Las sábanas que rodean mi cuerpo y que me transmiten calor son cálidas y cómodas. También lucen unos pequeños y numerosos dibujos de corazones de diversos colores. Tras una meticulosa deducción, reconozco que no estoy en mi cama. Echo un vistazo a mi lado izquierdo. Una gran ventana deja traspasar una luminosa luz. Pero no es la luz que entra lo que llama mi atención. Mi ropa interior y demás está por todas partes. Encima de una cómoda, por el suelo y colgada de una silla de madera. Miro debajo de las sábanas y compruebo que la ropa tirada por aquella habitación ajena no es mía. Comprobado. Después miro a mi lado derecho. Una chica de aproximadamente 16 años está tumbada a mi lado. Es morena y con los ojos azules. Duerme de una forma un tanto particular. Abre mucho la boca y se le forman unas pequeñas arrugas a los lados de los dos ojos. Vuelvo a mirar debajo de las sábanas. La chica luce un ancho sujetador y unas braguitas rosas. Su pelo es ondulado con pequeñas ondas. Es muy guapa. Conozco su rostro, su fisico, su pelo, y hasta su forma de dormir. Conozco su habitación, sus muebles y su orden en su dormitorio. Conozco muchas cosas suyas pero hay algo que falla. Lo que no conozco es su nombre. ¿Alissa? ¿Amy? ¿Jen? No recuerdo su nombre pero si su ropa interior. Es siempre lo mismo. La misma historia. Se repite una y otra vez.
Recojo mi ropa y me cambio rápidamente. Vuelvo a mirar a la chica y pienso en lo desafortunada que ha sido. Recojo mi móvil y mis cosas. Salgo corriendo de la habitación recordándome la misma historia. Una vez tras otra. Acostarse con chicas sin haber hablado con ellas ni diez minutos, sin recordar su nombre y solo, por un mísero polvo que ni siquiera recuerdo. Sin amor y sin complejos. Siempre me lo recuerdo a mi mismo. Me prometo que nunca volverá a pasar, pero sé que nunca lo cumpliré. Porque siempre pasa. Una y otra vez. Y otra. Y otra. No hago nada para impedírmelo. Pero siempre se repite...