CAPÍTULO 1

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  Cualquiera que tenga la oportunidad de abandonar algo que no nos gusta de nosotros a cambio de inmortalidad y poder lo haría sin dudarlo. Si tú quisieras ser inmortal y poderoso solo tendrías que renunciar a algo tuyo, puedes renunciar a tu esposa, a tu dinero, a tu tristeza y serás inmortal.
  Pero las cosas no siempre son como uno las quiere, porque serás inmortal y poderoso pero te faltará algo y de alguna forma la vas a necesitar. Si renunciaste a tu esposa entonces jamás tendrás la capacidad de amar, nunca jamás, por el resto de la inmortalidad. Si abandonaste a tu tristeza nunca sabrás lo que era ese sentimiento y te volverás loco solo porque no puedes llorar.
  Yo creí que si renunciaba a mis miedos sería capaz de vivir una vida llena de despreocupaciones y cosas buenas, pero no obtuve esa vida, en cambio, obtuve un infierno.

  La infancia es en dónde se desarrollan todos nuestros traumas y partimos de ellos para convertirnos en...lo que sea que debamos ser.
  Una niña que vive en un ambiente violento solo tiene dos salidas: O hace lo mismo para sobrevivir o usa a sus padres como ejemplo de lo que pasaría si fuese una persona violenta: una persona infeliz.
  Era muy pequeña para entenderlo, hasta entonces crecí en ese lugar donde el miedo era lo único que realmente sentía. Los vellos del cuerpo se me erizaban cada vez que regresaba a casa, nunca nadie me recibía amablemente.
  En la escuela solo tenía una única amiga, Regina, que por cierto está loca.
     —¡Callie, mira! —Gritó mientras corría hacía mí.
  Me detuve para esperarla y cuando ya estuvo a mi lado abrió las palmas de sus manos, las cuales habían estado entrelazadas y de estás brotaron millones de insectos. Grité al verlos y ella solo reía, finalmente sacudió sus manos para limpiarse y se acomodó la mochila.
     —Los encontré en un tronco en el camino —informó mientras tomaba la servilleta que le estaba acercando—, en esos árboles hay millones de esos, vamos después de la escuela.
     —No puedo. —Me apresuré a responderle, pero no quise dar detalles.
     —De acuerdo, entonces...¡Vamos durante el almuerzo!
     —¿Estás loca? ¡No voy a escapar de la escuela...! —exclamé, pero ella me tapó la boca con sus manos al ver pasar a unos compañeros, podía sentir el olor a tierra en sus manos.
     —Baja la voz o nos van a delatar. ¿Qué tiene de malo solo salir un momento? Está muy cerca de aquí.
  Limpié mi boca con una servilleta lo más rápido que pude, como el olor a tierra se extendió hasta mi paladar  tomé un poco de la botella de agua que tenía en la mochila.
  Regina y yo no dijimos nada más, seguimos caminando hacia la escuela. Allí era casi tan malo como en casa, pero Regina siempre estaba ahí para cuidar mi espalda.
  Muchos niños se burlaban del color de mi cabello, me llamaban vieja solo por su color plateado. Incluso se inventaba historias como... "—Si le tocas el pelo ella te absorberá la energía y te hará viejo, ¡Incluso te saldrán arrugas!"
     —Si dices su nombre tres veces en el espejo, aparecerá y robará tu juventud para que ella pueda parecer una niña.
     —También escuché que...
     —Oigan ustedes, ¿No se cansan de quemarse el cerebro inventando historias? —intervino Regina, apoyando un pie en la silla frente a la mesa de esos chicos.
     —¡ReginaPeloDeMoco está aquí! —exclamó uno riéndose.
     —Oye, Pelo de moco, ¿Callie te hize alguna brujería y por eso tienes el pelo color moco?
     —No es color moco, es verde fluorescente ¿Y a ustedes qué les importa? ¡No hablen así de mi amiga!
     —¿O qué? ¿Nos echarás una brujería para que tengamos el pelo de moco? —Bromeó una chica y el resto reía con ella. Regina sonrió con malicia y se inclinó para susurrarle:
     —Yo que tú tendría cuidado, Ámbar, puede que amanezcas sin pelo. —Advirtió o más bien la amenazó. Todos la miraron en silencio mientras regresa a la mesa en donde yo estaba, justo al lado.
  A veces pensaba que Regina se pasaba un poco de la raya, bueno, siempre lo hace con sus bromas a los maestros y compañeros, incluso en los recreos y exámenes. Estar con ella me tranquiliza porque sé que me defendería si alguien decía o me hacía algo malo, pero a la vez sus acciones me asustaban por sus consecuencias. Aún así nunca dejé de ser su amiga ya que, por más riesgoso que era estar a su lado, era una buena persona.
  Cuando comencé la secundaria mis padres por fin habían podido pagar el divorcio, pero quedamos en banca rota por lo que había costado así que los padres de Regina fueron los que me compraron el uniforme y los útiles para la escuela. Eran mi segunda familia, la única que parecía real y me quería, aunque creo que demasiado.
     —Callie, qué lindo verte por aquí. —Sonrió y se me abalanzó para abrazarme y besarme.
     —Buenas tardes señora Luna, Regina me dijo que podía quedarme a dormir hoy.
     —¿En serio? ¡Regi, no me dijiste nada! Iré a preparar algunos bocadillos, vayan al cuarto a dejar sus cosas. Yo les aviso cuando estará la comida. —Sonrió mientras iba a la cocina.
  Regina y yo hicimos caso y fuimos a su cuarto para cambiarnos los uniformes. Era una habitación grande decorada con todos los colores del arcoíris, era mi lugar favorito.
     —Compré una película para que veamos más tarde, se llama "Cien días en un sótano" —dijo Regina, haciendo sonar el título aún más terrorífico de lo que ya sonaba para mí.
     —¿Por qué de terror? Sabes que no me gustan esas. —Objeté encoguiendome de hombros.
     —Descuida, no es terror, es suspenso.
     —¡Es casi lo mismo!
  Aquella noche nos quedamos despiertas hasta las 4 de ma mañana viendo la película. Las dos en el respaldar de la cama, ella apoyada en esta y yo en su hombro. La película ya había terminado pero por alguna razón nos quedamos mirando los créditos. En un silencio que de repente me hizo ponerme nostálgica.
     —Regi... —le llamé susurrando, como la casa estaba en silencio no quería hacer mucho ruido.
     —¿Hmm?
     —¿Alguna vez...pensaste que yo era demasiado cobarde?
  Estaba mirando a un punto en el suelo cuando lo pregunté, Regina no dijo nada pero se movió para quedar frente a mí, sosteniendo mis hombros.
     —Callie, eres la persona más valiente que conozco. —Dijo mirándome a los ojos y por primera vez la ví seria.
     —¿A qué te refieres? Tengo miedo hasta de mi propia sombra. —Comenté riendo, pero ella no se rió.   El ambiente se sentía algo incómodo.
     —Callie ¿Sabés por qué soy tu amiga? —preguntó, como temía responder solo negué con la cabeza—, porque eres la única persona que me aguanta, hago todo tipo de idioteces que podrían poner en riesgo tus notas en la escuela, incluso te pongo en ridículo junto conmigo, pero tú sigues estando ahí. Para mí, eso demuestra que no eres una cobarde.
  Me la quedé viendo, comenzando a creer que me cambiaron a la Regina original que estaba loca, por esta Regina seria y de carácter maduro.  No pude evitar reír, ella se me quedó viendo un rato pero se sumó conmigo y comenzamos a reír juntas.
     —Eso fue demasiado maduro viniendo de ti. —Señalé, tratando de no seguir riendo.
     —No sé qué pasó, simplemente se me salió —concordó ella riendo hasta que se detiene abruptamente y vuelve para mirarme—, es que detesto ver cómo te subestimas, en verdad eres muy valiente.
     —Me harás sonrojar, ya basta
—Le dí un pequeño empujón en el hombro. Dejé mi mano allí, reposando en su pijama con dibujos de unicornios. Solo podía sonreír a lo que ella me dijo y volví a apoyar mi cabeza en el espacio entre su cuello y su hombro, sintiéndome en una especie de escondite seguro.
     —Gracias —le susurré, Regi no dijo nada pero me envolvió en un abrazo cálido, sé que estaba sonriendo.
  Pero nuevamente, la pesadilla de mi hogar se volvía cada vez peor, pues papá se arrepintió del divorcio y está obligando a mamá a quedarse en casa pero ella no quiere.
  Llevamos así varios años y quise hacer lo que se supone que toda la gente debe hacer cuando hay violencia, parar la situación hablando.
     —¡Me quiero ir de aquí, no me vengas con pendejadas ahora! —le gritó mamá, papá la tomó del brazo para que no pudiera acercarse a la  puerta.
     —Sé que no fui el mejor esposo pero dame una oportunidad, cariño.
     —No me llames así.
     —¡Por favor!
     —¡Ya...ya basta! —exclamé, ambos me miraron sorprendidos y yo no paraba de temblar—, ¿Alguna vez...alguna vez se preguntaron por su hija? ¿Qué sería lo mejor para mí? Demonios, se supone que les debo de ser ayuda para encontrar una solución.
     —¿Solución? —Repitieron ambos e intercambiaron miradas, sentí alivio por un momento, creyendo que a lo mejor logré hacerlos entrar en razón.  Sin embargo comenzaron a reírse.
  Comencé a preguntarme si se reían de mí o de ellos por lo tontos que fueron hasta ahora con sus discusiones, pero rápidamente supe a qué se debía la gracia.
     —Todo lo que nos has traído fueron estas discusiones —Habló mi papá mientras me tomaba del pelo—. De no ser por tu existencia yo y tu madre estaríamos haciendo todo lo que se nos dé la gana, sin embargo tenemos a una hija que es demasiado querida por los vecinos y por eso no podemos librarnos de tí ¡Deberías haber muerto cuando naciste!
  Los ojos de papá estaban tan fuera de sí que temía por lo que sería capaz de hacerme, había llorado y temblado del miedo antes pero nunca así.
  Papá tomó unas tijeras de la mesa y las acercó a mi rostro.
     —De hecho ¿Qué tal si te mueres ahora? Eso sería lindo ¿No, cariño?   —Preguntó papá girando la cabeza para ver a mi madre, quien no se había movido hasta ahora. La falta de empatía en su mirada hizo que mi espina dorsal comenzara a dolerme.
     —Podría ser lindo, pero hay demasiadas cosas que podrían apuntar a nosotros como los asesinos. —Reflexionó, yo no podía creer que lo estaba pensando con tanto cuidado siquiera.
     —Entonces solo te daré una advertencia, jovencita
—Dijo finalmente mientras acercaba la tijera a mi ojo derecho, lo cerré con todas mis fuerzas, pero mamá interrumpió y me abrió los párpados, obligándome a verlos en la cara. Las tijeras estaban demasiado cerca de mi ojo, papá hizo un movimiento fugaz con estas y yo grité cuando sentí el metal de las cuchillas rozarme la piel. Sin embargo solo sentí un pequeño ardor debajo del ojo y el sonido de las cuchillas cerrarse.
     —La próxima cortaré tu ojo, a ver si así tienes ganas de mostrarme la cara. Además eran feas como las de tu madre.
  Mamá lo miró enojada pero él solo rió.
  Al día siguiente compré unos anteojos para que nadie note el corte, pero como era de esperarse el resto tenía una nueva razón para molestarme.
     —¡Su verdadero yo está saliendo a la luz, está usando anteojos de viejita! —comentó una de las chicas del grupo mientras el resto respondía con una fuerte  carcajada.
     —Los usa porque los necesita —me defendió Regina cruzándose de brazos—, además, le quedan muy bonitos.
     —Bonito mi culo. —Respondió uno y volvieron a reírse.
  Me acerqué a Regi y la jalé del brazo para salir del salón, fuimos al baño para que pueda lavarme la cara, fue cuando ella notó mis pestañas.
     —Tu ojo derecho no tiene pestañas abajo —observó y rápidamente frunció el ceño—, ¿Quién te lo hizo? ¡Además te hizo un corte!
     —Shh, no grites —le pedí poniéndome nuevamente los anteojos.
     —¿Quién lo hizo? —volvió a preguntar.
  Vacilé un instante, si le decía la verdad a lo mejor querrá hacer justicia con sus manos, si le digo una mentira le estaría mintiendo y eso me dolería mucho.
     —Fue papá. —Confesé, mirando a otro lado para no ver su reacción, pero ya sabía de antemano que estaba súper enojada.
     —Suficiente —sentenció—, te vienes a vivir a mi casa.
     —Sabes que no puedo.
     —Callie, sabes muy bien que no te quieren, estoy segura que ni siquiera te ven como una hija, solo ven a mi casa y yo les explicaré todo a mis padres, lo van a entender así que todo lo que debes hacer es...
     —Tengo miedo —la interrumpí comenzado a llorar—, tengo mucho miedo Regi, me da miedo regresar todos los días a casa, me da miedo venir a la escuela, me da miedo lo que la gente es capaz de hacerme y cada día parecen tener un nuevo motivo para hacer de mi vida un infierno. Tengo miedo de que te hagan algo a ti por mi culpa y despertarme cada día es una pesadilla, quisiera morirme pero no puedo porque tengo miedo de dejarte sola y hasta ahora no he sentido nada más que miedo en mi vida.
  Quería seguir hablando, quería seguir explicando el por qué de toda mi sufrimiento y existencia, pero mi garganta se cerró y todo lo que podía hacer era llorar. Regi me abrazó con todas sus fuerzas y yo intenté devolvérselo pero estaba cansada. Ya no podía más con aquella vida pero la muerte no era una opción, necesitaba escapar esa misma noche.

La inmortalidad no sirve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora