Me tienes (parte única)

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—¡¿Dean?! ¡¿Cas?! —gritó Sam al entrar en la sala de guerra

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—¡¿Dean?! ¡¿Cas?! —gritó Sam al entrar en la sala de guerra. El Impala estaba aparcado afuera pero no parecía haber rastro de ninguno de ellos—. ¡¿DEAN?! ¡¿CAS?!

Ninguna respuesta.

Armas en mano, Sam y Jack tomaron caminos separados para registrar el búnker.

El Hombre de Letras aún recorría los pasillos rumbo a las habitaciones cuando escuchó que lo llamaban.

—¡Sam! ¡Aquí! —gritó Jack. Se había quedado de pie junto al umbral de la sala 7B, aún sin atreverse a entrar. El suelo estaba cubierto de astillas y restos de lo que alguna vez había sido la puerta. Y había sangre. No era demasiada, no lo suficiente como para que se tratara de una herida mortal, pero allí estaba.

El nefil observó el rastro de gotas rojizas que se adentraba más allá de la pared corrediza, camino a la sala de la trampa del diablo. Dentro estaba Dean. No podía verlo, pero sabía que estaba allí. Podía sentir su presencia. Pero sobre todo podía oírlo.

Dean estaba llorando.

Mucho.

De un modo que Jack jamás había presenciado. No se atrevía a entrar.

Dean sollozaba de una manera que a Jack le desgarraba el alma, había tanto dolor en ese llanto que se temió lo peor.

Sam llegó a su lado, y dándole una mirada extraña, entró en la sala. Entonces lo vio; Dean estaba sentado en el piso, las manos en el rostro y el cuerpo temblando. Se acercó despacio y con cuidado puso una mano en el hombro de su hermano, este bajó las manos descubriendo un rostro cubierto por las lágrimas. Lentamente Dean alzó la vista y lo miró. Su mirada se veía perdida y parecía no reconocerlo. Al ver sus ojos, Sam lo supo.

—¿Cas? —preguntó bajito el Hombre de Letras, Dean negó volviendo a bajar la vista. Sam tragó con fuerza. Extendió una mano para ayudarlo a ponerse de pie, pero en el momento en que quiso tomarlo del brazo, Dean lo esquivó rápidamente, evitando que lo tocara—. ¿Eso es sangre? —preguntó al notar la marca en forma de mano, impresa a la perfección en la tela de su chaqueta. Quedamente, en un susurro imperceptible, Dean respondió "No es mía"—. ¿Qué sucedió? —insistió casi sin voz.

Dean tragó con fuerza intentando armar una oración coherente.

—Él... —Dean llevó una mano a su rostro y restregó sus ojos suspirando—. Se-se fue... e-el vacío...

—¿El vacío? —repitió extrañado Sam—. ¿El vacío se lo llevó? —añadió con incredulidad.

—Billie venía por nosotros... —Dean cerró los ojos y respiró profundo—. Cas... él... tenía este trato... no lo sé. E-Él... lo usó para derrotar a Billie.

Jack frunció el ceño al escuchar aquello.

—¿Pero cómo consiguió ser feliz? — preguntó Jack bajito; Sam lo observó confundido y luego miró a Dean, quien lucía realmente acongojado.

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