algo. . .”

Miraba con rapidez hacia todos lados, de distintos ángulos, buscando algo que me ayudará. O que me diera una mínima idea. Estuve tan enfocada en eso, que no me había dado cuenta de que ambos se habían alejado un poco de lo que sería la fogata, al hacerlo, sentí como se me prendía el foco. Sonreí, me levanté levemente, poniéndome en posición de salida, como si estuviera preparada para ganar una carrera o un maratón.
Salí disparada, causando que el viento que levantará apagará de golpe las llamas de la fogata, también causando que aquellas sillas cayeran con fuerza. Llamando levemente la atención de ambos sujetos. Me escondí detrás de un árbol grande y de un tronco bastante gordo. Salté, sujetandome de una de las ramas altas de éste, me impulse con fuerza, encimándome en la rama, teniendo una mejor vista. Solté una leve risa burlona; la manera en la que discutían por cosas mínimas e incluso insignificantes, me daba bastante risa. Del bolsillo de mi pantalón. Saqué un cuchillo grande que le había robado a mi última víctima de hacía unos cuantos meses atrás. Dejando mi vista clavada en el primer sujeto; sentía como mi corazón latía rápidamente. Me encantaba. La hermosa sensación que me dejaba la adrenalina, era jodidamente exquisita y excitante a su vez. No puedo esperar más. Pensé para luego lanzarme con fuerza hacia el primer hombre que había visto apenas llegué al sitio. Gracias a la oscuridad que había no fue capaz de divisar qué o quién lo había echo caer. Sujeté el cuchillo con firmeza, y de un movimiento rápido, acabé con su vida cortándole el cuello, manchando mis brazos junto a mi torso de su sangre. Sentí al segundo sujeto colocarse detrás mío, miré de reojo por sobre mi hombro chequeando que hacía, fruncí el seño. El idiota me estaba viendo, y sostenía una escopeta en su mano derecha . Carajo, me descubrió. Pensé. El bastardo estaba apunto de disparar; pero logré moverme más rápido y esquivar la bala que salió disparada luego de que jalará el gatillo. Sin que se diera cuenta, me había puesto detrás suyo, con mis brazos cruzados, acerqué la punta del cuchillo hacia mi boca, y di una larga lamida a la zona metálica de este, saboreando la sangre del hombre al cual le había quitado la vida. Sonreí, sentía como mis energías mágicas iban regresando. Bajé levemente el cuchillo para luego mirar fijamente al segundo sujeto, destinado a ser mi comida.

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