Andrés y Sara tan solo estaban uno al lado del otro. Disfrutando su compañía. Eso que sientes cuando estás al lado de la persona que amas no se puede describir en dos líneas de una historia. Se tiene que vivir, para realmente saber lo lleno que te sientes. Andrés sentía eso al ver a Sara, al mirarla directamente. Y Sara podía pensar exactamente lo mismo al ver a Andrés, al sentir su cuerpo junto al suyo.
Era un día normal. El cielo estaba despejado y realmente hermoso. Era una mañana como cualquier otra y Andrés había tomado a Sara y quería disfrutar de estar al lado de ella bajo la sombra de un árbol, en un hermoso parque, solo los dos. Tan solo debía llamarla y salir. Cuando tuvo la oportunidad, logro llamarla y salió a buscarla sin dudar un momento. En el camino se encontró con varios conocidos, entre ellos 'el gordo Thompson', quién no paraba de hablar. Andrés, para no retrasarse, tan solo lo saludó rápidamente y siguió su camino. Al 'gordo Thompson' lo veía seguido, así que tendría otra oportunidad para escucharlo hablar. Su mente estaba puesta en Sara. Andrés se había despertado ese día con la extraña sensación de que no la volvería a ver.
Sara estaba sentada tranquilamente en el camino de Andrés.
"¡Que suerte!", pensó el joven.
- ¡Te encontré!
- Andrés... -Ella le respondió sorprendida y contenta de verlo.
- ¡Vamos a dar una vuelta! -Andrés le sonreía, esperando, como respuesta, la misma sonrisa en ella.
- ¡Claro que sí! Pero... -Sara miró a su padre que estaba cerca de allí, como pidiéndole permiso, a lo cual el hombre le asintió, con un rostro y una mirada seria y fría. Ella no dudó en irse.
Andrés se fue corriendo junto con ella. El corazón le latía rápidamente. El chico sentía como su cuerpo se llenaba de adrenalina tan solo al pensar en poder estar al lado de ella, de su chica.
Sara corría al lado de él. No podía dejar de mirarlo. Solo quería estar con él. Ella se había despertado esa mañana con la extraña sensación de que no lo volvería a ver. Su padre y ella, habían sido testigos de que toda la mayor parte de su familia había muerto o desaparecido siendo muy jóvenes. Eso no ayudaba en nada a la sensación que tenía.
Andrés se detuvo a medio camino y se sentó en el piso, justo en un lugar bajo sombra, aunque sin el árbol ni el parque, y le indicó a Sara que se sentara junto a él. Ella lo hizo sin pensar. ¿Cómo es que el amor puede unir a dos personas haciendo que ellas tan solo piensen en una sola cosa: el otro?
- Te quiero -Le dijo él dulcemente.
- Yo también -Respondió ella con una voz que enamoraría a cualquiera.
- Sara, te diré algo muy en serio. Quiero que estemos juntos para siempre. Que nada nos separe. Nada en este mundo.
- Yo siento que quiero lo mismo. Pero tengo miedo.
- ¿Por qué tienes miedo?
- No lo sé -Ella mentía, sabía cuál era su miedo, pero no quiso decírselo-. Solo tengo miedo de que no lo logremos.
Andrés acercó su rostro al de ella y, mirándola sin pestañear, le dijo:
- Te lo prometo. Estaremos juntos para siempre. Lo prometo.
Ella sonrió aliviada y se acurrucó junto a él, allí sentados en el piso. Aunque ella sonreía, por dentro aún tenía esa extraña sensación, y no la dejaba.
- Pero que dulce -Una voz salió a escena, allí justo dónde ellos estaban. No se habían percatado de que no eran los únicos sentados allí. Al lado de ellos, a unos metros más a la izquierda de Sara, había otro joven, sentado allí en el piso, solo.
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ES LO QUE SOMOS
RomanceDos jóvenes enamorados. Una prisión. Gigantes. ¿Qué podría pasarles? Estos dos chicos inmaduros se darán cuenta de que para tener a tu media naranja, tendrás que hacer sacrificios.