El resto del día fue pura ansiedad y nervios, con Regi acordamos encontrarnos al lado de la escuela, junto al pequeño descampado.
Decidí esperar a que mis padres se vayan a dormir para salir pero su discusión de todas las noches se extendió más de lo debido. Era casi de madrugada y seguían gritándose en la cocina, no podía hacer esperar demasiado a Regina, supongo que de vez en cuando debemos arriesgarnos para conseguir la paz.
Tomé mis llaves y aproveché el momento en que papá pateó la puerta de la cocina haciendo que se cierre para abrir la puerta principal y salir corriendo. Mi corazón latía demasiado rápido, las piernas estaban más ligeras que nunca así que corrí tanto como pude, ignorando a la mujer que choqué y a algunos borrachos que estaban en una esquina. Ya no sabía a dónde tenía que ir, de repente perdí el camino hacia la escuela, seguí corriendo asustada, temiendo de que mis padres se den cuenta de que me fuí y me estén buscando. Me detuve en medio del camino reconciderando lo que estaba por hacer, el escape y todo. Debería volver ¿Estaría bien volver? ¿Qué les diría a mis padres cuando me vean cruzar la puerta? ¿O debería seguir con el plan de Regina y vivir con sus padres? Tenía tanto miedo de las consecuencias que no había visto ni oído el camión, demasiado cerca de mí para poder escapar.
De un momento a otro me encontraba mirando el cielo nublado y gotas frías cayeron sobre mí, allí, tendida en medio del asfalto. No tenía más que unos minutos de vida, eso era seguro. La voz de Regina me sonaba lejana, si volteaba mi rostro podría ver el edificio de la escuela a unos pocos metros, pero el cuerpo me dolía como mil demonios.
Regina sigue llamándome, pero mis tímpanos siguen aturdidos por el choque y algo tibio se escurría por mi nuca.
Si inhalaba aire una vez más sé que sería la última vez que respire, fue cuando una persona vestida con trapos sucios se acercó a nosotras. Parecía como un ángel de la muerte.
Regina se puso tensa y pasó su brazo sobre mí de forma protectora, pero la persona se quedó quieta, mirándome.
—¿Quieres vivir? —Su voz era femenina, más dulce de lo que esperaba, yo solo veía una mancha borrosa frente a mí pero asentí débilmente—, entonces hagamos un trato.
—Callie no te preocupes ya llamé a la ambulancia te pondrás bien. —Intervino Regina mientras ponía una mano en mi mejilla, pero yo solo miraba a aquella persona misteriosa.
—¿Cuál trato? —traté de formular la pregunta lo más claro posible.
—Tú renuncias a algo que ya no quieras más y te daré inmortalidad, ese es el trato.
—Callie no le hagas caso, es solo una mendiga loca, no existe la inmortalidad pero sé que vas a vivir —Dijo Regi, pero la ignoré de nuevo.
—¿Cualquier cosa?
—Cualquier cosa que ya no quieras —respondió la mujer—, puede ser a tus malos recuerdos, a tus padres, e incluso puedes renunciar a tu ira. Pero solo una cosa.
Lo medité un momento, sintiendo cada gota de lluvia que caía sobre mí, algunas venían del cielo y otras resbalaban del cabello de Regi, quién me miraba como si no tuviera esperanzas de vivir, y aunque mi corazón latía cada vez más lento, mi miedo a desaparecer iba creciendo, más y más.
Debo preguntarme ¿A qué puedo renunciar? Renunciaría a la familia que tengo, a mis compañeros de la escuela, renunciaría a las cicatrices que tengo en mi cuerpo o a mis huesos rotos, pero todo eso regresa con el tiempo, familia puedo tener si yo quería, huesos rotos también. Pero había algo que quería renunciar para no volver a sentir jamás, algo con lo que tuve que lidiar toda mi vida y era la causa de mi sufrimiento.
—Miedo —respondí, sin dejar de mirarla—, quiero renunciar a mi miedo.
A lo lejos oí a la ambulancia y mi vista se estaba poniendo cada vez más borrosa. La mujer se me acercó, solo lo suficiente para ver su boca sonreír.
—Bien, yo me llevo tu miedo y tú obtienes inmortalidad y poder, ya no hay vuelta atrás.
No recuerdo qué fue lo que hizo, recuerdo escuchar a Regina gritar, las luces de la ambulancia y finalmente, recuerdo haberme despertado en el hospital.
Las luces blancas me estaban quemando las retinas y a juzgar por la oscuridad de la ventana era de noche, me senté en la camilla y sentí como mis huesos se ponían en su lugar. Quizás estuve acostada demasiado tiempo.
El cuarto no tenía paredes, solo cortinas, por lo que supuse que habían otros pacientes alrededor. Me levanté y fui al baño, aproveché el espejo para verme y esperaba asustarme con lo que me iba a encontrar, sin embargo solo estaba ahí, mi reflejo y yo. Tenía vendajes en todas partes de la cara y el cuerpo. Regresé a mi cama y volví a dormir, iba a esperar a la mañana para hacer mis preguntas.
Finalmente al despertar escuché la única voz que realmente tenía ganas de oír; Regina apareció del otro lado de la puerta y al verme sentada en la cama corrió hacía mí sonriente.
—Por Dios, quiero abrazarte pero te dolería pero no me puedo aguantar las ganas. —Exclamó energética, estaba apunto de llorar.
—Abrázame, no pasa nada si me rompes otros huesos —le respondí sonriendo, ella rió y me abrazó lo más cuidadosamente posible.
—Perdón por no estar aquí cuando despertaste, no puedo quedarme a dormir porque soy menor de edad, ya sabes —dijo sin dejar de sonreír, yo solo asentía a lo que me decía—. Por cierto, el doctor me dijo que te iban a quitar los vendajes de la cara para ver qué tanto fue el daño del choque, si necesitas operarte o no.
—De acuerdo. —Respondí, mirando el resto de los vendajes de mi cuerpo, tenía un yeso en el brazo izquierdo ahora que lo noto.
Regina se me quedó viendo un buen rato, yo voltee a verla y también noté que se había teñido el pelo.
—¿Por qué de ese color? —Pregunté.
Ahora tenía el cabello rosado con unas pocas mechas del color verde fosforescente, que antes ocupaba todo su cabello.
—¿Qué tiene de malo el color? Me parece una buena combinación —respondió sonriendo, yo solo asentí y miré el mío, seguía siendo plateado aunque tenía algunas manchas marrones, sangre seca.
—Necesito un baño. —Dije, acomodándome en la camilla.
—Si todo sale bien hoy podrás regresar a casa.
La miré, y rápidamente se me vino una imagen a la cabeza.
—Somos menores de edad ¿Quién firmó los papeles para que me internen? —Pregunté, más calmada de lo que pensaba, Regina hizo un movimiento con sus manos de que no me preocupe.
—Mis padres firmaron diciendo que eran tus tíos —explicó tratando de no darle mucha importancia, me miró y continuó—. Tus padres están ocupados buscando un abogado, papá les dijo que presentaríamos cargos en su contra una vez que despiertes.
—No me importa. —Me apresuré a decir, mirando a las cortinas de la habitación.
—¿Qué cosa?
—No me importa lo que ellos hagan —expliqué—, no me importa si van a la cárcel o se mueren por obra del karma. Quiero estar en paz.
Regi iba a decir algo más, pero el doctor interrumpió.
—Señorita...Callie ¿No? Lindo nombre, vine para ver sus vendajes, soy el doctor Neblin. —Se presentó mientras dejaba una planilla en una de las mesas del cuarto.
—Adelante. —Le dije.
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La inmortalidad no sirve
Short StoryToda historia tiene un principio, todo héroe una historia y todo villano un origen. Callie solo quería dejar de lado las cosas malas que la vida le hizo pasar, pero no contó con las consecuencias de esto, no contaba con tener que volverse una margin...