Prólogo: "Están aquí"

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Cuando el sol se escondió todo el pueblo palideció. Ya era hora, lo sabían.

Las familias, asustadas, salieron de sus casas y colocaron las campanas sobre los clavos enterrados en sus puertas. Mientras la hora llegaba, todos se mantuvieron de pie dándole la espalda a sus respectivos hogares.

Los campesinos sintieron como el aliento se escapaba de sus pulmones cuando el cielo y la luna se tornaron rojos. El miedo en sus miradas lo decía todo.

Un silencio abrumador arropó con fuerza la aldea; nadie hablaba, ningún niño chillaba, las aves no cantaba, ni siquiera el sonido de las ramas siendo movidas por el viento.

Las familias se miraban entre sí con terror, sus corazones palpitaban tan fuerte que el sonido retumbaba en sus cabezas, pero este ambiente tan pesado no se mantuvo por mucho tiempo cuando el silencio fue roto con el tintineo de la primera campana.

La cabaña de los Han.

- ¡No! - Un grito desgarrador se escuchó por parte de un hombre mayor, Younghyun era su nombre, el cuál abrazó con fuerza el cuerpo inconciente de su único hijo después de que este cayese al suelo.

No podía creerlo, no quería, pero se obligó a hacerlo cuando notó las pequeñas ramas verdes que se fueron trazando desde el hombro derecho hasta el cuello de su hijo.

- ¡Por favor! Es lo único que me queda, ¡No pueden llevárselo! - Gritó abrazando con más fuerza el pequeño cuerpo entre sus brazos. - Se los ruego, ¡Por favor!

El hombre sabía que no se detendrían pero aún así tenía que intentarlo, por más que suplicara o llorara no pararían, no lo hicieron cuando le arrebataron a su esposa.

En un abrir y cerrar de ojos sintió como alguien tiraba del cuerpo de su hijo causando así que cayera boca abajo tocando con su rostro la tierra.

No estaba, se lo habían quitado.

- ¡Jisung! ¡No! - El castaño lloró como nunca. - ¡Solo tiene 17 años! ¡Es un niño! ¡No merece esto!

Al pasar de los minutos el llanto del hombre se hizo menos frente al sonido de la segunda campana.

La cabaña de los Seo, pero esta vez fue diferente.

Ninguna madre se lanzó a llorar, ningún padre trató de proteger a su familia, nada. ¿Por qué? Los Seo odiaban a su hijo, no lo querían, de hecho se sintieron aliviados cuando observaron a su hijo caer a la tierra fría.

Las ramas rojas se extendieron por la muñeca izquierda hasta el codo, demostrando así que estaba marcado. Allí fue cuando los señores Seo sintieron que se quitaban una gran carga.

- C-Changbin - Pronunció por lo bajo con voz rota Wooyoung, el mejor amigo del antes nombrado.

Tomó menos de un segundo para que el pequeño cuerpo de Changbin fuese alzando, esfumandose entre los aires.

La tercera campana no se hizo esperar. Esta vez fue la cabaña de los Kim.

- ¡No! - Gritó con desesperación Woopil, el hermano mayor de Seungmin, quién también había caído inconciente pero esta vez entre los brazos de su padre. Las ramas azules se pintaron desde la rodilla y fueron subiendo hasta su muslo despareciendo bajo el pantalón. - ¡Me ofrezco! ¡Puedes llevarm-

No pudo terminar ya que de un momento a otro su hermano menor ya no estaba. Fue tan rápido, como si jamás hubiese estado allí, solo sintieron el viento golpear sus rostros.

- ¡No! ¡No! ¡No! - Miró hacia arriba, viendo como dos figuras se movían en el aire para luego ocultarse entre las nubes.

Muchas de las familias a su alrededor también sintieron tristeza. El pequeño Kim era amado por todos, lo consideraban un ángel. La triste escena no duró por mucho ya que sin previo aviso la cuarta y última campana sonó.

La cabaña de los Lee.

- ¿Qué le pasa a Honnie, Papá? - Preguntó el pequeño Mark, un niño de tan solo 4 años que veía preocupado a su hermano mayor sin entender porqué de repente se había "dormido".

- N-Nada, cariño. - Trató de decir con calma Taeyong, su padre, pero las lágrimas que caían por sus mejillas no se lo permitían. Acarició el cabello de su hijo mayor mientras que a su vez veía como las líneas negras se deslizaban desde su nuca bajando por la espalda.

- Ven aquí, Mark. - Esta vez habló Jaehyun, su otro padre. - Dale un abrazo a tu hermano. - Dijo con una sonrisa forzada.

- ¿Por qu-

No estaba. Se lo habían llevado antes de poder despedirse.

- ¡Papá! ¡Honnie no está! - Ambos mayores se acercaron y abrazaron a su hijo, el único que tenían ahora.

¿Y el pueblo? Realmente no les importó, nadie quería a los Lee (a excepción del señor Han y la familia Kim) ya que eran considerados personas "enfermas".

Entre llantos y unos cuantos suspiros concluyó la noche, los cuatro elegidos fueron reclamados. El pueblo se puso de rodillas y agradeció por el sacrificio, sus vidas habían sido salvadas a cambio de otras.

𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐀𝐍𝐆 | chanhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora