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- ¿Comisario Volkov? Tenemos una alerta de un código 3. -pronunció el agente Willy tras llamar a su puerta y acto seguido entrar.

- Tres agentes en H-50. Ya. Ahora. Id yendo, yo iré ahora. -era el quinto código tres del día. La delincuencia en la ciudad había aumentado considerablemente y era él el que tenía que hacerse cargo de todo el cuerpo policial, inepto como siempre. Hacía tiempo que el FBI no se hacía notar, con el único que tenía relación era con Conway, pero hacía meses que no se comunicaba con él y los demás agentes le solían hablar del trabajado empeñado por Horacio, no obstante, con el paso de las semanas dejó de escuchar cosas sobre él.

Las circunstancias hacía tiempo que habían cambiado radicalmente. Nada era como antes, y tampoco volvería. Se empeñaba en pensar que así estaba mejor, que la soledad en cierta forma era buena, nadie te molestaba ni daba órdenes. Y así fue, si la vida de Volkov años atrás ya era solitaria ya de por sí pese a considerar a las personas que se encontraban dentro del CNI como su propia familia, con la marcha de dicha organización esta soledad se incrementó.

Tampoco quería saber nada de aquellas personas que lo dejaron solo en una cama de cuidados intensivos debatiéndose entre la vida y la muerte, sin compañía alguna. Por este motivo, y por muchos más que pesaban en su interior, veía la soledad como una fiel aliada.

Antes de que el agente le comunicara el aviso se encontraba reorganizando unos papeles en su despacho, trabajo poco interesante. Justo le apetecía un poco de movimiento, así que agarró su pistolera y las armas que necesitaría y bajó al garaje para dirigirse a la licorería que estaban atracando con su patrulla. Fue a la máxima velocidad por lo que llegó en cuestión de pocos minutos. Una vez allí los agentes se encontraban esperando órdenes de su superior.

- ¿Quién va a negociar, comisario? -preguntó uno de ellos.

- Yo. Comprueben el perímetro en busca de francotiradores. -contestó de manera cortante, aunque común para los agentes.

Volkov carraspeó mientras se dirigía a la puerta del establecimiento, preguntándose qué tipo de idiota le tocaba soportar esta vez. Se colocó bien el cuello de su típica camisa de color azul y comenzó a hablar.

- Haremos las cosas fáciles, ¿te parece? ¿Cuántos rehenes tienes? -preguntó de manera tranquila, pero sin dejar de sonar intimidante.

- Si quiere las cosas fáciles... ¿Qué le parece si aparta su presencia de ahí y me deja huir en aquella moto? -señaló, Volkov miró el vehículo negando con la cabeza. El tono de voz irónico que empleó fue algo que irritó al ruso. Volkov suspiró y prosiguió.

- No puedo hacer eso caballero. ¿Y si se entrega y se deja de gilipolleces? -escupió el comisario.

- Hmm -negó con la cabeza imitando la anterior acción del ruso. -No me convence eso, comisario Bombón. -Volkov se quedó estático.

- ¿Qué ha dicho? –¿"comisario Bombón"? Pero... No. No podía ser. Pura coincidencia, pensó. Aquella voz le sonaba más de lo que debería, pero también era cierto que hablaba con muchos delincuentes al día. Aún así no pudo evitar pensar en una persona, aunque aquello era completamente imposible.

- ¿Qué le parece un rehén por los pinchos? -comentó el contrario ignorando la anterior pregunta.

No hubo nada fuera de normal en la negociación. Así que, cuando terminó, todos los agentes de la LSPD se montaron en sus respectivos vehículos y comenzó la persecución.

El atracador tenía gran manejo con la moto haciendo perder de vista a las de los policías. Aún quedaba otro patrulla junto con el de Volkov, hasta que su compañero acabó chocando. Solo quedaba el ruso, quien no lo perdía de vista.

- ¡Baje de la moto, no me va a perder de vista! -el atracador se giró para mirarle y aceleró aún más. -Joder...-susurró.

Se llevaron así durante un tiempo más. Hasta que Volkov, en un callejón, pudo bloquearle la salida. El delincuente chocó de pleno con su patrulla haciendo que saliese disparado varios metros más adelante. El ruso bajó rápidamente del patrulla apuntándole con el táser.

- ¡Joder! -gritó el otro en el suelo.

- Quédese quieto. -ordenó mientras se acercaba aún apuntando con el táser. Se agachó lentamente para tirar de la máscara que le cubría el rostro. Lo que vio le dejó sin palabras ni respiración.

- Ho... ¿Horacio? -el de cresta, despeinada por el gorro que le cubría, le miró con preocupación, como si lo último que quisiese en el mundo es que Volkov le viera así.

- ¡Horacio, Horacio! Corre, venga, antes de que vengan más maderos. -un todoterreno de color negro apareció por el otro lado de la calle. Horacio quitó las manos de Volkov de encima suya y se levantó con cuidado, dolorido por la caída y se dirigió al coche. El ruso en cambio no pudo hacer nada, se encontraba en shock.

Horacio antes de subirse miró nuevamente al ruso, abrió la boca a punto de decir algo y la volvió a cerrar, dejando a Volkov en el suelo sin creerse nada de lo que acababa de vivir.

Si el mundo se estuviese acabando, vendrías, ¿verdad? [VOLKACIO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora