Mientras que el cielo es surcado por un par de nubarrones grises, Bokuto apura el paso para llegar rápido a la pajarera. Que todo muy guay y tal con las lluvias que a Kuroo le molan mogollón, pero ese día, ese momento en particular, tiene que enviar una carta y no puede perder más horas. Las cartas se envían de noche, cuando los espías del Seijoh no pueden verlas. Sabe que Akaashi y Tsukishima esperan su divisa al otro lado de los Bosques Rosáceos, que posiblemente la recuperación de Tsukki sea lenta y dolorosa pero que Akaashi está a su lado para cuidarle lo mejor que puede. A Bokuto no le han dejado abandonar el cuartel militar ("¡es mi familia, coño, y acaba de tener un accidente de caballo de los gordos!"), así que hace de tripas corazón y decide enviar una carta por día. Con estupideces, pero una carta al fin.
Al final de cada una incluye un monigote hecho con lo poco que le queda de tinta, con pelo alborotado como Akaashi y con lentes como Tsukki.
La pajarera está construida en vertical y tiene una escalerita circular donde las lechuzas y búhos pasan el rato. Hay uno en particular que le llama la atención, siempre ubicado en el punto más alto de la escalera. Junto a la ventana donde le indicas el destino al ave y éste sale volando a donde corresponda. Este búho en particular tiene siempre cara de mala hostia y garras enormes. Un pico inmenso. Daichi insiste en que ese bicho no es un búho ni de cerca, que es más un águila. Más por el plumaje blanco e inmaculado.
Sube la escalera en zancadas de dos en dos y se sorprende al ver que su pájaro predilecto no se encuentra por allí. Al contrario, en el rellano, hay un chaval con rizos color naranja brillante mirando hacia el techo. Un muchachito. Debe ser un escudero. Pero, ¿dónde coño está el ave? ¿Y qué pollas hace este chaval en la pajarera de día?
–¡Hey, hey, hey! –dice, palmeando para llamar su atención. El enano se voltea a verle, con los ojos muy brillantes. Apenas entra en su ángulo de visión, se sonríe a sí mismo y luego prácticamente le vuela encima.
–¡No me lo puedo creer! –exclama. Salta hacia él y se pone tan cerca que Bokuto puede contar todas las pecas desparramadas por el puente de su nariz. –¿De verdad eres tú? ¿Bokuto Kotaro? ¿El gran as del ejército?
Bueno, no es que no le gusta que lo adulen. Lanza una carcajada corta y le revuelve el pelo al enano, inflando el pecho.
–¡Así es! –ríe. –Y tú, jovencito, ¿eres el escudero de alguien importante?
Antes de terminar la frase ya se está arrepintiendo. El mocoso hace un mohín y se le planta delante, ambas manos en la cintura. Una convertida en un puño. La luz del amanecer nublado es dura y le golpea en la cara, marcando así una cicatriz naciente en la zona baja de la mandíbula y por encima del labio. Una herida de batalla. Ese chico no es escudero ni de coña.
–¿Escudero, dices? –parece ofendido. –Hinata Shoyo a su servicio, décimo hechicero de la casa Karasuno.
–¡Los cuervos! –grita Bokuto, llevándose las manos a la cabeza. ¡Así que Daichi, Tsukishima y ese enano venían del mismo nido! Tendría que cruzar unas palabritas con ellos por dejar a su polluelo revolotear por ahí, sin supervisión. Ríe. –¿Y qué te trae a la pajarera, enano? Si eres hechicero me imagino que sabes leer, ¿no? Prohibida la entrada después del amanecer.
–Ya, tú tampoco deberías estar aquí.
Adentro como anoche. Ningún tonto, el mocoso.
–Hagamos un pacto de sangre. –dice, sacando el puñal que guarda en la cintura. Al verlo, Hinata abre la boca y los ojos en un gran "oooooh". –Yo no digo nada de que estuviste aquí, y tú también me cubres.
–¡Guay!
Se cortan un dedo, y dejan que la sangre entremezcle la yema del otro. Cuando terminan, Bokuto alza los ojos al techo, resignado.
–¿Dónde se ha metido Ushiwaka?
–¿Te refieres a ese ave grande con alas blancas? –pregunta Hinata. –Estaba peleándose con Oikawa cuando llegué. Al final pude separarlos, pero se metieron uno en cada punta. Y Ushiwaka no quiere bajar del techo.
Después de un par de ruegos que se le hacen muy largos, al final el ave desciende hacia el antebrazo grande como un cañón de Bokuto. Apoya las garras y lanza un graznido de indignación. Hinata estira los dedos, tembloroso. Como si al haberla separado de una pelea minutos antes, le diese miedo que le atacara. Sorprendentemente, Ushiwaka no responde a las caricias de mala manera. Tampoco da chillidos de alegría; sólo se queda quiero y cierra los ojos ante el contacto. Bokuto siente una montaña de azúcar en el pacho.
–Hey, hey, hey, le gustas.
–¿Tú crees? –Hinata está maravillado, acariciando al ave con una cuota de respeto interesante. Pareciera estar espantado de que el bicho salga volando. A Bokuto le duele un poco terminar con el intercambio de buenos deseos, pero tiene la carta en la mano quemándole.
–Oye, enano. –le dice. –Todo muy guay, esto, pero tengo que enviar esta carta a Miyagi y necesito a mi bebé.
–¿Puedo enviar la carta contigo? –Hinata alza un trozo de papel, con caligrafía llena de gotas desparramadas. –Que también necesito que llegue a Miyagi.
–No me jodas. –Bokuto lo abraza con la mano libre. –¡Tú también le estás escribiendo a Tsukki!
Logran atarle las dos cartas en la pata rugosa de Ushiwaka, que revolotea ante el peso extra, y se queja. Bokuto lo manda a volar, extendiendo su brazo por la ventana. Juntos, en silencio, ven al ave alejarse entre las puntas de los pinos apenas iluminados por el amanecer entrante. Bajan la escalerita uno al lado del otro. Bokuto observando a Hinata, el enano callado como un pasmarote. Apenas atraviesan la puerta, Hinata se vuelve hacia él y le apunta con el dedo cortado un par de minutos antes.
–¡Enséname a usar la lanza! –grita. Hace una reverencia acto seguido, y Bokuto siente cómo una sonrisa burbujeante le empieza a crecer bajo el abdomen. ¡El crío quiere que lo entrene! ¡Él! Cruza los metros que los separan y lo abraza, alzándolo y riendo a carcajadas.
–¡Voy a adoptarte! –Bokuto se lo chilla al oído y Hinata se le ríe, atrapado entre su clavícula y su cuello. –Bueno, tengo que consultarlo con Akaashi. Cuando adoptamos a Tsukki, entre Kuroo y yo, no le dijimos nada. Bueno, se enojó bastante. Pero seguro le caes bien, ya verás.
En las cartas posteriores, Hinata se vuelve un personaje recurrente en todas.
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Alas blancas - [ bokuhina ] [one-shot] [fantasy! au]
Fanfiction"Sube la escalera en zancadas de dos en dos y se sorprende al ver que su pájaro predilecto no se encuentra por allí. Al contrario, en el rellano, hay un chaval con rizos color naranja brillante mirando hacia el techo. Un muchachito. Debe ser un escu...