Aquí y ahora

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Narra Lauren

"Ven a mi regazo” dijo T/N.

Y mientras alargaba los brazos a mis hombros, me aparté el pelo de medio lado para sentir los latidos de mi amiga; el único consuelo que me podía proporcionar ese cálido sonido rítmico.

Y se aceleraba más y más su corazón que animaba mi triste alma.

Desaparecieron las lágrimas de mis mejillas y el recuerdo de aquel hombre que un día prometió amarme.

“No te merece, cariño” repetía susurrando.

Y me lo empecé a creer. No me merecía.

Cada centímetro de mi cuerpo que le proporcioné, cada gemido en su oído, cada arañazo en su musculosa espalda; nada. No me merecía.

No era suya por más que lo intenté.
Y es que ahora me encontraba en el verdadero hogar de una mujer.

“No, nunca me mereció. Ahora lo sé” admití mirándola tímidamente.

Sus ojos se abrieron como platos. Dos grandes lunas grises me miraban, algo confusos, cuestionando mi respuesta, tratándola de incompleta.

Aparté entonces un mechón de su oscuro cabello que se enredaban por sus pestañas y se posaba en sus labios, entreabiertos, que inspiraban el aire caliente que sonrojaba mis mejillas.

“A qué te refieres cuando dices: ahora” dijo T/N pausada, cuidando sus palabras.

"Sencillamente a que me ha torturado los últimos tres años y que tú me has curado con tan solo un abrazo”-dije en un susurro tímido.

Me aparté avergonzada de mis propias declaraciones. Quizás las malinterprete, quizás me mire como un bicho raro.

“No te apartes, acércate más. Quiero seguir curando tus heridas”- dijo suavemente.

Metió su indice derecho en el cuello de mi camisa, rozó mi pecho y desató el primer botón dejando entrever mi sujetador que contrastaba con mi blanca piel.

La miré asustada, como un cachorro perdido en el bosque, mas no retrocedí ni un centímetro. Me había convertido en el deseo de aquella mujer que creía conocer bien.

Se deslizó ocho centímetros más abajo, con su indice de nuevo, hasta llegar al siguiente pequeño botón.

Temblé, y cerré los ojos esperando a que lo desatara. Y así fue, con un leve gesto burló el cierre de la camisa entallada que llevaba.

Abrí de nuevo los ojos y fue realmente gratificante ver como no separaba su mirada de mi pecho ya casi descubierto.

Sabía que el encaje era sexy, pero no era mi lencería la protagonista de su perversión, sino mi pecho; pecho que esculpía mi figura; pecho que ardía en ese momento por un deseo incomprendido.

“Eres preciosa” susurró “Incluso así, sonrojada, lo eres más"- susurró.

Estaba en lo cierto, al igual que mi pecho ardía, mis mejillas estaban en plena ebullición.

Volvieron los ocho centímetros de distancia hasta el otro obstáculo a mi desnudez.

Ejecutó de nuevo el desatar, como en un ritual: Desabrochaba, alzaba la mirada y volvía a recorrer con su dedo el filo de la camisa.

Chill out (One Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora