Dime si esto no es verdad. Cuando te enamoras, ¿qué es lo que más se alborota dentro de ti?... Sí, es el corazón. No son las manos las que laten sin parar. No son los ojos los que se mueven sin descansar. Es el corazón el que no deja de andar de aquí para allá. El amor no cree en lo que ve con los ojos, ni gusta de lo que toca con las manos. El amor cree y gusta con el corazón, pero piensa con la mente.
Así que para entender lo que te voy a contar, cierra los ojos, átate las manos, lee con el corazón y piensa con tu misma mente. Así que no creas todo lo que ves y no sientas todo lo que toques.
Esto me pasó a mí hace tiempo. Pero dejaré que el amor cuente la historia.
Hace años atrás, cuando la gente aún usaba velas para iluminar. Donde la gente aún salía a cazar venados con escopeta en el bosque. Cuando las mujeres aún vestían con faldas a diario, los hombres adultos usaban traje y los jóvenes iban con una camisa elegante, desabrochada en el primer botón y una chaleca. En ese tiempo, existía un pequeño pueblo, que ahora ya es más una ciudad, en donde el invierno era bastante largo, ya que podía durar la mitad del año, y era un invierno bastante bipolar. Algunos días nevaba y los otros tan solo hacía mucho frío. Era un lugar muy tranquilo.
Los pueblerinos se conocían bastante y era normal que para la época invernal llegara genta nueva al pueblo y se quedara a vivir allí. Eso fue lo que pasó ese año. Ese año llegó la familia Fergusohn.
El señor Fergusohn: Andrie Fergusohn. La señora Fergusohn: Anastacia Fergusohn, y también sus dos hijos. Uno de ellos, Robbie Fergusohn. El chico con los ojos de un color único. Era un azul casi blanco . Todas las que pasaban a saludarlo se fijaban en sus ojos. Blancos como la nieve de ese invierno, pero a la vez tan celestes como el cielo de verano. El chico, ya de unos 20 años, era bastante sociable, y en unos pocos días ya se consiguió al muchacho que sería su amigo: Charlie.
En ese mismo pueblo, vivía una chica un poco distinta. Y, sí, siempre tiene que haber una chica distinta en una historia romántica, pero créeme, esta historia no saldrá como tú piensas.
Esta chica, de nombre Ana, vivía en un extremo del pueblo. Un poco lejos de Robbie. Lo que a Ana la hacía sentirse especial, era su cabello. Hermoso. Color negro. Ondulado en las puntas. Cuando se lo acomodaba, el cabello caía hacia su espalda, haciendo que el universo se detuviera en ese maravilloso momento. Pero eso es todo. Nada más hacía que Ana Rottem se sintiera especial. Era una joven linda, pero igual de linda que las demás. Y el pueblo estaba lleno de muchachas hermosas.
Ana era un poco antisocial. No tenía amigas y no era porque ella no podía conversar o porque fuera tímida (porque no lo era), simplemente ella no quería tenerlas. Ella tampoco quería tener a ningún chico a su lado. Ninguno. O eso es lo que decía de dientes para fuera. Desde pequeña ella esperaba estar con alguien a su lado, aunque con su personalidad intentara decir lo contrario.
- ¿Ninguno? -Le preguntó su madre mientras descansaba en unos asientos en la plaza del centro del mercado del pueblo. El día estaba helado y había nevado toda la semana, así que Ana y su madre estaban muy abrigadas.
- Ninguno. Son un estorbo -Ana miraba hacia un lado mientras soltaba esas palabras, sabiendo que mentía.
- Estás mintiendo -Le replicó su madre. La señora Rottem tenía razón. A la edad de Ana, diecinueve años puros y limpios, era difícil que una chica no sintiera que algún que otro muchacho le llamara la atención.
- ¿Cómo sabes que estoy mintiendo?
- Cuando mientes mueves la punta de la nariz como los perritos.
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LA ATRAPANOVIOS
RomanceEl amor es algo más que lo que se ve, y Ana lo entenderá, cuando se encuentre con La Atrapanovios. Una historia de romance, que no es la típica historia de amor. El amor es algo más que lo que se ve. *Portada hecha por Editorial Arrowy*