No era novedad que mi papá se olvidara de mi cumpleaños. Ya se me había hecho costumbre desde hace varios años atrás; desde que mamá se había ido. Aún podía escuchar su risa y, sin querer sonreí también yo.
Ya diecinueve años en este mundo tan inexorable, pero el cual debía enfrentar cada mañana al abrir los ojos. Ciertamente me sentía agradecida por cumplir un año más de vida.Decidí ir caminando hasta la oficina de mi papá para invitarlo a cenar. Ese hombre pasaba horas y horas trabajando en los casos de trata de personas que habían surgido nuevamente hace muy poco acá en la ciudad y, a causa de eso, un sentimiento de temor se hacía presente en mí cuando tenía que caminar sola de noche.
"Ignacio Weller: El héroe Andino". O eso era lo que decían los diarios cuando papá atrapaba a algún integrante de las redes de trata. Ignacio se especializaba en eso y, a causa de sus descubrimientos, así como se ganó admiradores, también se ganó enemigos. El trabajo de papá era muy peligroso, pero al parecer él no se daba cuenta de aquello. Lo que más me molestaba de su trabajo, era que él decía que su mayor preocupación era las niñas y adolescentes secuestradas; su bienestar, y el que llegasen sanas y salvas con sus respectivos padres. Pero se olvidaba que en casa tenía una hija que necesitaba esa misma preocupación por parte de él.
Hipocresía le llaman.
No se me había ocurrido mejor idea que acortar el camino hacia mi destino, así que fui por detrás de la calle principal de la ciudad. Por allí pasaban muy pocos autos, pero no se veía peligroso. "Será" de Las Pelotas se escuchaba a través de los audífonos que llevaba puesto.
Recuerdo que la canción estaba por el segundo estribillo cuando todo pasó.
Un auto viejo paró a mi lado y, por instinto, mi corazón comenzó a latir haciendo que mis piernas comenzaran a caminar más rápido. Me quité los audífonos para comenzar a correr, pero ya era demasiado tarde. Una mano me tomó bruscamente del brazo haciéndome doler, pero me resistí. Comencé a forcejear. De una manera u otra debía salir de ahí. Una segunda persona me tomó del otro brazo y mis gritos no se dejaron pasar desapercibido pidiendo que me soltaran o que alguien apareciera para mi rescate, pero fue en vano.
Todo lo que había vivido hasta ese entonces, mis amigos, mi familia; todo comenzó a pasar como escenas frente a mis ojos. Pensaba en mi abuela, en mamá, en papá. Y por más que hacía un esfuerzo inhumano para salvarme, mi interior sabía que ese iba a ser mi último día. Último día de vida, libertad, felicidad; no lo sabía.
Las cuatro manos me dirigían hacia el vehículo y yo más me resistía para poder escapar, pero no era suficiente. Gritaba y gritaba sin parar, hasta que hice un movimiento brusco, lo que provocó mi caída. Sentí un golpe muy fuerte en mi sien, y luego un sueño profundo se apoderó de mí.
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Por siempre suya, Pressman.
Romance"Las adversidades de la vida me llevaron a dejar de creer en muchas cosas, pero te conocí, y supe que ya no habría vuelta atrás." Una chica de 19 años, hija de un reconocido investigador, que vivía en una pequeña ciudad, donde el tráfico de drogas y...