Mi pecado y redención.

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Pecado y salvación

Quizá el mundo jamás entenderá la complejidad del amor, muchos suelen pensar que está sobrevalorado. Que es algo inútil buscar ya que se puede pasar una vida entera tratando de encontrarlo, y sin embargo al tenerlo  puede desvanecerse de forma tan efímera que el esfuerzo se transforma en sufrimiento, en dolor.

Siempre pensó que el concepto anticuado del amor romántico no iba con él. Si bien no era un gran filósofo; concordaba con la idea de que encontrar el placer era el fin único del hombre sobre la tierra durante toda su vida. Disfrutar del cuerpo tanto como este lo permitiera era una de las primicias con las que se disponía a gozar de cada una de las oportunidades que la ocasión le presentara.

Esta vez no era distinto.

Un placer inmenso recorría cada fibra de su ser, plasmado en su cuerpo una capa de humedad que solo aumentaba los espasmos eléctricos bajo su piel. Un cuerpo como tantos otros yacía entre sus brazos, dejando suspiros quedos con cada roce de sus manos.

No era distinto del sexo ocasional con una persona indeterminada.

Pero sin duda era diferente; tan diferente como podía serlo la vida en una galaxia lejana.

No que la persona fuese distinta a cualquier otra.

No, no era el hecho de que no poseyera las curvas que tanto adoraba, la planicie de ese cuerpo masculino le provocaba un sinfín de emociones cuya intensidad rebasaba con creses cualquier otro momento o situación. Si alguien le hubiese preguntado el porqué del cambio radical en sus ya conocidos gustos, seguramente se habría reído ufanamente.

Porque cuando él se hizo conocedor de que  aquel cuerpo idéntico al suyo, podía proporcionarle más de lo que alguna vez imaginó descartó la idea de probar con algún otro, y quedó relegada en su mente al punto tal, en que solo esa persona podía encender la llama de su deseo. No que su lívido hubiese menguado, no que dejara de apreciar la belleza de la humanidad de un día a otro, si no que quizá el encontró a su verdadera alma gemela.

Una que paradójicamente era la de su hermano, la de su pequeño hermano gemelo que, siempre ha estado a su lado. No podía imaginar un mundo donde Bill no estuviera para él, el solo pensarlo resquebrajaba su mente al grado de enloquecer.

¿Amor? Si contradictoriamente a lo que él creía, lo tenía, siempre había estado con él, desde el momento en que la vida decidió residir en el vientre de su madre, desde que el destino decidió que llegase acompañado de la mitad que todo el mundo busca. El no tuvo que buscar el amor, porque el amor lo encontró a él.

¿Prohibido? Talvez, pero ya no quería buscar más, no deseaba tener un orgasmo cargado de lujuria, si instantes después un vacío se apoderaría de cada recoveco de su alma. Si bien la sociedad ponía caras de estupefacción al imaginar la fraternidad como el inicio de un lazo inquebrantable de sentimiento más puro, Bill y él lo consideraban lo más normal del mundo, y hasta cierto punto se sentía cómodo con la idea de que las cinco personas que conformaban su pequeño mundo lo vieran como algún tipo de designio divino, ante el cual no pueden hacer más que aceptar de buena gana y apoyar tal cual se hiciera con una relación “normal.”

 Y todo eso ahora importaba poco, mientras se dejaba tocar, por las manos delicadas y prestas de su hermano. Nadie nunca supo hallar los puntos exactos donde una simple caricia polarizaba cada sentido, al máximo torrente de satisfacción jamás visto.

 

“Suspira para mi todos los alientos que guardas cuando sólo puedes pensarme en silencio y a escondidas, entrégame en tus caricias toda la pasión contenida que callas cuando recorres mi boca con tu ávida ansiedad de socavar cada gramo de deseo.”

En el silencio de aquel hotel, cada caricia que entregaba era devuelta con el frenesí de la loca necesidad de dos cuerpos separados que ansían volver al origen de la vida misma y ser uno mismo.

Bill le toca, se deja,   le besa, gime y jadea.

Todo un conjunto de pasión y amor inigualable, intangible para cualquier ser humano que no conoce del amor, del significado eterno que éste cobra entre sábanas delgadas impregnadas de mórbido deseo.

 

“Llena con tus memorias cada rincón de mi alma, déjame escuchar los susurros apenas perceptibles de tu voz, incrementando el crepitar de las llamas encendidas en los latidos de este corazón enamorado, hazme temblar como las profundas entrañas de un volcán que busca el clímax de su erupción.”

Y uno a uno los pecados se van saciando.

Con cada beso, la gula satisface el hambre imponderable de su boca sobre la otra. Ósculos húmedos, descuidados, ruidosos y sazonados de un elixir eterno e inagotable. Su gula, su apetito infinito de aquella boca serena.

Con cada embestida su lujuria calcina el interior aterciopelado del paraíso hundido entre las piernas de su prójimo.

La avaricia de sus manos toma todo aquello que no le pertenece y que a su vez atesora, con el misterio intrínseco en su ser.

“Navega con parsimonia en mis profundos pensamientos, entrega con devoción el calor que a mi esencia falta. Detén esa carrera del tiempo. Prolonga la sensación de adrenalina en mi pecho que ciega cuando entre tus brazos es donde encuentro el caos proveniente de la pasión  desmedida, que sucumbe ante la ternura de tus ojos fijos en los míos.”

La ira, profundiza cada movimiento, desgarrando con dientes y uñas el paraíso desnudo y concedido.

Y el envidia cada momento lejos, cada mirada indiscreta, cada instante en el que alguien más posa sus ojos en aquello que suyo es desde el inicio de los tiempos.

“Comprende amor mío, que en plenitud yo te amo, que todo de mí está dispuesto para ti, de tu piel cada caricia dada de mis manos son así como estas palabras más que mías son tuyas, como delicados toques consagrados solo a ti”

Juega con la soberbia de saberse único dueño de aquel monumento al significado entero de vida, él un simple mortal con el secreto de la felicidad.

Resuelve los últimos movimientos sincronizados, dentro y fuera, arriba y abajo, un jadeo y un suspiro, una mordida y un beso. El vacío en su bajo vientre y la totalidad de su esencia repartida en el conducto a él éxtasis.

Sonríe con todo, con ternura, con amor, con pasión, con cada uno de los sentimientos y emociones que Bill provoca en su ser.

Le besa con el cansancio propio de la vida después de la muerte, susurra aquellas palabras innecesarias, pero justas.

Y como última resolución del día, coge el lánguido cuerpo de su igual entre sus brazos, sonriendo en gesto idéntico ambos a la vez se envuelven en las mantas de Morfeo, para caer en la pereza del cansancio vivido segundos, horas, y años antes de que la definición de amor alcanzara concretamente la posibilidad de un futuro juntos.

Juntos como hermanos.

Juntos como amantes.

Juntos al final de los tiempos.

Juntos uno a uno.

Juntos en su existencia total.

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2015 ⏰

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