Capitulo 1

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—Así que aquí es donde vas a aprender a patear culos.
Jungkook estudió la fachada de ladrillo del histórico edificio restaurado. Con sus seis pisos, era la estructura más alta en ese lado de la manzana. Las pocas ventanas de la planta baja que no se habían tapiado estaban protegidas con barras de hierro. En el cartel de la puerta de cristal se leía «BLACK
ARTS» y un número de teléfono debajo.
Echó la cabeza atrás para mirar hacia arriba. Debía de haber una vista espectacular del río y de la ciudad desde el último piso.
—Eh, Kook. ¿A qué estamos esperando? —le preguntó Molly.
—¿A un comité de bienvenida de ninjas descendiendo en rápel desde el tejado? Me sentiré profundamente decepcionado con cualquier cosa que esté por debajo de una docena de asesinos enmascarados blandiendo espadas.
Molly rio nerviosa.
—Hum... Bueno, quizá la próxima vez. Pero deberíamos entrar. La clase empieza dentro de cinco minutos y nos advirtieron que debíamos ser puntuales.
Jungkook reprimió un suspiro. Realmente no deseaba estar allí, pero se aguantaría y lo haría, aunque sólo fuera por solidaridad.
Sentía un fuerte nudo en el estómago cada vez que recordaba la llamada telefónica que había recibido de la policía el mes anterior, después de que unos vagabundos atacaran a Molly, su amiga y empleada, en el centro de Denver. La pobre chica era ya introvertida antes del incidente, y el ataque había hecho que se encerrara aún más en su caparazón. Así que, cuando ella le pidió que la acompañara a un curso de autodefensa , accedió de inmediato .
Sin embargo, al observar el solitario barrio, le habría sorprendido que no los atacaran después de la clase. Quizá eso formaba parte del entrenamiento: ver cómo los alumnos ponían en práctica los movimientos aprendidos al luchar por llegar a su coche cuando fuera estuviera ya oscuro.
debí de haber parecido reacio, porque Molly comentó:
—Si no quieres hacer esto...
Forzó una sonrisa.
—No sé tú, pero yo estoy impaciente por meterme en un espacio cerrado con un grupo de machotes expertos en artes marciales a los que les gusta darse de palos por simple diversión.
Molly entornó los ojos.
—Es broma, Mol —señaló Jungkook —. Vamos. No quiero que llegues tarde a tu primer día.
En el interior del edificio vieron dos pasillos: uno que conducía a los vestuarios y, otro, a las clases. Se dirigieron a la entrada principal. Allí se encontraron con un chico calvo lleno de tatuajes y ataviado con una especie de pijama blanco en un cuartito que parecía una mezcla de taquilla y guardarropa.
—Buenas noches. ¿En qué puedo ayudarles ?
Molly carraspeó.
—Venimos por las clases de autodefensa
El tipo cogió una tablilla sujetapapeles.
—¿Nombre?
—Molly Calloway.
El señor Tatuajes debía de ser calvo por elección, puesto que no parecía tener más de veinticinco años. Comprobó la lista, marcó el nombre de Molly y luego miró a Jungkook
—¿Señor? ¿Su nombre?
—Jeon Jungkook
Él frunció el ceño.
—No está en la lista. ¿Se inscribió en la clase?
—¿Técnicamente? No. Estoy aquí como observador , para apoyar a mi amiga Molly.
—Lo siento, eso va contra las normas del centro.
—¿Cómo?
—Sólo pueden entrar al dojo quienes participan en las clases. No permitimos espectadores ni acompañantes.
—¿Nunca?
—Nunca.
Me giré y mire a Molly. La pobre chica estaba colorada. Acto seguido, clavó la mirada en el portero calvo.
—¿No permiten la entrada a los padres o tutores para que observen cómo sus hijos se hacen papilla los unos a los otros?
—No, señor.
Bueno, eso era una estupidez. Y se lo dijo.
—No pasa nada, Kook —susurró Molly—. Ha sido una mala idea. Marchémonos —añadió aferrándose a mi brazo.
—Espera un segundo. —saque del bolsillo mi cartera —. ¿Cuánto vale el curso?
—Esto no es un cine, donde uno puede comprar las entradas en la puerta, señor —replicó el calvo—. Antes de inscribirse en el curso, debemos darle nuestra aprobación. Ésas son las reglas. Yo no las hago; sólo me aseguro de que se cumplan.
Ese tipo le estaba haciendo perder la paciencia .
—Lo entiendo. Pero éstas son unas circunstancias especiales.
El chico frunció el ceño.
—Quizá debería llamar a su supervisor —demandó Jungkook —, porque no pienso marcharme.
Él vaciló unos diez segundos antes de coger el teléfono y les dio la espalda para que no pudieran oír la conversación. Luego se volvió hacia ellos de nuevo.
—Siéntense, ahora vendrá alguien.
Molly parecía muerta de vergüenza, lo que hizo que yo estuviera aún más decidido en hacer que tomara esas clases.
Menos de dos minutos después, un hombre grande y rubio, de unos treinta y cinco años, vestido con lo que parecía ser un pijama negro, se presentó ante nosotros extendiéndome la mano
—Soy Knox Lofgren, el gerente del dojo . ¿En qué puedo ayudarlas?
le expliqué la situación añadiendo :
—Me habría inscrito previamente a las clases si
hubiera sabido que era necesario. No es justo que se castigue a Molly. —Se inclinó más hacia él casi chocando las narices y susurró—Desde el ataque... se muestra nerviosa y evita todo tipo de encuentros sociales en los que no conozca a nadie. No empezará las clases si yo no estoy con ella. No querrá cargar con eso en su conciencia, ¿verdad, señor Lofgren?
    El hombre me miro de arriba abajo y luego se concentró en mis ojos como si creyera que mentía. El tipo parecía seguro de que no lo iba a dejar entrar y cuando creyó que iba a tener que cogerlo por el cuello para que me dejara entrar , dijo
    —Bien. La colaré. Pero tengan claro que no siempre se las emparejará en las clases. Se espera que ambos entrenen con los demás. —Fijó la mirada en Molly—. ¿Será eso un problema para usted?
    —No, señor.
    —Bien. —A continuación, Knox me entregó una tablilla sujetapapeles—. Además, esta clase se alterna los martes y jueves. La próxima semana será el jueves por la noche, la siguiente se impartirá el martes, y así consecutivamente.
    «No preguntes por qué, chico...»
    —Rellene los datos básicos en el formulario. ¿Pagará con tarjeta de crédito o cheque?
    —¿Cuánto cuesta el curso?
    —Ciento cincuenta dólares.
    Estaba un poco caro , pero lo pagaría. Sacó la tarjeta de crédito de su cartera y se la entregó.
    —Enseguida le doy su recibo —dijo Knox.
    —Gracias.
    En cuanto acabó de rellenar la información, alzó la mirada hacia él. Ese hombre ya intimidaba sólo con su tamaño. Debía de medir como mínimo un metro noventa. Aunque tenía el duro atractivo físico del típico buen chico americano, daba... un pelín de miedo.
    —He incluido una descripción del curso y el calendario —añadió él—. Asegúrese de cumplir todas las normas...
    En ese instante, un adolescente llegó corriendo hasta ellos.
    —Shihan, tenemos sangre en el cuarto ring.
    Shihan o Knox o quienquiera que fuera se marchó de inmediato.
    —Señores, entren por la puerta del fondo —les indicó el calvo de los tatuajes—. Pongan sus cosas en la cinta transportadora. Si traen armas a la clase, necesito que las saquen . De lo contrario, pasen por el detector de metales.
    ¿Detector de metales? Que clase de prision encubierta era esta , soltó  un gruñido que al parecer llamó la atención de los otros .
    —¿Algún problema? —preguntó el joven.
    El estuvo a punto de dejarlo correr, pero no entendía porque un lugar lleno de ninjas tenía tanta seguridad .
    —Dígame, ¿es esto algún campamento de entrenamiento militar secreto o algo así?
    —No. ¿Por qué?
    —¿Para qué tanta seguridad en un centro de enseñanza?
    El chico se encogió de hombros.
    —Las armas forman parte del entrenamiento. Espadas, cuchillos, palos... Tenemos que examinar y autorizar todas las armas que entren en el dojo .
    —Oh.
    Molly empujó a su amigo hacia la puerta con el codo.
    Después de pasar los controles de seguridad —aún le sonaba extraño—, el chico les señaló a un tipo fornido que les indicó que se acercaran.
    Mientras avanzaban, decidí estudiar bien la instalación. El lugar era de líneas claras y colores neutros: moquetas grises y paredes blancas. Algunas salas de entrenamiento estaban separadas simplemente por paneles de plexiglás. Como no había ninguna ventana, las paredes estaban cubiertas de espejos, lo que creaba un efecto propio de las casas de los espejos típicas de las ferias.
    En el centro de la sala había una torre de vigilancia que dominaba todo el espacio.
    El tipo fornido les hizo una rápida reverencia y les tendió la mano.
    —Soy su instructor en el curso de autodefensa . En Black Arts usamos títulos formales, así que pueden llamarme sandan o sandan Zach.
    Molly se presentó primero. Cuando jungkook le dijo su nombre, él frunció el ceño.
    —No recuerdo haber visto su inscripción.
    —Es porque soy una incorporación de última hora —repuso el al tiempo que le daba un empujoncito con el codo a Molly—. Se suponía que venía sólo como apoyo pero, al parecer, eso viola las normas del dojo .
    —Las normas son... las que el sensei desea que sean. —Zach señaló la zona que había tras ellos—.
    Contamos con casi mil trescientos metros cuadrados de espacio de entrenamiento divididos en dos pisos, así que podemos adiestrar a alumnos de todos los niveles al mismo tiempo si lo deseamos.
    Algunas de las salas son abiertas, como éstas. Y otras en la parte posterior, para alumnos más avanzados, son semiprivadas.
    Molly señaló la torre de vigilancia en el centro.
    —¿Qué es eso?
    —El puesto del vigía. El sensei kim puede observar las clases desde allí.
    jungkook imaginó a un hombre entrecano pero sabio y ágil sentado allí, mascullando para sí sobre la falta de disciplina de la juventud actual.
    —Nos alegramos de tener a ambos en Black Arts —comentó el sandan Zach sin apartar la mirada de Molly—. La clase se hará aquí. Dejen los bolsos junto a la pared del fondo.
    Y para su sorpresa sus quince compañeras de curso eran mujeres de todas las edades: desde chicas más jóvenes que Molly hasta una señora de unos sesenta y cinco años, y había de todas las tallas y etnias. Joder quería salir corriendo de hay , estaba entre el enojo y la vergüenza, porque solo habían mujeres hay , decidió relajarse y seguir mirando .
    ¿Otro detalle en el que se fijó? Todas las mujeres llevaban camisetas blancas y pantalones de chándal o de yoga negros. Unas cuantas se quedaron mirando sus pantalones de deporte y las entendía , quien le habrá mandado a no ponerse ropa interior , llevaba las bolas al aire y al no ser precisamente pequeño nada quedaba a la imaginación, si se movía su amigote se movía con el .
    El sandan Zach dio entonces unas palmadas.
    —Escuchen, señoras Les explicaré brevemente el curso, pero primero deben quitarse todas los calcetines y los zapatos.
    Decidiendo ignorar que el no era una mujer si no un hombre en todas sus letras miró a Molly, pero su amiga ya había empezado a desatarse las zapatillas, así que se desabrochó las botas y las tiró sobre sus cosas
    —Este curso va más allá del típico curso de autodefensa de la YMCA. Responsabilizarse de su propia seguridad es el primer paso, ya que la mayoría de los actos violentos suceden en una situación de uno contra uno. Sin embargo, durante el curso aprenderán juntas, y eso significa que deben apoyarse mutuamente y ayudarse

AtAdO (JiNkOoK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora