Parte Única

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Hacia un buen clima

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Hacia un buen clima. Acababa de terminar de almorzar y al no tener ninguna clase esa tarde, prefirió caminar por el jardín de la finca. Las rosas estaban floreciendo y el cielo se reflejaba en la pequeña fuente al centro del jardín. Se acercó emocionada y observó las flores de loto sobre los nenúfares, su reflejo le devolvió una mirada tranquila. Sus ojos almendras brillaban levemente y su cabellera pelirroja caía grácilmente en forma de bucles por toda su espalda. Miles de pecas le adornaban el rostro, que se había tostado un poco ante la exposición al sol. Miro sus prendas, un vestido de volantes violeta que le tomó una hora colocarse, entre tanto lazo y ataduras, lo más difícil fue sumir el abdomen para vestir el corsé. Y a pesar de sus incesantes quejas, la sirvienta de ese día hizo oídos sordos y jura que apretó la prenda más de lo habitual.

Nunca se había imaginado calzada en tales ropas. Claro que, habiendo vivido en el campo desde que tenia memoria , el tener sirvientas que la vistieran y un chef que cocine para ella no era más que fantasías infantiles bajo su situación. Ella y su padre trabajaban día y noche en una granja cerca de un pequeño pueblo, y si bien su condición no era la mejor, nunca tuvieron nada por lo que quejarse. Hasta hace medio año, en su cumpleaños número diecisiete, ella llegó con la cubeta rebosante de leche recién ordeñada y lo primero que escucho de la boca de su padre fue que debía de cambiarse rápidamente y subir a aquel excéntrico carruaje que la esperaba frente al establo. Poco se tardó en darse cuenta de que acababa de ser vendida, la hija de un simple granjero había ido a parar a la finca del ducado LeBlanc, y mentiría si dijese que no sabía el motivo.

— Niña. — Escucho a una mujer mayor detrás suyo, quien la sostuvo con brusquedad del antebrazo. — Tiene que subir a su habitación en este momento. —

— Camille. — Le corrigió de inmediato la pelirroja, zafándose del agarre ajeno.

— No importa, niña. Suba de inmediato. Necesitan bañarle y arreglarle en este instante. –— Siendo empujada incapaz de reclamar, fue llevada hasta su habitación. Y ante su clara incógnita, aquella mujer, vieja y rechoncha, le dijo:

— El duque pidió verla esta noche. — Y le cerró la puerta en plena cara, dejando a Camille estática y con una opresión en el pecho que no supo explicar.

Su cuerpo se sintió pesado en ese momento, y siguió así luego de ser despojada de su vestido, bañada en flores y sales, y posteriormente, colocarse una bata de dormir demasiado ceñida para su comodidad. Fue sentada frente al tocador, para que sus sirvientas le peinasen y maquillasen. Mas la mirada que le devolvía el cristal era tan opaca que no se reconoció por unos instantes.

— Si me lo permiten, yo la peinare. — Una figura grácil atravesó la puerta y las sirvientas inmediatamente bajaron la cabeza.

— Duquesa LeBlanc, buenas noches. — Saludaron estas y le dirigieron una mirada de reproche a Camille, quien se levantó nerviosa e imitó la acción de las sirvientas.

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⏰ Última actualización: Nov 08, 2020 ⏰

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