Capítulo 1

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Capítulo 1: "Me llamo...".

     Era un nuevo ciclo -o más bien era lo que su subconsciente le quería hacer creer en esos momentos-. Las vacaciones de verano se encontraban a tan solo una semana de finalizar. Troye no podría decir que le era grato el cese de las vacaciones ni tampoco lo contrario, ir a clases era algo que, en lo personal le gustaba mucho. Pero sin lugar a duda la presencia de tantos días libres era sumamente tentadora para casi todas las personas con uso de razón, y hasta ahora él no se consideraba la excepción en esto. No pensaba perder los últimos días de "libertad" que las vacaciones aún le otorgaban.
     Desde que se había despertado habían pasado solamente unas dos horas de la mañana. Apenas eran las diez de un domingo, y Troye no tenía, al parecer, nada mejor que hacer que "espiar" por la ventana de su habitación en dirección a la calle, varios camiones de mudanza habían estado circulando. Parecía que alguien se estaba mudando al vecindario.
No le era sorpresivo, ni mucho menos; ya que sus padres le habían comentado la posibilidad de que alguien podría comprado la casa -llamémosle con el fin de ser modestos- que se encontraba a tan solo unas calles de la suya,  dicha residencia tenía alrededor de unos cinco años estando deshabitada, y que alguien pudiera ir a vivir ahí le otorgaría un mayor "movimiento" al barrio -si es que eso podía ser posible-, ya que al estar prácticamente constituido de mansiones y además estar dentro de un barrio privado no se podía pedir mucho movimiento. Era uno de los puntos buenos de no vivir cerca del centro de la ciudad, el tener mayor tranquilidad, o bueno, eso creía.
     Desde que se había despertado, hacía unas dos horas, para ser exactos, no había hecho mucho en cuanto a su día. Un vez levantado de su cómoda cama, se dirigió al baño, posteriormente, se vistió con alguna prenda holgada y adecuada para un típico y casual domingo de finales de estación, en el cual no tendría mayores planes que quedarse en casa. Bajó a la cocina a reunirse con sus padres y desayunar, y ha conclusión de esto volver a su habitación para encontrarse en una normal encrucijada sobre como pasar su día.
     Al principio no sabía como pasar la jornada, hasta cierto punto se había detenido a analizar las posibilidades sobre que hacer, y la verdad que las mismas no eran precisamente pocas. Pensó buscar para ver algún anime o serie -cosa que solía gustarle muchísimo-, lo cual, pensó que podría no ser muy oportuno. ¿La razón? Esos programas solían ser un tipo de vicio para él, aunque bueno, también para muchos. Por lo que siempre que intentaba ver uno, no podía parar hasta no haber visto cada uno de sus capítulos. Era por esto y, porque cabía la posibilidad de que sus tiempos libres en el correr de la semana pudieran ser prácticamente inexistentes, que esa idea tuvo que ser descartada.
     Tras un tiempo después de meditar y evaluar las posibles opciones entre pasar la tarde leyendo algún que otro libro o cómic, jugar a algún videojuego o simplemente ver alguna película o algo entretenido en YouTube. No tenía idea exacta de si iba a pasar todo el día en casa o si saldría en algún momento.
Al final decidió decantarse por leer algún cómic de tipo manhwa, más si eran de su género predilecto: el BL. Desde que su mejor amiga lo había metido en el mundo del K-Pop no tardó mucho en descubrir que los coreanos también tenían una importante industria comiquera, y muy buena de hecho, por sobre todo por haber tanto yaoi. Lo reconocía amaba el género «Bendita sea la persona creadora de tal maravillosa palabra», pensó.
     Unas horas pasaron en lo que se entretuvo en ello, hasta que un momento, poco oportuno cabe recalcar por como se encontraba la historia que se encontraba leyendo, se sobresaltó al escuchar unos golpes provenientes de la puerta de su habitación. Para su suerte, presintió que sus planes se verían estropeados, o por lo menos en ese momento eso sentía.
     —Pase —dijo sin más, dejando de ver la pantalla del ordenador para ahora dirigir su mirada hacia el lugar de donde provenía el sonido.
     —Troye. Querido, ¿te acuerdas de lo que hablamos? —preguntó su madre una vez que ingresó a su habitación.
     Su madre, una mujer de unos cuarenta y cinco años, de tez blanca, de cabellera rubia, ojos verde cual el jade y de una estatura -podríamos considerarla- mediana. Poseía para todo una actitud positiva, considerada por muchos habladora; de estar en confianza, caracterizada por tener un gran carisma y una percepción de importancia con respecto a ciertos valores: la responsabilidad, la perseverancia y la honestidad, los cuales consideraba de suma estima para una parte -más que nada- en su posible carácter o desarrollo profesional.
     —Ehmmm... Puede ser, al igual que no. ¿Era acaso algo importante? —preguntó algo incómodo por no poder recordarlo, pero aún así intentando recordar de que se trataba—. Perdón mamá, no me acuerdo que era que habíamos hablado, ¿me lo podrías recordar? —le pidió.
     —Siempre te olvidas de estas cosas —movió sus ojos e hizo un ademán con sus manos restándole importancia—. Hoy tenemos una cena importante con el resto de empresarios de la ciudad, sabes que tienes que ir con nosotros —apoyó su espalda en el marco de la puerta—. Asumía que lo ibas a olvidar —se rió—, por eso vine a recordártelo; para que no pierdas el tiempo cuando debas arreglarte. Saldremos a las siete de la tarde, así que te agradecería que para unos minutos antes estés listo —dicho eso sonrió y se dió la vuelta, se disponía a salir de la habitación cuando paró en seco de un momento a otro, para girarse y comentarle algo más—. Casi me olvidaba, ponte un traje, es una gala formal. Gracias Troye —dijo esto último para al fin salir—.
     Y así, el tiempo pasó. Una vez llegada la hora de partida, a las siete de la tarde los tres habitantes de la casa; mi padre, mi madre y él, tomaron rumbo hacia lo que sería la velada de esa noche.
     Le daba cierto orgullo que sus padres se encontraran en una posición tan privilegiada, y ello no era para menos, desde que tenía memoria siempre recordaba todo su esfuerzo por ir superándose a si mismos, siendo que la cena estaba organizada por la asociación de empresarios de Boston, las cabecillas de las principales empresas de la ciudad y, porque no también, del país se encontrarían reunidas esa misma noche para tan importante velada.
     Según su madre, la cena pedía cordialmente el uso de una vestimenta de carácter formal, y no le sobraba decir iba más que acorde a ello, aunque más de parte de sus padres, que de él mismo, y no por verse peor, cosa que no parecía o eso le había dado a entender la sonrisa orgullosa de su madre cuando lo vió en el vestíbulo de la casa, si no, por la ausencia de entusiasmo que tenía, la cual, en sus padres; se desbordaba. Por su parte era, de cierta manera era aburrido, puesto que, en estas cenas solamente solían hablar mucho de negocios que, tal vez, por obviedad a su edad, no terminaba por completo de llamar su atención.
     Esa noche iba vestido con un traje formado por unos pantalones negros, del mismo tono que de los zapatos a excepción del saco, el cual era de una tonalidad de un azul muy oscuro, casi imperceptible a la vista, muy a la par de un chico con rizos casi dorados.
     En cambio sus padres, con una impronta más elegante iban, en primer lugar, su padre: un hombre de cuarenta y seis años, de alta estatura, cabello castaño, ojos azules, poseía una actitud fría y cortante en ocasiones, y amable y dulce en otras, vestía un conjunto de un traje completamente negro. Mi madre, por otro lado, llevaba un hermoso vestido azul que le hacía lucir muy bella, acompañada de unos tacones de aguja que, a la vista de los demás la hacia verse más alta, además de la no faltante joyería, como un collar y sus pendientes, ambos adornados por decenas de joyas. Para variar tenía su cabello recogido, cosa que usualmente no hacía, solo para momentos especiales e importantes, como lo era esa velada.
     El centro de la ciudad no estaba exactamente a la vuelta de la esquina, eran aproximadamente cuarenta minutos en coche, no por un tema de distancia, sino por el tránsito, el cual siempre era constante.
     Una vez llegaron a la cena realizada en el inmenso y magnífico hotel Parax de la ciudad, sus padres, no más entrar comenzaron a charlar con varios de sus amigos y demás empresarios que se encontraban en la gran sala de ceremonias. Troye no terminaba de entender el afán por nombrar "cenas" a dichas reuniones, porque eso último era lo que ciertamente eran, unas reuniones, algunas hasta una discoteca parecía. Sin razonar mucho uno se podría dar cuenta que lo menos se hacia ahí era comer, considerando que pasaban hablando por horas sobre negocios. Algo que sin duda, era de muchísimo interés para él.
     Algunas veces, una que otra pregunta venía en el afán de llegarle, en un principio de allegados de sus padres que, por lógica ya le conocían y simplemente le hacían las típicas preguntas de: "¿Cómo te está yendo en los estudios? ¿Qué piensas estudiar?". Además del nunca faltante "como has crecido". Lo típico.
     Cuando una hora pasó de estar acompañando a sus padres, decidió separarse de ellos, no creía o caía en la idea de que se preocuparán por él. En estos momentos eran más importantes sus pláticas con el resto de millonarios, que su presencia, y eso lo agradecía, ya que el estar parado tanto tiempo le causaban un importante entumecimiento en las piernas, además de un claro aburrimiento.
     Se había dirigido a la barra de bebidas con el fin de poder beber algo, no pensaba pedir alcohol. Obviamente, por dos razones en particular: en primer lugar porque su más que clara minoría de edad que le impedía hacerlo, y en segundo lugar y más que nada, por su desagrado por las bebidas alcohólicas. Pero el simple hecho de haber estado tanto tiempo parado, hablando con unas cuantas personas y escuchando lo que estás decían, no le era menos exhaustivo, por lo que al final de un tiempo fue inevitable la oportuna pero al mismo tiempo afortunada resequedad que su boca y garganta sentían, y que para el momento no era más que una maravillosa escusa para alejarse del resto.
     Se acercó a la barra y tras ver al barman, se remitió a pedirle de forma amable, un vaso con agua. Después de tomar un poco del refrescante líquido se había quedado sentado en uno de los asientos continuos a la barra y observó el gran salón en dónde se estaba realizando la velada. Había un gran número de personas charlando y hablando. A lo lejos podía ver a sus padres manteniendo lo que parecía ser una grata conversación de negocios con unos señores -de un buen porte, he de decir- seguramente reconocidos en las finanzas.
     En eso sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando, por alguna extraña razón se sintió observado. Por lo que, disimuladamente fue girando su cabeza en todas las direcciones del salón, buscando a la persona que, en algún lugar le observaba, tras unos segundos de búsqueda lo encontró. En una esquina de la pista donde un gran número de personas bailaban, un hombre, un gran hombre, y no en un sentido de edad, sino en tamaño, detenidamente y recostado sobre la pared le miraba.
     Perfectamente podía decir que rondaba el metro noventa, llegando a los dos metros y por el propio traje que usaba se podían apreciar los músculos que tenía, bastantes, o eso se podía apreciar. Tenía un cabello sumamente oscuro, el cual, tal vez por la luz, brillaba y le recordaba a la obsidiana, era como el cristal, su comparación mental no le sorprendería, simplemente, era lo primero que pudo pensar.
     No podría decir a ciencia cierta la tonalidad de sus ojos, la suma de varios factores como la distancia y la luz se lo impedían.
     «¿Acaso me estaba mirando?», se cuestionó.
     No, la verdad era que aún le veía, y no parecía querer disimularlo.
Su mirada simplemente le tensaba, no podía ver sus ojos por completo. Pero, sin embargo se encontraba congelado en dónde estaba sentado. Le daba un poco de miedo, no era una sensación a la que estuviera acostumbrado.
     Intimidado y avergonzado; eran algunos de los adjetivos por los cuáles podría describir a su ser en dicho momento, no le resultaba más que extraño el sentirse observado por esa extraña mirada, que aunque no estuviera tan cerca como para poder determinar la tonalidad de sus ojos sí, desde esa mediana lejanía, las sensaciones que de éstos brotaban eran tan estremecedores como el oleaje del mar en una imponente tormenta.
     Tanto fue ese miedo provocado en él que, mientras su mente aún divagaba por el qué hacer. Ese hombre, sin ser percatado por sus sentidos, lentamente se había empezado a acercar hasta donde Troye se encontraba.
     Eran curiosos, sus ojos lo eran, ¿cómo decirlo? Irreales. Casi la totalidad del iris era negra, tanto que más miedo daba al verlo fijamente, daban la sensación que si lo hiciera, aunque sea por un poco, podría perderse en ellos para, posteriormente, caer en lo que parecería ser un abismo, muy oscuro. Pero tenía una particularidad, bien había pensado "casi", no eran por completo así; tenían ciertas -podríamos llamarle- manchas o tonos en los bordes que parecían hasta cierto punto ser doradas y verdes. A mí mente llegó la imágen de lo que sería un agujero negro, y así como estos, usualmente podían incluso hasta absorber la luz, éstos lo hacían, en cambio, con mi alma.
     Después de esta interpretación, pudo ver más de cerca su rostro, era sumamente varonil, era innegable. Una mandíbula marcada, largas pestañas, pobladas cejas, una nariz escueta, unos finos pero imponentes labios y una leve pero aún presente barba que adornaba su rostro y lo volvía aún más masculino, sin duda era una combinación que podía atrapar a cualquier persona, o presa bajo las circunstancias. La pregunta era si en dicho momento él era eso; una presa, y ese extraño hombre, el cazador gustoso por darle caza. Sin duda, para él, rozaba lo poético.
     También se había dado cuenta que su piel era un poco morena, caucásica, pero no completamente blanca, no tanta como para considerarla oscura pero si diferente, como para verlo como algo exótico. No sabía bien como definirla.
Tal vez de descendencia latina.
     Le era imposible dejar pasar idea que rondaba por su cabeza. Y vamos, que no lo podía negar, porque claramente sería un idiota si tan solo lo hubiera pensado, y no era otra cosa que el de reconocer que ese hombre era la viva representación de la palabra belleza. Atrayente habría sido poco decir a esas instancias, pero la verdad es que su mente ya no le daba mayores capacidades en el momento, se sentía tan cohibido en esa situación que le era imposible no creer que en cualquier instante, por pequeño que fuera, podría quebrarme por obra de la tensión que sentía.
     —Hola —pronunció por fin el misterioso hombre una vez se sentó a su lado. Con una voz, una voz gruesa, imponente, dominante y que remarcaba presencia.
¿Acaso él era un dios? Para toda lógica sería imposible, pero tal vez y solo tal vez, para Troye la lógica era lo que menos le importaba en ese entonces.
     —H-hola —le dijo Troye titubeando por la presión de la situación.
El hombre sonrió, y hasta ese punto todo de él le era hipnótico.
     —Me llamo Derek, ¿tú cómo te llamas? —dudó un segundo en sí responder, se preguntó y cuestionó internamente que debía hacer, ¿acaso era correcto darle su nombre? Pero tampoco quería ser descortés. Mientras más divagaba más se perdía en sí mismo, y pareció ser que eso le valió a su inconsciente para jugarle una mala pasada, al final, y darse cuenta, en principio le respondió.
     —Troye, me llamo Troye. Un gusto —dijo esta vez sin ningún titubeo, ciertamente con un poco de valentía, le ofreció su mano en señal de estrechar sus manos como el de cualquier saludo cordial.
     —El gusto es mío, Troye —dijo con una amplia sonrisa en sus labios, para posteriormente estrecharle su mano. Era fuerte—. ¿Acaso podría saber qué hace un chico como tú en un lugar como éste? Quiero decir, te ves muy joven para pertenecer a este ambiente.
     —Oh, yo... —se puso nervioso. Frotó sus manos en sus muslos un instante—. Yo, he venido a acompañar a mis padres —contestó rápidamente.
     —Así que a tus padres —unos visibles hoyuelos se marcaron en su rostro. Sonreía con demasía—, entonces deduzco que ellos estarán hablando con otras personas por ahí —viró su cabeza hacía el centro del salón, que entre el tumulto de personas se encontraban sus padres charlando sin percatarse de lo que ha su alrededor sucedía.
     —Si —formuló una pequeña mueca en sus labios, un fallido intento de una sonrisa—, han de estar hablando por ahí. Me separé de ellos porque la noche se estaba volviendo un poco aburrida.
     —Lo comprendo, yo tampoco soy un gran fanático de estás "reuniones" —enfatizó su voz en esa última palabra—. Entonces, dime, ¿cuántos años tienes? —preguntó sin borrar su ladeada sonrisa.
     La verdad era que no sabía que decir, se encontraba en una encrucijada. Si le decía su verdadera edad seguramente le dejaría de hablar en ese mismísimo momento y se marcharía, y aunque pareciera raro no quería eso, este hombre le había atrapado de tal forma, que aún deseaba poder seguir platicando con él, no sabía por qué, pero tenía que. Podría ser arriesgado lo que estaba pensando hacer, pero teniendo en cuenta que podía ser la única vez que le podría estar pasando algo así en su corta vida de adolescente, no quería arruinar el momento. No era como que todos los días un dios te hablase. ¿O sí? Ante todo hubiera prefería disfrutar la noche, y no estar sentado y aburrido o estar con sus padres, lo cual no eran opciones para él. Como escusa pensó que no lo volvería a ver, y sin duda esa fue la que le dió la afirmación en su decisión, y que por lo menos no le quedaría con el remordimiento de haber echado a perder esta increíble oportunidad, a su inocente pensar tan mágico.
     —Tengo dieciocho, parezco más pequeño, pero las apariencias engañan —contestó sonriendo.
     Consecuentemente se sonrojó, ¿por qué había dicho eso último? Obviamente su rostro no pudo despistar a la creciente vergüenza, en el mismo estaba tatuado.
¿Era propio de él el no querer arruinar un momento así? Puede ser, nunca se lo había planteado como tal, pero aún así, quiso aventurarse.
     «Que mal podría salir de esto», pensó.
     Uno inmenso, pero eso era algo que desconocía. Aún así, no perdería nada haciéndolo, ¿no? Aunque eso también significaba que tampoco ganaría nada.
     Hasta cierto punto intentaba parecer interesante, algo que la verdad, no sabía si lo estaba consiguiendo o por lo contrario sólo contribuía a arruinar el ambiente.
     —Vaya, que interesante. Debo decir que eres un chico muy lindo. Bastante adorable —dijo el hombre en forma socarrona, el rubor a consecuencia no tardó en llegar a las mejillas del menor.
     Nunca nadie le había dicho tales halagos, claro sin contar a los provenientes de sus amigos y sus padres que no paraban de hacerlo en cada oportunidad que tenían. También se podía deber a que no era una persona sumamente social, no solía salir mucho, y prefería tener un número limitado de amistades.
     —G-gracias. Tú e-eres muy apuesto —pronunció.
     No había que razonar mucho para darse cuenta de que sus nervios le estaban jugando una mala pasada, y cómo no, en tales circunstancias. Parecía que no tenía filtro, o por lo menos, de momento lo había perdido, lo primero que pensaba sobre ese hombre frente a él, no tardaba ni un segundo en salir de su boca y llegar a los oídos del otro que, con una creciente curiosidad le veía una y otra vez.
     —¿Apuesto? —levantó una ceja, rió, y tomó un colorido líquido de un vaso que tenía en su mano derecha. Parecía alguna bebida alcohólica—. Es una linda palabra viniendo de un chico lindo. ¿Quieres beber algo?
     —Oh, no. No soy muy fan del alcohol —le comentó con una escusa intentando restarle importancia—: no suele gustarme su sabor y tampoco tengo muy buena resistencia con él —dijo un poco indiferente. Otro vez mintió, no por su notorio disgusto en cuanto a su sabor que estaba más que aclarado, pero sino por otra circunstancia antes mencionada.
No le sorprendería que esto tuviera consecuencias.
     —Eso es interesante —una nítida, pero aún así audible risilla escapó de sus labios—, dices que no te gusta su sabor —llevó una vez más el pequeño vaso de vidrio para tomar otro trago más de la bebida—. Seguramente lo dices porque has probado muchas bebidas que suelen tener sabores más amargos, tal vez un poco fuertes —afirmó—. ¿O acaso me equivoco? —cuestionó con una firme mirada a lo que Troye simplemente asintió—.
Pero déjame decirte que hay otras que tienen sabores, un tanto más dulces —agregó volviendo a tomar de su vaso para después levantar su mano llamando al barman, una vez llegó a éste le comentó algo que el más pequeño no pudo comprender—. Espera solo un poco, ¿si? —tan solo asintió con un ligero movimiento de su cabeza.
     En menos de un minuto el Barman había vuelto con un par de bebidas, dejó una de un color azul y otra roja. Bastante llamativas a mi parecer.
     —Toma —le dijo pasándole la azul—. Bébela y dime qué tal.
     Sostuvo la pequeña copa en su delicada mano, dudó, pero finalmente decidió darle un probada. Llevó el vaso hasta sus labios, la suave bebida ingresó entre su boca hasta llegar a su lengua, maravillando a sus papilas gustativas. Volvió a tomar otro sorbo, esta vez acabando la bebida. Pensaba que sería igual de amarga que el resto de lo que había probado, que en realidad no hablaba mucha variedad, pero sin embargo, grata fue su sorpresa. Por sino se había notado, le había gustado.
     —Sabe bien —musitó sonrojado—. Es dulce.
     —Me alegra que te haya gustado. Y sí, lo es. Bastante para mí, por eso pedí ésta —señaló la otra copa en su mano derecha—; no es tan dulce pero tampoco tiene un sabor muy fuerte. ¿Quieres probarla? —dijo acercándole la copa, pensaba negarme, pero terminé aceptando.
     Se planteó mentalmente, si había llegado al punto de beber con un desconocido, lo cual no paraba de sorprenderle a si mismo, pues tomar, o más bien probar un poco más no haría daño, eso creía.
Tomó un sorbo de la bebida cuando colocó el borde de la nueva copa en sus labios. Y tenía razón era menos dulce, sin embargo, aún sabía mucho mejor que el resto de lo que había bebido antes.
     —Me gustó —sonrió—. Aunque la verdad, prefiero esté —señaló la copa con la bebida azul en sus manos, que con anterioridad había degustado—. ¿Conoces mucho de esto?
    —No sabría decirte con exactitud, deduzco que es lo bueno de haber probado, de experimentar.
    —Comprendo —dijo sin más.
    —Oye, Troye. ¿Te gustaría salir un poco a tomar aire conmigo? —cuestionó el moreno con su ya reconocida sonrisa.
     —Oh, yo... No sé, mis padres siguen aquí. Pueden preocuparse si descubren que no estoy —mencionó, virando la cabeza hacia donde ellos se encontraban. Seguían hablando sin dar posibilidades de querer terminar de hacerlo, ahora con otras personas.
     —Oh, no te preocupes por eso. Al fin y al cabo será solo por unos minutos. No sé darán cuenta. ¿Vamos? —dijo levantándose del asiento y dándole la mano para que la tomara.
     Dudó, y volvió a dudar. No sabía si estaba haciendo algo bueno. La situación era a lo sumo peligrosa, no sólo por no saber a dónde le quería llevar ese hombre, sino también por la posibilidad de tal vez, exponerse ante sus padres; ellos no sabían sus preferencias y le daba miedo que le pudieran descubrir de esa manera.
Miró a sus padres y después al hombre a un lado de él. Tal vez sería por su aún hormonal cuerpo, pero accedió a dejarse llevar por esa sensación de peligro. Podría terminar mal, pero por ello mismo era excitante.
     —Está bien, vamos —dijo nervioso, levantándose de su asiento.
     Tomó la mano de ese hombre, y de esa manera, siguiéndolo, salieron del salón para ir a lo que parecía ser uno de los balcones del edificio. No más llegar al destino, un suave brisa le golpeó el rostro, agradable a decir verdad.
     —Es linda la vista desde aquí —dijo cuando por fin salieron al exterior mirando a la iluminada ciudad, la cual por la noche brillaba por las miles de luces que adornaban los cientos de kilómetros que la formaban.
     —Y vaya que es linda —contestó Derek mirándole.
     El chico no pudo evitar sonrojarse. Sus dedos empezaron a temblar, todo esto le ponía muy nervioso. Pensó que eso era mucho, pero cambió de idea cuando vió que de un momento a otro este se le estaba acercando, se percató que veía sus labios, en un instante hizo lo mismo con los suyos, y observó como con su lengua lamió la comisura de éstos. Sus nervios se prendieron como si de una llama se tratase, que aunque parecían imposibles de incrementarse lo hicieron sorprendiéndole y fue por eso que, en un intento de ya no verle los labios fue que levantó su vista para darse cuenta que sus miradas habían colisionado. Ambos se veían a los ojos; si esto era considerado una batalla debía decir que tenía que darme por vencido. No podría, por mucho que quisiera, ganar.
     Llegó un momento en el que prácticamente sus narices se tocaron ante su cercanía, y fue en un intento de recomponerse y salir de dicha situación; que Dereck, tomándole de los brazos, acercó sus labios para unirlos en un pequeño y casto beso.
     Se separamos un poco y para volverse a ver a los ojos otra vez, el deseo se veía en ellos y ambos no podían negar la creciente atracción que uno por el otro sentían.
     —¿Haces esto a menudo? —la pregunta de Troye había salido en forma de un pequeño gemido ahogado, causado por la ausencia de aire en sus pulmones.
     —Si te soy sincero, no... —afirmó sin apartarle de su lado.
     Dejando completamente toda la vergüenza que en su cuerpo había, Troye le tomó del saco y lo acercó aún más a él. Esta vez no fue un breve roce, sus labios se volvieron a unir.
Entendía que era inexperto en en la materia y solo podía dejarse llevar por él, lo que resultaba irónico teniendo en cuenta que el menor había tenido la iniciativa, sin embargo, una vez percatado de lo que había hecho se perdió en el sentimiento. Se tuvo que poner de puntas, puesto que la diferencia de altura era considerable, pero sin embargo, le daba al beso cierto toque especial.
     Derek posó sus manos en la cintura de Troye, tomándole de estás para acercarle más y más y, para así, impedir que este último pudiera alejarse. Por su parte, tan solo apoyó sus manos en su pecho y dejó que el mayor le enseñara. Sintió su lengua tocar sus labios y tan solo ese contacto provocó una sensación idéntica a lo que sería una corriente eléctrica vibrar por todo su pequeño cuerpo.
Troye le correspondió.
     Entre abrió sus labios dándole permiso a su lengua y así, sin más tardar entrando en su boca, una chispa más se sintió cuando ambas se tocaron, la sensación vacilaba entre lo cálido y lo húmedo, pero sin considerarse desagradable, en realidad era todo lo contrario. Era sin duda alguna, la mejor experiencia que había sentido jamás, le era tan emocionante. Derek le tomó con mayor fuerza, y no podía con las miles de sensaciones que en su cabeza habitaban, era mucho para él.
Solo el momento terminó cuando a causa de la falta de aire ambos se tuvieron que separar, técnicamente se encontraban jadeando y se sentían como si estuviese en otro mundo.
     Ambos se volvimos a ver, el menor se encontraba rojo -si eso era posible a este punto- y le sonrió, y el contrario le respondió por igual.
     Se escuchó el sonido de un teléfono, provenía de Derek. Por lo que, con una pequeña disculpa se separó de Troye para contestar lo que parecía ser una llamada, se quedó así por unos minutos mientras hablaba con alguien, no sabe ni en algún momento escuchó bien, pero le había parecido escuchar de la boca del mayor la palabra tío. ¿Estaba hablando con su tío? No lo sabía. Una vez que la llamada había finalizado, el hombre de acercó al chico una vez más mientras le sonreía.
     —Me temo que debo irme —dijo en un tono bajo—. Fue un gusto conocerte Troye, espero volver a verte —agregó con lo que parecía ser una sonrisa sincera.
     —Igualmente —era lo único que podía decir. Se había sentido muy feliz por lo ocurrido, había sido su primer beso y había sido asombroso. Con un completo extraño, de he remarcar, pero eso no le podía restar a la sensación.
     Viendo como Derek se despidió con una sonrisa y un simple pero efectivo:
     «Adiós».
     Unos minutos después de estar afuera viendo la ciudad y pensando, Troye decidió volver con sus padres, ya era algo tarde y a la mañana siguiente las clases habrían de dar su esperado inicio. Así, sin nada más que comentar entre ellos, se fueron a su hogar, por obvios motivos sin contarle su vivencia de esa noche. Lo único que le pesaba era el saber que no se podría repetir, por lo menos no con esa persona, pero aún así, el haberlo sentido aunque hubiera sido por solamente una única vez, fue lo suficiente reconfortante como para haberle hecho feliz por el resto de esa noche, en definitiva, era un joven con muchas ilusiones.


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⏰ Última actualización: Jan 03, 2022 ⏰

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