Recuerdo noches en vela donde el cielo era demasiado oscuro y el tiempo pasaba muy lento.
Llantos ahogados contra la almohada que debería de albergar los más dulces sueños de mi infancia, pera esas cosas se quedan en las películas, en los manoseados guiones de los directores de hollywood, mi vida no se parece a la del folleto, no encuentro más que frías sonrisas, rostros inexpresivos y caricias forzadas. Sueños rotos por un portazo a las cinco de la mañana y el anhelo de un sonrisa tranquilizadora que no iba para mí.
Nadie entiende nunca porque adoro mirar por la ventana y es que nadie entiende que ver el mundo a través del cristal se asemeja mucho a como es mi día a día, la vida que se supone que me pertenece pasa como a través de una pantalla donde no hay protagonista porque esta ha decidido ser espectadora, una mala película en la que no hay bando ganador ni perdedor porque nada me interesa lo suficiente como para intervenir en ella. Y en el fondo, me da miedo nunca actuar, temo verla acabar sin haber hecho nada, que contradictorio, ¿cómo puede un pájaro tener miedo a volar?.
Cuando sientes que tu corazón vuelve a latir, que al fin has encontrado algo por lo que llevar las riendas...acaban con él, con tus ganas, con tu interés, con tus ganas de hacer algo y vueves a ser la pequeña espectadora. Es ese portazo de cuando era pequeña o al menos duele como tal.
Me recuerdo en una esquina de la fría e inmensa cama intentando centrarme en el número de estrellas que tenía el cielo y no en los gritos de la habitación de al lado, pero yo no sabía que pasaba cuando llegabamos al 99, no entendía el arte de los números.
Las estrellas son más fáciles de entender cuando no son más que farolas iluminando las carreteras áreas de loas aviones, y en uno de esos aviones iba yo, en busca de un ligar donde el cariño del que tanto hablan en los libros fuese para mí.
Pero el sol salió muy pronto y mi avión se perdió al salirse de la ruta, y y nunca lo olvidé, nunca dejé de alzar la vista al cielo en busca de mi avión imaginario por si decide volver y llevarme de una vez a ese sitio en el que el cariño no está solo en la imaginación de un escritor chalado.
Como duele darse cuenta de que el avión se estrelló contra esa puerta cerrada hace muchos aos y que los pasajeros se ahogaron como el llanto contra la almohada. Pero dejadme...si pierdo a mi avión ya no me queda nada.